Por Julián Reingold (*)
Desde su descubrimiento en 2011, los datos sobre el yacimiento no convencional de Vaca Muerta han servido al discurso oficial como símbolo de soberanía energética, pero también como promesa de inversiones y desarrollo: ubicado en la Cuenca Neuquina, y con una superficie de 30.000 km2 -y de los cuales YPF posee la concesión de más de 12.000 km2- tiene un enorme potencial para la obtención de gas y cuenta con importantísimos recursos de petróleo que -según el informe de la U.S. Energy Information Administration (EIA)- significa multiplicar por diez las reservas de Argentina.
Sin embargo, poco y nada se dice respecto a su ecosistema o a los habitantes que dependen de él -no sólo los indígenas mapuches- y tampoco se mencionan las consecuencias de la práctica extractiva del fracking en el medio ambiente.
De acuerdo a lo establecido por el Acuerdo de París, Argentina se comprometió ante la comunidad internacional a reducir de forma ambiciosa sus emisiones de carbono por medio de una mayor inversión en energías renovables, estrategia que al día de hoy se encuentra lejos de las metas que permitan mantener las temperaturas por debajo de los 2 °C por sobre los niveles preindustriales.
VACA MUERTA EN CONTEXTO
De acuerdo con un reciente análisis de la consultora Deloitte, Argentina ahora se encuentra bien posicionada para explotar sus recursos de petróleo y gas a su máximo potencial y así revertir su actual situación de importadora neta de gas. Según el informe publicado por Wood Mackenzie en 2015, todos los recursos de crudo a nivel mundial (excluyendo al gas) conocidos en 2015 equivalen a casi unos 69 años de consumo al ritmo actual. Su análisis económico indica una proyección de la producción -por tipo de producto- en aproximadamente 113 mil barriles para fines de 2018, pero a la vez para que Vaca Muerta (VM) sea rentable, el precio del barril debería superar los 89 USD, y hoy el shale argentino no es muy viable al precio actual del petróleo (valor Brent). Además, el costo de perforación y completamiento de pozo en VM es mucho más alto que el de EE.UU.
Los expertos de la industria petrolera afirman que el shale argentino está a unos 3.000 metros de profundidad, mientras que las napas de agua que tienen contacto con la superficie, en cambio, están a poca profundidad (en los primeros 100 metros de profundidad). Una fractura hidráulica realizada por fracking se extiende como máximo unos 600 o 700 metros. Por lo tanto, en el caso de VM no hay riesgo de que la fractura hidráulica alcance la napa freática, a diferencia de lo que sucede en EE.UU., donde el shale se encuentra a menos profundidad ?alrededor de 1.000 metros.
Otro riesgo es que el casing -el recubrimiento que se hace del pozo para evitar filtraciones que recorre verticalmente desde la superficie hasta el shale- sea de mala calidad y pueda contaminar las aguas superficiales. Es más: la fracturación hidráulica requiere de mucha agua, y dado que se le introduce arena y aditivos químicos, esta no puede ser luego vertida en un río, por lo que se busca no tomar mucha agua del medio natural y, al mismo tiempo, no verter residuos contaminados de vuelta en el ecosistema.
En comparación, el único país donde se ha producido un verdadero desarrollo comercial del shale es EE.UU., y esto se debe a la estructura preexistente de una industria petrolera desarrollada; pero dado que fue el primer país en usar a gran escala el fracking, las preocupaciones ambientales solo aparecieron una vez que la industria estaba en marcha, por lo que no fueron obstáculo a su nacimiento y expansión. Al ser los primeros también han ocasionado severos daños, recopilados por Naomi Klein en su libro “Esto lo cambia todo”.
Los siguientes gráficos, basados en datos recientes de la EIA, explican el mix de nuestra matriz energética.
A su vez, la situación y evolución de petróleo y gas (convirtiendo los datos de origen QBTU en KBOE/D).
Según PWC, el desafío más grande está en continuar reduciendo los costos tanto de capital como de operaciones. En un contexto de crisis, VM tiene que producir lo que Argentina necesita, que son divisas sin subsidiar a las empresas privadas.
¿DESARROLLO EN LA DIRECCION EQUIVOCADA?
