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Re-reeleccionismo y regeneracionismo

07 septiembre de 2012

El impulso a una nueva reforma constitucional confunde los tiempos históricos.

Según parece, el peronismo será arrastrado por su nave insignia del Siglo XXI a una nueva travesía reeleccionista, veinte años después de haberlo hecho con otro presidente que decía haber llegado para liderar una transformación profunda del país. Quienes lo sucedieron en la faena y se atribuyen haber rescatado al país del desastre que dejó aquel antecesor diez o doce años después, se reencontrarán ahora con los mismos argumentos de veinte años atrás.

“Cada época y cada generación son responsables de enfrentar, con inteligencia, imaginación y coraje, los desafíos y las demandas de su propio tiempo histórico”: así comienza el manifiesto del “Movimiento por una nueva constitución emancipadora y un nuevo Estado”, vanguardia intelectual del proyecto de una nueva reforma constitucional que habilite la re-reelección de Cristina Kirchner, que se puede leer completo en la página web www.cartaabierta.org.ar.

Pocas expresiones como la de este documento expresan de manera más acabada las aspiraciones refundacionales y regeneracionistas hoy encarnadas en el kirchnerismo cristinista. Ellos creen estar viviendo “épocas únicas y renovadoras en las que las multitudes populares recogen los hilos secretos y perdurables que enlazan todas las luchas por la dignidad y las convierten en antesala de una nueva fundación”. Los animadores de este movimiento se preguntan “si no ha llegado el tiempo de una nueva constitución que conforme la arquitectura institucional del Siglo XXI”: “¿No se vuelve imperioso ?sostienen? plasmar todos esos sueños y esas realizaciones en un nuevo acto constituyente que nos ponga a la altura de una realidad renovadora de la vida nacional? ¿No resulta urgente dejar atrás, bajo la forma de una nueva constitución, las brutales limitaciones que se nos impusieron en tiempos de entrega e impunidad, de exclusión y derogación de derechos? ¿No deberíamos estar a la altura de aquellos fundadores de la patria y avanzar, como pueblo soberano, hacia esa nueva carta que recoja la potencia de lo desarrollado desde aquel 25 de Mayo de 2003?”.

Si Néstor y Cristina han refundado la Patria, ¿cómo no tener una Constitución que refleje esa epifanía? Como en toda épica regeneracionista, hace falta diabolizar y exorcizar el pasado con el que se pretende soltar amarras definitivamente en este nuevo amanecer. Por eso reescriben, una vez más, la historia a su modo: “Cada Constitución es reflejo de un proyecto de país. La constitución vigente, hija del Pacto de Olivos y de la hegemonía del Consenso de Washington, fue pensada para el proyecto neoliberal de sumisión de la Nación, de extranjerización de la economía, de saqueo de los recursos naturales y de exclusión de millones de argentinos y argentinas, que se quedaron sin pan y sin trabajo a pesar de la denodada resistencia de vastos sectores del campo popular (?) Se la escribió contra el pueblo y contra los intereses nacionales. Ese proyecto entró en su crisis profunda en diciembre de 2001. Y fue Néstor Kirchner quien empezó a escribir su epitafio”.

Se le pueden cuestionar muchas cosas a la reforma del '94. Sus motivaciones, tratativas y consecuencias. Pero si algo no se puede decir es que no fue legítima o representativa: estuvieron todos allí representados y fue realizada en estricto cumplimiento de todos los requisitos constitucionales.

Por otro lado, ¿quién mejor que los representantes del pueblo para definir qué son los “intereses nacionales”? ¿Acaso un grupo de intelectuales iluminados que así lo hayan dictaminado en consonancia con los poderes y gobiernos de turno? Por otra parte, la Constitución del '94 no tiene ninguna relación con el neoliberalismo o el Consenso de Washington. Sí tienen que ver con todo ello las leyes de emergencia económica y el híperpresidencialismo que aquella reforma pretendió cambiar y que siguieron vigentes hasta nuestros días. Parece no importar que Néstor Kirchner y su esposa hayan participado en la elaboración, discusión y sanción de aquella reforma constitucional como convencionales. No reconocen, tampoco, que gracias a esa Constitución el país pudiera incorporar los derechos y herramientas jurídicas que le permitieron superar crisis, juzgar crímenes de lesa humanidad, consagrar derechos sociales y avanzar en la integración regional.

No es eso lo que les molesta de aquella reforma constitucional sino lo mismo que le molestó a Carlos Menem: esa Constitución limitó la reelección presidencial a sólo un período consecutivo y es eso lo que la vuelve un obstáculo insalvable para la actual Presidenta en el 2015, del mismo modo que lo fue para Menem en 1999. Por eso, también, se rescata la reforma de 1949, de Perón y Evita. No porque “recogió las peleas, los reclamos y las aspiraciones de los descamisados, los trabajadores, que organizó la experiencia más rica de nuestro Pueblo en el Siglo XX de justicia social, independencia económica y soberanía política”, como señala el documento auspiciado por Carta Abierta. Si no porque habilitó la reelección indefinida de su conductor, el entonces presidente.

Hay que prepararse para volver a leer cosas como esta: “La transformación que se está llevando a cabo exige que la Constitución no sea ajena a esos cambios (?) Es imperativo garantizar la irreversibilidad del camino ya recorrido y asegurar que el camino a recorrer continúe en la misma dirección (?) Hay que entender que hay un tiempo para todo y la alternativa de hoy es reelección aquí y ahora. Además, si el pueblo quiere más de lo mismo, ¿quién tiene el derecho a decirle que no?”. No lo escribieron los integrantes de Carta Abierta o algún fogoso o fogosa ultracristinista. El texto pertenece a Roberto Dromi y fue escrito en 1994.

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