Un libro que compila todo lo aparecido sobre la agrupación juvenil pero que no aporta análisis originales.
Mucho se ha dicho en los últimos dos años sobre la agrupación juvenil que apadrinara en su momento Máximo Kichner y que con el correr del tiempo y a fuerza de una escalada en casi todo el organigrama estatal, ha ido ocupando cada vez más espacios de poder. En esa línea, el libro de la periodista de La Nación, Laura Di Marco “La Cámpora. Historia secreta de los herederos de Néstor y Cristina Kirchner” (Sudamericana), aparece con la característica de recopilar casi todo lo escrito sobre la agrupación, especialmente en, y con la óptica de, los medios críticos al oficialismo. Pero que muestra algunas lagunas a la hora de ofrecer voces de peso de la agrupación que le den sustento a su relato, así como se evidencian la falta de teorías interpretativas propias y una lectura en clave política del significado y la importancia ?o no- del ascenso de un grupo de militantes en su mayoría jóvenes dentro del espacio que gobierna al país desde 2003.
Si bien se propone contar “el verdadero origen de La Cámpora” y “revelar quiénes son y qué función cumplen en el mapa del poder cada uno de los principales integrales de esta agrupación”, lo cierto es que el libro trae pocos datos que agreguen a lo que ya se ha escrito sobre cada uno de los personajes mencionados luego de sus respectivos nombramientos en el Estado a lo largo de los últimos años. Estructurado en capítulos que recorren los orígenes y llegada al kirchnerismo de los principales referentes, se van descubriendo las historias públicas del presidente de Aerolíneas Argentinas Mariano Recalde; los actuales diputados nacionales Eduardo de Pedro, Andrés Larroque y Mayra Mendoza; el legislador provincial José Ottavis, su par porteño Juan Cabandié, el secretario de Justicia, Julián Alvarez y el director de la agencia estatal Télam Santiago Alvarez. Dedica, además, el nombre de un capítulo al histórico dirigente porteño Juan Carlos “Canca” Gullo, asignándole un rol de casi padrino de la fuerza, y otro al fallecido economista Iván Heyn.
Pero para armar los rompecabezas que suponen cada una de estas historias, recurre básicamente a fuentes en off the record y a las previsibles voces de hombres críticos. Cierto es que en esta época la cerrazón informativa creciente del kirchnerismo dificulta cualquier acercamiento de la prensa, pero de un trabajo promocionado con objetivos tan grandes se espera, al menos, que aparezca la voz directa (y no a través de una búsqueda en Google) de uno de los diez autores vivos que protagonizan capítulos. Otra de las carencias en cuanto a testimonios es que casi todos los analistas y voces que desde la academia buscan aportar a la visión de la autora son claros opositores al Gobierno.
Los análisis de los reconocidos Silvio Waisbord, Liliana de Riz, Miguel Wiñazki, Marcos Novaro, podrían haberse visto enriquecidos si hubiesen sido contrastados con otras voces más afines al oficialismo. La autora ubica a la agrupación “en la historia de una nueva generación política, parida al calor del estallido de 2001, que llegó inesperadamente al corazón del poder y que logró convertirse en la agrupación juvenil más marquetinera y novedosa desde la irrupción de la Junta Coordinadora”.
Pero desde el punto de vista del análisis político, las lecturas del libro son variadas. La autora no se preocupa por ocultar su poca simpatía por la agrupación juvenil, en un marco en el cual una de las principales aristas de sus críticas está en la postura de desconfianza generalizada del kirchnerismo ?y potenciada por la agrupación? hacia los medios de comunicación. “El bloqueo impuesto por los jóvenes kirchneristas está directamente relacionado con la concepción ideológica de la que se alimentan: el populismo. Una cosmovisión a la que adhería el padre político y que ahora los soldados se encargaron de perfeccionar”, grafica en esa dirección en uno de los pasajes. La figura de Máximo Kirchner es presentada como una especie de “monje negro” del neokirchnerismo, en un relato que, a la vez, conviene tanto a los hombres de La Cámpora como a la oposición.
Los primeros, como bien muestra el libro, esgrimen la cercanía a Máximo como una credencial para el ascenso constante dentro del esquema de poder del kirchnerismo. Los otros, en tanto, pueden agregar un nuevo eje de críticas a los planteos sobre la supuesta poca institucionalidad del oficialismo en tanto es el hijo de la Mandataria el que dirige a la agrupación que más provee de cuadros al Estado. El libro cuenta la existencia de muchas internas dentro de la agrupación, pero no se mete en las razones políticas que las produjeron, más allá de avanzar tímidamente en los alineamientos y mayores afinidades que cada uno de los miembros de La Cámpora tiene con los funcionarios nacionales.
El relato que presenta la autora deja varios interrogantes sin contestar. Por ejemplo: ¿Cuál es el lugar que la Presidenta le asigna a La Cámpora en el armado político para la sucesión? En definitiva, el libro aporta la virtud de reunir los datos biográficos conocidos, antecedentes políticos y currículums militantes de cada uno de los miembros de la conducción camporista, aunque no avance en análisis o interpretaciones originales sobre su significado y peso real dentro del entramado K, más allá de los cada vez más lugares que ocupan en organigramas nacionales y provinciales.
(De la edición impresa)