La Guerra del Fracking, film dirigido por Pino Solanas en 2013, nos lleva a cuestionar al fracking ante la posibilidad de la autogeneración de energía. En paralelo, Maristella Svampa y Enrique Viale explican en su libro "Maldesarrollo" que el concepto de “desarrollo” se definió como meta a alcanzar para ese resto enorme del mundo subdesarrollado. En relación a la explotación de combustibles fósiles, cabe preguntarse si existe algún contraste en el modelo de "desarrollo" planteado durante el kirchnerismo -con foco en el autoabastecimiento- y la actual gestión de Cambiemos, lo que nos lleva a pensar en pueblos del sur con una doble función, criticar el modelo de desarrollo como meta a alcanzar y el neoextractivismo.
Desde el Observatorio Petrolero Sur señalan, en relación a la expropiación de YPF, que "al ponerse en marcha el proceso de legitimación de Vaca Muerta se desestimaron las advertencias en torno a la huella petrolera, los procesos de degradación de suelos y de agua advertidos por el PNUD en 1996 y 2010.". A su vez, denuncian un discurso que acusa a quienes rechazan el fracking como poseedores de ideas catastrofistas y poco fundamentadas, y que la fuerza del acompañamiento popular no es otra cosa que “terrorismo ambiental”.
Consultado en relación a este conflicto socioambiental, el abogado ambientalista Enrique Viale explica lo siguiente:
“Nosotros lo vemos como un fantasma, una promesa que no se puede alcanzar. Los datos oficiales hablan incluso de una reducción de puestos de trabajo: a pesar de la flexibilidad, no lleva desarrollo, y sin contar los pasivos ambientales y económicos. Existe un 'consenso de los commodities': tanto gobiernos progresistas como de derecha ven a la explotación de la naturaleza como un destino, y no una decisión geopolítica mundial que nos pone en ese lugar. Cuando se 'renacionalizó' YPF, hubo una fuerte presión del gobierno nacional y los gobiernos provinciales, sacaron a relucir los pasivos ambientales en todo el país, particularmente la Patagonia. Más de 5 mil millones de dólares. Ni siquiera deberíamos haber pagado. Luego no se volvió a tocar el tema.
En relación a la desaparición de Santiago Maldonado, ha habido una vuelta de tuerca con este gobierno: crearon enemigos internos con a partir de la figura del mapuche, que son las únicas comunidades que le ponen un límite a Vaca Muerta. A través de la criminalización y militarización de esas zonas. También está el caso de Rafael Nahuel como parte de esta demonización del pueblo mapuche.
A excepción de Proyecto Sur y algunos sectores de la izquierda, son muy pocos los que salen a cuestionar este consenso que se ha implantado: cualquiera que critique esto es un loco o un extremista que no entiende nada. La lucha cultural es uno de los aspectos más difíciles a superar, ya que el discurso del cambio climático en Argentina es algo muy complejo, como que no pega en la clase política. No lo ven como un problema ni como un desafío a superar.
Muchos de los que van a criticar el G-20 no ven al cambio climático como una problemática y al fracking tampoco, pero nosotros haremos un esfuerzo muy grande por mostrar las contradicciones, por ejemplo las de Francia operando con empresas francesas en otro país pero teniéndolo prohibido al fracking en su territorio. Por eso nosotros haremos otra cumbre paralela, dándole muchísima prioridad al cambio climático".
UN DESARROLLO SOSTENIBLE PARA ARGENTINA: ASUMIR LOS DESAFIOS HACIA LA TRANSICION ENERGETICA
Una orientación pragmática llevaría a aceptar que ante la crisis energética actual, nuestro país debería apuntar a la seguridad del abastecimiento, diversificando las fuentes de gas y petróleo, por lo que sería estratégicamente deseable desarrollar Vaca Muerta como reemplazo a los yacimientos convencionales en declive. Ahora bien, esta actividad debería encuadrarse dentro de una lógica de eficiencia económica y absoluto cumplimiento de las normas de preservación ambiental, dos elementos que de momento parecen contradictorios y ajenos a la realidad del fracking en Argentina.
¿Por qué en vez de seguir el camino de países que siguen explorando reservas de gas esquisto a pesar de las consecuencias geológicas denunciadas, no miramos a Dinamarca, uno de los pocos países europeos que posee petróleo y gas natural y que aun así es uno de los que más apuesta por la energía eólica?
Es hora de queArgentina finalmente asuma las prácticas indígenas del Buen Vivir junto con una promoción prioritaria de la Ley 27.191 de energías renovables, un paso imprescindible para que nuestro país deje de pertenecer a la categoría de las naciones cuyo compromiso para combatir el calentamiento global resulta altamente insuficiente.
(*) Sociólogo (UBA) y estudiante de MSc en Ambiente y Desarrollo Sostenible (UCL) @jrein88