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¿Puede salvarse Europa?

02 febrero de 2011

La única manera de no pasar por el infierno es que Alemania financie los rescates

Así se titula un artículo reciente de Paul Krugman. El Premio Nobel describe la crisis europea como producto del romanticismo de los creadores del euro: el pensamiento mágico prevaleció sobre las advertencias que muchos economistas norteamericanos, de izquierda o de derecha, hicieron entonces y siempre.

Las leyes de la economía se pueden violar, pero hacerlo tiene consecuencias. Los arquitectos de la unión monetaria fueron cautivados por la belleza de la empresa y se olvidaron de la naturaleza prosaica de la realidad, que ahora se toma revancha. ¿Era tan inesperado el colapso que se viene? Según Krugman, no: él afirma que muchos economistas observan los males europeos y sienten que ya vieron esta película, diez años atrás, en otro continente ?y aclara, por si hiciera falta: en la Argentina?.

No hace falta remitirse a Milton Friedman para encontrar una alerta temprana contra los riesgos del euro. Economistas insospechados de neoliberalismo como Joseph Stiglitz y Dani Rodrik también se alinean entre los escépticos, aunque no necesariamente a largo plazo. Al contrario: Rodrik acaba de escribir que una ruptura de la zona euro podría no condenarla para siempre. De momento, sugiere, la eurozona ha alcanzado un punto en que un divorcio amigable es mejor opción que años de declinación económica y acrimonia política, y los países que salgan de la moneda única podrían reingresar en diez años si hacen los deberes. Esto, que suena como una visión optimista, es el fin del mundo para las elites gobernantes de los países desahuciados.

Portugal, Irlanda, Grecia y España tienen la misma moneda que Alemania desde hace más de una década. En consecuencia, tomaban préstamos a la misma tasa que el gigante europeo y empezaron a gastar como si fueran alemanes. Pero nunca produjeron como alemanes, por lo que el gasto se hizo déficit, y el déficit, deuda. Cuando los acreedores se dieron cuenta, empezaron a exigir tasas más altas para financiar estados potencialmente insolventes. Y la burbuja estalló. La culpa no fue de la desregulación o de la especulación financiera. La primera habría afectado más a los gobiernos liberales y la segunda habría impactado en los países en desarrollo. Pero son gobiernos socialdemócratas los que se hunden y países emergentes los que crecen (véase China y Brasil), por lo que quemar brujas neoliberales no explica los problemas ni los resuelve.

Krugman propone cuatro salidas para la crisis. Trágicamente, tres profundizarían el colapso en el corto plazo y la cuarta es sumamente improbable. Llama a la primera endurecimiento, a la segunda restructuración de la deuda, a la tercera Argentina a full y a la cuarta europeísmo resucitado. La primera consiste en que los países endeudados eviten el default y la devaluación mediante un ajuste a fondo para recuperar competitividad, reduciendo salarios y aumentando el desempleo: es lo que hicieron los países bálticos. La segunda es el default: se trata de reprogramar la deuda lo más prolijamente posible, como Irlanda y Grecia están tratando de hacer con escasas perspectivas.

La tercera es industria argentina como la birome y el dulce de leche: default y devaluación, o sea, salida del euro: Islandia aplicó esta fórmula, ¡pero no estaba en la eurozona! Así cualquiera. Finalmente, la única solución que no exige pasar por el infierno consiste en el federalismo europeo: que Alemania pague para salvar a los países de la bancarrota así como Buenos Aires paga por Formosa y Nueva York por Nevada. ¿Cuál es el precio del rescate? Alimentar la inflación en Alemania.

Hay dos inconvenientes para este escenario: el primero es que los alemanes reniegan de la inflación con más horror que el INDEC de Moreno, y la segunda que el Tribunal Constitucional alemán difícilmente permitiría el salvataje por razones legales. Barry Eichengreen, un economista y politólogo de Berkeley, simplifica los escenarios de Krugman en dos: default (de los países en crisis) o rescate (liderado por Alemania). Pero el actual fondo de garantías reunido entre la Unión Europea y el FMI es insuficiente para sostener a los países en crisis, más aún a Italia y Bélgica si el contagio se acelera. ¿Entonces, podrá salvarse Europa? Quizás, concluye Wolfgang Mu?nchau en el Financial Times, pero antes dunga-dunga.

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