Los antecedentes electorales y el perfil sociodemográfico de esos votantes muestran que son más proclives a quedarse en el FpV.
Camino a las elecciones para gobernador de la provincia de Buenos Aires (PBA), una incógnita central es en qué medida Aníbal Fernández logrará retener los votos que fueron hacia Julián Domínguez en las PASO. Las razones detrás del interrogante son varias.
En primer lugar, el jefe de Gabinete despierta un fuerte rechazo en una gran porción de la sociedad. Según Management & Fit, el quilmeño encabeza el ranking de imagen negativa, con 6 de cada 10 bonaerenses que declaran que “nunca lo votarían”.
Por ese motivo, a poco de lanzar su precandidatura a gobernador, Fernández se convirtió en blanco de las campañas de sus competidores María Eugenia Vidal (PRO) y Felipe Solá (FR). Pero en el oficialismo desconfían que eso vaya a tener influencia en el resultado del 25-O y ponen un ejemplo: cuando en 2011 Fernández fue candidato a senador nacional por la PBA, el corte de boleta entre su categoría y la presidencial fue reducido.
En segundo lugar, el ex edil de Quilmes y más aún su compañero de fórmula Martín Sabbatella, son resistidos por buena parte de los intendentes peronistas del conurbano, a los que se le atribuye una fuerte tracción de votos como custodios del llamado 'aparato justicialista'. La mayoría de ellos había apostado abiertamente a favor de la fórmula encabezada por Domínguez secundada por Fernando Espinoza, que fue derrotada en las PASO.
De todos modos, esos referentes municipales del peronismo son en muchos casos candidatos a intendentes o han puesto a dirigentes de su entorno como postulantes a jefes municipales o concejales, por lo que pondrían mucho en riesgo en caso de un corte de boleta masivo. Por otro lado, articular ese corte de boleta que deje la categoría de intendentes y concejales y la de Daniel Scioli para Presidente pero no la de gobernador es prácticamente imposible y no encuentra antecedentes en otras elecciones.
La experiencia muestra que el corte de boleta suele ser marginal y se da con mayor frecuencia en los extremos de la boleta, no en la categoría del medio. Según un relevamiento de M&F, desde 1983 la diferencia entre los votos al candidato a gobernador y el Presidente para el caso de las fuerzas ganadoras a nivel nacional osciló entre un 3,1% negativo para la candidatura a gobernador (en el caso de Graciela Fernández Meijide respecto de Fernando de la Rúa en 1999) y un 4,9% a favor (con Eduardo Duhalde versus Carlos Menem en 1995).
Según los resultados de las PASO y las encuestas realizadas por distintas consultoras en la PBA, Scioli suma un 38-40% en el distrito y Macri ronda el 27-30%. Si las elecciones del 25-O se dieran así, no solo tendría que existir un corte de boleta sino que tendría que ser realmente masivo. Como señala Mariel Fornoni, directora de Management & Fit, “para que Vidal le gane a Fernández necesitaría un corte de boleta fenomenal”.
Para que cambiara el ganador, según Fornoni, “en un escenario muy beneficioso para Vidal, bastaría que el movimiento sea de aproximadamente 450 mil votos afirmativos, un 28% de los votos que obtuvo Domínguez”, mientras que también importante sería la inclinación hacia Solá de esos votantes, que favorecería a Vidal por el solo hecho de bajar el porcentaje de Aníbal. En ese caso, la vicejefa porteña necesitaría recibir un porcentaje todavía menor al 28% de los votos de Domínguez.
Pero aunque así pareciera mucho más factible, no solo los antecedentes electorales sino también el perfil sociodemográfico de los que eligieron al titular de la Cámara de Diputados dice otra cosa.
En términos nominales, por lógica, se concentraron en la Primera y Tercera Sección Electoral, distribuidos en poco más de 440 mil y 630 mil votos, respectivamente, en cada una de las dos divisiones del GBA.
Pero donde mejor le fue en términos relativos fue en la Tercera Sección, donde se concentra el voto tradicionalmente más fiel al peronismo. De allí provino el 42% de lo que cosechó en toda la provincia, una sobrerrepresentación del 7% respecto del 35% que aportó esa sección al total de votos provinciales.
En esa sección, Vidal tuvo su peor resultado (23%) en comparación a la Primera Sección (27%) y el interior bonaerense (35%), pero entiende que debe crecer de ese 23% a casi 30% si quiere ganar las elecciones. Entretanto, en el massismo los votos de Domínguez son el principal objetivo. Con esa meta en mente, los blancos más recientes de Solá fueron Fernández, a quien vinculan con el narcotráfico, y Sabbatella, al que le apuntan por su pasado no peronista.
El otro gran bastión electoral de Domínguez fue la Cuarta Sección, donde en algunos casos llegó a acaparar el 90% del voto del FpV (como General Pinto, General Arenales, Chacabuco, Florentino Ameghino o Carlos Tejedor).
En esos municipios, al ser de fuerte predominio de la actividad rural y pertenecer al interior provincial donde el radicalismo ha hecho siempre sus mejores elecciones en la PBA, Vidal podría tener más chances de quitarle votos al FpV. Sin embargo, el jefe de Gabinete se apuró por dar señales a esa porción del electorado para fidelizar esos votos y anunció su futuro gabinete agropecuario en el caso de ganar las elecciones y anticipó que el actual secretario de Agricultura de la Nación, Gabriel Delgado, sería titular del Banco Provincia.
Una buena noticia para Fernández es que tampoco necesitará retener todos esos votos por cuanto en el distrito no hay sistema de segunda vuelta. Con un solo voto más que los demás candidatos, ya se quedaría con el triunfo en “la madre de todas las batallas”.
Entre ambas fórmulas del FpV en las PASO, sumaron 40% de los votos en toda la provincia, y si bien es probable que no logre retener el 100% de los votos de Domínguez, todo indicaría que no perderá los suficientes como para poner en riesgo la elección.