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Obama, a pesar de todo

12 noviembre de 2012

Obama logró la reelección con un margen más estrecho que en 2008. El rol de la economía y el desafío de evitar una parálisis legislativa.

"Four more years” y un link a una foto en la que se lo ve abrazado, y enamorado, con su compañera de toda la vida. Así le comunicó el presidente de Barack Obama a sus más de 22 millones de seguidores de Twitter la noticia de que había sido reelecto para ocupar la Casa Blanca entre 2013 y 2017, y seguiría siendo el 44vo presidente de la principal potencia mundial.

En 2008, Obama llegaba a la Casa Blanca con el voto de 66,8 millones de estadounidenses y una diferencia de 8,5 millones de votos contra su rival, John McCain. En esta oportunidad, la elección fue mucho más reñida (la diferencia fue menor a los 3 millones de votos). La esperanza y el entusiasmo que generó Obama hace cuatro años se disipó. Aún así, el Partido Republicano no logró capitalizar ese desgaste y vio trunco su deseo de hacer de Obama, al igual que Jimmy Carter en los '70, un presidente de un solo término.

A nivel legislativo, habrá cambio de nombres pero no de números. Los republicanos mantendrán el control de la Cámara de Representantes que consiguieron en las elecciones de medio término de 2010 y los demócratas seguirán teniendo la voz cantante en el Senado. La mayoría de las gobernaciones seguirán siendo dominadas por jefes distritales republicanos.

¿Qué rol jugó la economía? Sin duda, cualquier analista y ciudadano de a pie puede señalar, con justeza, que la economía de EE.UU. está operando por debajo de su potencial: crece poco y crea poco empleo. La tasa de desempleo es de 7,9% y, cinco años atrás, era de sólo 4,7%. Los salarios reales, en tanto, están estancados. Desde Franklin Delano Roosevelt, ningún presidente fue electo o reelecto con una tasa de desempleo superior al 7,1%. La gestión de Obama, en términos de logros económicos, ha sido pobre. Sin embargo, si se incluye en el análisis el hecho de que, pocos meses antes de asumir, había estallado la peor crisis de los últimos 70 años, la lectura parece ser otra. Si bien los resultados ajustados no dan margen para conclusiones absolutas, parece haber primado en el electorado una confianza en que Obama está mejor capacitado para conducir la economía y/o que la gestión anterior, la de George W. Bush, es la principal responsable de los problemas que aún enfrenta la principal economía del planeta y, por lo tanto, haberle dado la Casa Blanca hubiera sido un error.

Asimismo, más allá de los candidatos o las circunstancias puntuales que rodean a cada elección, el peso de las tradiciones y visiones políticas se sostienen. También pueden incluirse en el análisis las políticas redistribucionistas que ha aplicado el actual Presidente que, si bien no se reflejan en las estadísticas (la desigualdad de ingresos sigue subiendo), muestran cuánto pondera el electorado este tipo de medidas como, por ejemplo, la universalización del sistema de salud o la reducción de impuestos en los sectores más bajos de la pirámide socioeconómica.

DESAFIOS

Obama tiene, al mismo tiempo, un gran capital y un gran desafío. El capital está dado por una base de apoyo electoral que es sólida y, en líneas generales, resistente a la desilusión o los magros resultados económicos. El desafío es destrabar un sistema político empantanado que responde, en gran medida, a un país que está, casi literalmente, partido al medio.

Como si fuera un organismo vivo, el electorado estadounidense parece equilibrarse de manera homoeostática para mantener las preferencias electorales en 50 y 50 para cada lado. En el voto popular la elección fue muy reñida y la diferencia mínima pero Obama se impuso con holgura en cantidad de electores. Eso fue consecuencia de una campaña muy bien planificada por los demócratas que supieron llegar a cada segmento del electorado con el mensaje adecuado y lograron que concurriesen a votar.

El Presidente deberá aprovechar el impulso de su triunfo para intentar avanzar en las negociaciones con legisladores republicanos para superar la virtual parálisis en la que estuvo el Congreso en los últimos tiempos. Aquí no sólo se juega la gobernabilidad (precisará del voto republicano en la Cámara de Representantes para aprobar medidas que, muy probablemente, deberá tomar más temprano que tarde) sino, también, la visión de la ciudadanía sobre una de las instituciones peor reputadas del país: el Congreso.

Parte de esa incógnita será revelada por la actitud del Partido Republicano: ¿será más negociador que en los últimos años o, por el contrario, más “obstruccionista”, como le critican los demócratas? Los republicanos perdieron en casi todos los estados considerados decisivos y van a tener que trabajar mucho para recuperarlos en las próximas elecciones presidenciales. Tienen también por delante la tarea de aumentar su presencia en aquellos grupos que tienden a crecer en el electorado, como los latinos. Necesariamente deberán pensar en un candidato atractivo para ellos. A su favor, el Grand Old Party tiene su implantación territorial, como queda demostrado con el triunfo en la Cámara de Representantes y el hecho de que se impuso en la amplia mayoría de los municipios.

Durante décadas, los republicanos tendieron a dominar la carrera por la Casa Blanca y los demócratas a prevalecer en el Congreso, pero en los dos últimos años esa situación se invirtió y así continuará por otros dos años. Revertir la tendencia negativa en las elecciones presidenciales, precisará cambios que el Partido Republicano, por ahora, no ha logrado implementar.

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