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Política y medios ante una nueva etapa

03 agosto de 2011

(Publicado en la edición nº36)

Las crisis políticas y los avances tecnológicos cambiaron a los medios, a las audiencias y la forma en que se distribuye la información.

Dos tendencias recientes están destinadas a seguir modificando la relación entre la política y los medios durante los próximos años en la Argentina. Una de ellas es que a partir de la crisis de representatividad política de 2001, los medios comenzaron a ocupar un lugar más importante al que habitualmente tuvieron. Muchos dirigentes de la oposición le reconocieron ese papel y consideraron que constituyeron el freno más eficaz a los desbordes del Gobierno. Así los medios dejaron de ser vistos como ajenos a la lucha política y comenzaron a ser percibidos como otros actores centrales de la misma. Ya no fueron considerados como los meros iluminadores de lo que hacían los verdaderos protagonistas, sino que ahora la sociedad empezaba a verlos en el escenario.

La otra es que el número de lectores de grandes medios, siguiendo una tendencia

mundial, está estancado y con tendencia a la baja. Hoy, en el mundo, las fuentes de información son múltiples y cada día habrá más. Por lo tanto, quienes leen diarios son minorías intensas, altamente calificadas y con posiciones definidas en casi todos los temas. Si los medios tienen un sesgo ideológico, no menos lo tienen sus lectores.

Quien compra un diario, o un medio gráfico en general, pretende que refuerce sus

convicciones y no tanto que le muestre la otra visión sobre los temas. El lector de La Nación espera que los columnistas y los editoriales del diario sean críticos del Gobierno, de lo contrario, dejarían de comprarlo. A su vez, salvando las distancias en cantidad de lectores, los de Página/12 esperan comentarios en línea con el pensamiento del Gobierno, fuertemente críticos de sus adversarios, y también dejarían de comprarlo si no encontrasen lo que esperan.

La expansión del papel de los medios y el acotamiento de los lectores a minorías

muy definidas ideológicamente llevan a que cada vez más se vaya reduciendo el margen para un periodismo con pretensiones de objetividad. En realidad, la idea de objetividad no estuvo, asociada, inicialmente, a los medios gráficos cuyo origen fue la difusión de las ideas de un determinado sector. El crecimiento del número de lectores y la irrupción, décadas más tarde, de la información por televisión que llegaba a públicos cada vez más amplios, hicieron aparecer la necesidad de medios más objetivos que contemplasen los diferentes puntos de vista y evitasen que algún sector de la audiencia se sintiese totalmente excluido.

Así se llega, según el análisis del especialista Jay Rosen, a un pacto implícito entre

anunciantes, editores y periodistas. Los primeros pretendían medios que no reflejasen

sólo los puntos de vista de un sector y llegasen a todos sus potenciales clientes, los segundos aceptaron moderar sus puntos de vista para que sus negocios crezcan y los empleos se mantengan.

Pero la irrupción de otros medios de comunicación alternativos fue modificando esa

lógica que ya parece difícil se sostener en los tiempos de Internet. Hoy se asiste a la “foxización” de la información como sostiene la revista The Economist, en referencia al fuerte sesgo ideológico de la cadena Fox. Y todo indica que ese será un perfil que se verá cada vez más en casi todos los medios.

Se va hacia una etapa no sólo de mayor identificación ideológica de los medios en todo el mundo sino de hacerla explícita.

Pero que los medios no sean neutrales en cuanto a que informan desde su visión, o que dan su opinión a partir de datos que surgen de investigaciones periodísticas, no es sinónimo de partidismo o pérdida de independencia, que es cuando los medios pasan a formar parte de una estrategia de comunicación al servicio de un gobierno, partido o grupo empresario. Las nuevas tendencias no impiden que haya periodismo profesional y de calidad, pero la relación de confianza con los lectores no se construirá ya sobre la base de una supuesta objetividad sino de la transparencia que implica dejarles en claro y en forma explícita desde qué lugar se escribe y opina. Porque los medios son una realidad compleja y no exenta de contradicciones dado que por una parte son esenciales para la vida democrática y, por el otro, son empresas importantes con sus lógicos intereses.

LA REALIDAD LOCAL

En la Argentina, la relación entre medios y política cambió sustancialmente en los últimos tiempos, empezando por el vínculo totalmente distinto que estableció el Gobierno. Desde el retorno de la democracia, y hasta la gestión de Néstor Kirchner inclusive, primó una lógica de negociación. Las empresas de medios recibían alguna ventaja económica a cambio de la cual el Gobierno pretendía influir en su línea editorial.

Pero luego de la crisis con el campo de 2008, el Gobierno abandonó esa lógica. Comprobó en esa ocasión que los medios son procíclicos. Acompañan a los gobiernos en su fase ascendente, precisamente cuando menos los necesitan mientras que amplifican los problemas cuando comienza la fase descendente de un ciclo político.

La respuesta del Gobierno argentino fue la confrontación abierta con los medios tradicionales a través de una nueva legislación para la actividad y el desarrollo de una estructura de medios afines.

En ese camino, el Gobierno alcanzó, en parte, el primero de sus objetivos. Logró que

un sector importante de la sociedad vislumbre cada vez más a algunos medios tradicionales como actores políticos y que, por lo tanto, no pueden pretender fijar la agenda de debate público con la pátina de la imparcialidad. Pero es más cuestionable lo que logró en la búsqueda de su segundo objetivo. Si bien hay una red de medios con posiciones muy cercanas a las del Gobierno, el acuerdo entre anunciantes, editores y periodistas no está presente en este caso y la ausencia se financia con recursos públicos a través de la pauta oficial.

Hay allí una deformación, que junto con la forma en la que se utilizan los canales del Estado, es insostenible más allá que desde el oficialismo se reivindique como un logro haber roto el “cerco mediático”. Tiempo atrás, un directivo del diario La Nación le preguntó al jefe de la sección cartas de lectores por qué no publicaban, entre tantas cartas críticas, alguna favorable al Gobierno. La respuesta fue la previsible: “Porque no recibimos ninguna”. La anécdota describe lo que cabe esperar en el futuro de los medios en la Argentina. Es decir, medios con posiciones ideológicas cada vez más explícitas dirigidos a lectores que las comparten y esperan que las profundicen.

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