(Columna escrita junto a Miguel de Luca)
El tercio de la Cámara Alta que se renueva este año es el más peronista de todos.
A Alfonsín le hundió la Ley Mucci. A De la Rúa le masticó la Banelco. A Cristina le acomodó un voto no positivo. A Macri le desenchufó la reforma electoral. El Senado es una cámara difícil hasta para el peronismo, pero sobre todo para los no peronistas. Y este año se renueva su tercio más peronista: el grupo de la muerte. Cambiemos se juega todo; una derrota transformaría el 2019 en una gran interna del PJ.
Mientras el peronismo tiene quórum propio, el oficialismo controla menos de un cuarto de los senadores. Más precisamente, un quinto: 15 sobre 72. La experiencia y la Constitución recomiendan no bajar del tercio, o sea 24: es el número que le permite al presidente mantener un veto y evitar el juicio político. Y nombrar jueces, diplomáticos y generales, además de aprobar tratados internacionales. Una de dos: o el gobierno sale a buscar los nueve senadores que le faltan o deja de llamar feudales a los gobernadores peronistas, de los cuales dependerá su supervivencia.
El problema es que el tercio que se renueva es el más peronista de todos. Explicación: en ese grupo hay cuatro provincias que tienen gobernadores peronistas desde 1983, y una quinta que lo perdió por primera vez en 2015. Son fieles. Algunas incluso mandan a los tres senadores del mismo palo, aun cuando la reforma de 1994 fue diseñada para asegurar la representación de la minoría. Hoy, todos los senadores de La Rioja, San Juan, San Luis y Misiones son peronistas de diversa pelambre. En total se renuevan 14 senadores del FpV, seis peronistas diferentes, tres radicales y un margarito.
Los otros dos grupos provinciales, que eligieron senadores en 2013 y 2015, son más volátiles. Cada uno incluye una sola provincia monó- gama: La Pampa, fiel al PJ, y Neuquén, del MPN. Los demás distritos son bígamos o promiscuos, por lo que se espera un mejor desempeño de la oposición no peronista. El lote que se renueva ahora es el más estable y, vale repetir, el más peronista.
Entre tantas pálidas, el gobierno tiene algunas a favor. Primero, el tercio de 2017 es el que entró con la avalancha K de 2011. Eso implica que incluso una derrota digna mejorará la representación oficialista. Sin embargo, sumar menos de nueve senadores dejaría al presidente debajo del tercio fatídico.
El segundo factor es el cambio de mando de 2015. En Buenos Aires y Jujuy, con gobernadores propios, se presenta factible pasar de minoría a mayoría senatorial. El control del Gobierno Nacional potencia la competitividad en las otras seis provincias.
El tercer factor es el carácter intermedio de esta elección. No habiendo gobernadores que terminan su mandato y buscan refugio en el Senado, esta renovación será menos disputada que la anterior y que la próxima. Además, una elección legislativa desconcentra el voto, lo que termina afectando más a los opositores que al oficialismo.
Y también está el factor intangible del cambio de época
Para diseñar una estrategia electoral es necesario comprender la forma de elección y la geografía electoral del senado. Se trata de una elección a mayoría simple: el secreto consiste en llegar primero. Basta un voto de diferencia. Cambiemos hasta podría hacer la Gran Trump y obtener más senadores que los demás con menos votos que los demás. Para eso debería: 1) concentrarse en los distritos más accesibles, 2) evitar defecciones producto de unas PASO sangrientas o un reparto injusto, 3) mantener al peronismo dividido
Los distritos más accesibles son los que ganó en 2015: Buenos Aires, Jujuy, Santa Cruz (donde su candidato a gobernador sacó más votos pero perdió por la Ley de Lemas) y La Rioja (donde Macri derrotó a Scioli). En los otros cuatro, el objetivo de mínima es alzarse con la minoría. Para eso alcanza con evitar defecciones.
¿Cómo evitar defecciones? Los estudios muestran que los partidos tienen problemas para transferir sus votos de las PASO a la general. Por eso, hacen falta mecanismos compensatorios para los que pierden la interna, de modo de comprometerlos para la general. El más simple es el pago colateral: un partido encabeza candidaturas para el Senado, el otro para Diputados. Eso evita estupideces como la de 2015 en Misiones, cuando la división de Cambiemos le regaló los cuatro diputados al FpV. Un método más sofisticado pero no menos eficiente consiste en compartir las bancas mediante rotación, tal como hace el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Si no se puede ganar dos cargos, medio es mejor que nada.
Las victorias requieren, en cambio, mantener al peronismo dividido. Para ello el gobierno cuenta con una estratega, María Eugenia Vidal, y dos ayudantes: Cristina Kirchner y Sergio Massa.