(Artículo publciado en la edición Nº29)
En Uruguay se comprueba que el consenso socialdemócrata mantiene su vigencia
Imaginen esta escena: las principales entidades empresarias realizan un gran evento en un moderno hotel de la zona de Puerto Madero con el título “Argentina, país de oportunidades”, una gran demostración de confianza en el modelo de crecimiento con inclusión social. Están allí la presidenta Cristina Kirchner junto al vicepresidente Julio Cobos, todos los ministros del gabinete nacional, los principales líderes de la oposición incluyendo a los precandidatos presidenciales, gobernadores, parlamentarios, los máximos referentes de la industria y el agro, la UIA, la AEA y hasta la Mesa de Enlace.
La Presidenta se extiende en su discurso sobre la necesidad de “alcanzar los grandes consensos nacionales que nos permitan seguir creciendo con seguridad y equidad”. Es la mejor manera, sostiene, “de reafirmar el rumbo y la orientación económica del país ampliando sus bases y profundizando el modelo”. Esta ucronía inverosímil, está claro, nunca podría ocurrir en la Argentina y menos aún en tiempos electorales.
Hay varias razones, no sólo la actitud de sus dirigentes y gobernantes, que explican
esa imposibilidad y en cierto modo, es lógico que así ocurra: los surcos abiertos y jirones en el camino han sido muchos. Pero esto que no podría pasar en la Argentina
es lo que sí ocurrió en Uruguay, el pasado 2 de abril en el Hotel Conrad de Punta del Este, en el encuentro llamado “Uruguay, país de oportunidades. Certezas para seguir creciendo con seguridad y equidad”.
Allí, el presidente José Mujica junto con el vicepresidente Danilo Astori se comprometieron ante el empresariado nacional y extranjero a mantener el rumbo de la política económica. Mujica convocó a los empresarios de la región a aumentar sus
inversiones y el empresariado señaló su aporte al crecimiento económico. En su declaración, los empresarios ponderaron las políticas del gobierno para reducir la pobreza, destacaron la mejora en los indicadores sociales y consideraron
que “la alta calificación, la prosperidad económica, una democracia madura y la alternancia política hacen del Uruguay un destino seguro y atractivo para las inversiones de empresarios locales y extranjeros”.
El mandatario destacó la presencia de los ex presidentes Julio Sanguinetti y Luis Lacalle, y del líder del Partido Nacional, el senador Jorge Larrañaga, a quien se refirió como “un amigo”. Detrás del evento estaba la pulseada entre el establishment económico y sectores del oficialismo frenteamplista que reclaman un aumento de la carga impositiva a los sectores más ricos para avanzar en políticas redistributivas;
pero por delante, otra magnífica muestra de madurez y civilidad política que se condice con un gobierno de izquierda, socialdemócrata, que no levanta a cada paso trincheras de confrontación y cosecha los frutos.
Los gobernadores Daniel Scioli y Hermes Binner, asistentes al encuentro, pudieron participar de este parque temático “país de las maravillas”, apreciar en la vecina orilla esta ventaja comparativa de los uruguayos que es la búsqueda del acuerdo y el
compromiso compartido como estrategia de construcción de poder político y crecimiento con equidad. En palabras del Pepe Mujica: “No hay país en América
Latina para vivir como este pequeño hogar donde todos nos conocemos, respetamos y toleramos”.
El vicepresidente Astori destacó además los acuerdos en temas estratégicos como educación, medio ambiente, energía e inserción internacional entre el gobierno y la oposición. Esta historia de las dos orillas rioplatenses se reproduce sin cesar, confirmando la idea de que en materia de cultura política no hablamos el mismo idioma. Invocar la necesidad de consensos es en la política argentina poco menos que arar en el desierto; disuelve las identidades, desdibuja a los actores, “ablanda” los discursos.
La parábola “no positiva” que cerró en sí mismo el vicepresidente Julio Cobos empezando por el radicalismo K y terminando con la idea de una posible “simbiosis” (sic) entre el radicalismo y el peronismo federal, refleja con nitidez esa esterilización política de las fórmulas consensuales vaciadas de contenido. En este escenario, mueve más saber contra quién actuamos que para qué y hacia dónde lo hacemos. La
confrontación es la mejor fuente de productividad política.
Por eso, la polarización ?un recurso momentáneo y táctico de todo tiempo electoral? es en estas elecciones una herramienta estratégica a la cual tributan eficazmente los climas de “batalla crucial y decisiva” en las que lo que se va a decidir es “mucho más
que un presidente y un gobierno”. Aquí sí valdría la pena el ejercicio contrafáctico:
¿cuánto se perdió en términos de inversiones, de calidad institucional y de calidad de vida por la falta de un clima de confianza, diálogo político civilizado y certidumbres en las reglas de juego? De un lado se denuncian conspiraciones destituyentes, retrocesos inauditos, maniobras asociadas a lo peor de nuestra Historia.
Del otro, avanzadas hegemónicas que “vienen por todo” y se quieren llevar puesta a la democracia y a la República. ¿Cree el kirchnerismo que colocarse como única alternativa a “volver al 2001” habla bien de lo realizado tras ocho años de gobierno?
¿Supone Macri que capitaliza políticamente convocar a quienes creen que estamos en el peor momento desde el regreso de la democracia? Antagonismos irreductibles
que tanto mal le han hecho al país y, sin embargo, tanto prenden como interpretación de la Historia y como motivación militante del presente, acaso porque tan bien representan a los imaginarios políticos dominantes.
Aunque poco tengan que ver con las circunstancias objetivas y las oportunidades que
se presentan hoy frente a nuestros ojos.