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Pro: Un partido “mediático”

26 julio de 2011

(Artículo de Jorge Bercholc, investigador de la UBA, publicado en la edición nº36)

El Pro se diferencia de los partidos tradicionales en algunos aspectos, pero no en todos.

El contundente triunfo de Mauricio Macri en la primera vuelta lo consolida como líder político opositor. Paralelamente, se observa la consolidación de una particular fuerza política. En efecto el Pro, tanto desde su estructura partidaria como desde su discurso y su forma de construcción política, posee ciertas características que lo distinguen de las formas de hacer política de los partidos tradicionales y que lo muestran como nuevo paradigma de la mutación de los partidos en la era de la política mediática. Una derivación aggiornada del catch all party acuñado por Otto Kirchheimer.

Con al auge de la nueva política mediática o videopolítica, cuyo principal escenario son los medios de comunicación audiovisuales que poseen, en virtud de la avasallante tecnología disponible, su propia y novedosa sintaxis comunicacional, surge un nuevo paradigma de partido político, adaptado necesariamente a las características semiológicas de esos medios.

El imperio de la imagen y su racionalidad mosaical que soslaya los contenidos; la alta fragmentación propia del espectáculo televisivo; la lógica del formato videoclíptico; la sintaxis indiciaria de los signos audiovisuales y la internalización mecánica, desconceptualizada y descontextualizada por los receptores de los mensajes recibidos, son algunas de las reglas intrínsecas de la tecnología disponible en los medios audiovisuales.

¿Cuáles son las características distintivas del partido mediático respecto de sus antecesores, sometido a las reglas impuestas por el formato comunicacional de los medios audiovisuales?

1. Es intérprete de la centralidad comunicativa de la actividad política, un nuevo “canal de comunicación política” sometido a las características de “espectáculo” que imponen los medios, cuya función esencial es “comunicar” a la mayor cantidad de personas lo más rápido posible.

2. Sus ejes discursivos de campaña son establecidos por la agenda setting de los sondeos de opinión y encuestas para descubrir orientaciones y preocupaciones de los ciudadanos.

3. Sus técnicas y estrategias son supervisadas por expertos en imagen y comunicación para establecer líneas congruentes entre la emisión, los objetivos y las tendencias evidenciadas por los sondeos. Además se ocupan de la preparación de las performances televisivas y públicas.

4. Los objetivos de imposición de un candidato y de temas se canalizan a través de técnicas videoclípticas. Un videoclip es un relato con mezcla de brevedad y rapidez, emisiones cortas y altamente fragmentadas que superpone y mezcla imágenes articuladas artificialmente sin una secuencia lógica o cronológica. Una narración acelerada, hiperveloz, pero no en cámara rápida, sino en un tiempo que desafía los cánones tradicionales de la percepción, de la lectura, de la recepción.

5. Su virtud inicial de ágil y dinámica organización de comunicación mediática, con

escasa militancia, aparato y estructura burocrática, sin los vicios clásicos de los partidos tradicionales según la ciudadanía-espectadora, se transforma en un déficit organizativo serio a la hora de la aproximación al poder. Para suplir la carencia de cuadros y programas de gobierno deben recurrir a ONG o think tank que los proveen de estructuras y recursos humanos que sirven como usina de ideas para la toma de decisiones.

6. La toma de decisiones cupular permite, por su centralización, una mayor agilidad y flexibilidad. Por ello son permeables para reclutar figuras independientes o que provengan de fuera del mundo de la política (outsiders), en tanto respondan a la necesidad competitiva electoral de traccionar votos y de medir adecuadamente en los sondeos y encuestas.

El Pro es representativo de muchas de las características mencionadas: i) se trata de un partido carente de una estructura burocrática a nivel nacional; ii) posee un discurso desideologizado y ambiguo en términos de identificación de colectivos sociales, su interlocutor es una categoría homogeneizadora, individualizadora, despojada de identidad política (“el vecino” o “la gente”, en lugar del “pueblo” o “los trabajadores”) y uno de cuyos principales argumentos es la superación de la “vieja política”; iii) su discurso carece de un proyecto ideológicamente consistente, tiene como principal premisa (basada en estrategias de marketing político) la utilización del lenguaje más sencillo y ambiguo posible, con la intención de no ahuyentar a nadie

y, por el contrario, sumar la mayor cantidad posible de adeptos indecisos o indiferentes.

Los votantes de Macri optan por él con argumentos del tipo: es “el menos malo”, “la única opción”, “hizo cosas”, o “tuvo una buena gestión”; además, son los menos interesados en la política (casi 20 puntos porcentuales de diferencia respecto a los electores de Filmus y Solanas) y quienes se consideran, en términos generales, menos informados, según una encuesta realizada por CEdOP de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA (1).

Lejos del interés por la política, entendida como discusión de ideas y proyectos

contrapuestos, entre las razones que explican el voto macrista se destacan los motivos pragmáticos: capacidad de gestión, medidas de gobierno concretas y “palpables” realizadas durante su mandato, ciertas virtudes personales (la imagen de honestidad, capacidad o confianza que despierta Macri) y la oposición expresa al Gobierno nacional.

El electorado del Pro es heterogéneo en su base social. A pesar de los fuertes contrastes socioeconómicos y culturales entre las comunas de la Ciudad, el Pro triunfó en todas.

Las características enunciadas del tipo teórico ideal, “partido político mediático”, encajan con satisfactorio nivel explicativo en lo observable del Pro y, en general, en todas las nuevas, muchas de ellas efímeras, formaciones políticas aparecidas en los últimos años en el país.

¿Cómo impactan estas tendencias en los partidos políticos tradicionales como el PJ y la UCR? Para ese análisis haría falta introducir otras dos variables explicativas: el clientelismo y los aparatos partidarios. Respecto a las prácticas clientelares, nada indica que sean incompatibles con el formato del partido político mediático.

De hecho, se ha dicho que el Pro las llevó a cabo en las comunas del sur de la CABA. Los aparatos partidarios sí resultan estructuras de las que carecen los partidos mediáticos. Pero también parece que ellas se hallan sumamente debilitadas en los partidos tradicionales de masas.

Las idas y vueltas del kirchnerismo con los aparatos sindicales, ante la falta de estructura partidaria que le dé soporte, parecen corroborar esa hipótesis. Fuera de esas dos variables, los partidos tradicionales, como el PJ y la UCR, comparten muchas de las características del partido mediático, en una difícil relación dialéctica con su genética tradicional.

(1) Datos aportados por Diego Bercholc, integrante del equipo de investigación, sobre 820 casos tomados mediante entrevistas a boca de urna el día de la elección.

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