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Socialistas, radicales y laboristas

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17 abril de 2015

(Columna de Santiago Senén González)

El primer diputado socialista de América fue una figura clave para el desarrollo de la legislación laboral en Argentina desde comienzos del Siglo XX.

La vida de Alfredo Palacios tiene aspectos de leyenda. Se cumple medio siglo de la fecha de la muerte del último romántico de la política argentina: legislador, escritor, periodista, diplomático, profesor y académico que descolló en cada actividad que desarrolló.

Un punto de partida de quien fue uno de los constructores del derecho del trabajo en la Argentina se remonta al hecho ocurrido cuando la Facultad de Derecho rechazó, el 19 de junio de 1900, la tesis doctoral de Palacios. La había titulado “La Miseria en la República Argentina”, y en ella se encontraban muchos de los ejes de sus obras posteriores como intelectual, parlamentario y también abogado.

Los profesores conservadores de esa casa de estudios se excusaron, pues “era rechazada por contraria a la “Ordenanza General Universitaria”, que prohibía expresamente toda palabra injuriosa para las instituciones. Adrián Patroni, un pionero del movimiento obrero organizado, comentó en La Vanguardia: “En vez de presentar una tesis hueca, hizo un estudio acerca de las condiciones especiales en las que trabaja y vive la clase obrera argentina”.

No debemos omitir en ese derrotero hacia la construcción del Nuevo Derecho de los Trabajadores, la labor de Alfredo Palacios como convencional constituyente nacional en 1957. Su pensamiento y su acción quedaron reflejados, entre otros temas en el discurso, que fundamentó su apoyo al artículo 14 bis o 14 nuevo, que incorporó los denominados derechos sociales, inspirado por el radical Crisólogo Larralde. Y fue ese el único resultado concreto de esa Reforma.

Su paso por la apasionante política argentina marca un hecho inédito. Fue cuando, en esa Convención, hablo el ex dirigente de la carne y cofundador del Partido Laborista, Cipriano Reyes. El, promotor de la movilización del 17 de octubre de 1945, que llevó al poder a Juan Perón, expresó “?era un niño cuando escuchaba a don Alfredo Palacios llevando su puñado de ensueño y su palabra de ardor a la juventud. Allí comencé a sentir, yo también el espíritu de lucha y el ideal que avanza buscando un mundo mejor?”

PRIMER DIPUTADO SOCIALISTA

El 13 de marzo de 1904 se produjo un hecho trascendental: propuesto por el barrio de La Boca, Alfredo Palacios fue elegido diputado y se transformó en el primer legislador socialista de América. Un gran logro para aquel letrado que había colocado en la puerta de su casa la siguiente placa: “Abogado. Atiende Gratis a los Pobres”. Palacios es quien que lleva por primera vez al Congreso los reclamos, protestas y esperanzas de la clase trabajadora.

El militante socialista estrenó su banca de legislador el 2 de mayo de 1904 y su primer proyecto fue pedir la derogación de la Ley de expulsión de extranjeros ( Nro. 4.144). Defendió su proyecto con un discurso pronunciado el 27 de mayo de ese año en contra de la nefasta Ley de Residencia. Como si estuviera dando una cátedra explicó el proceso económico social que conduce a las huelgas, como una manifestación de la lucha de clases, erróneamente atribuido a activistas extranjeros, contra lo cual “son inútiles ?dijo- las leyes de excepción”.

EL DESCANSO DOMINICAL

Propuesta por Palacios el 22 de septiembre de 1905 el Congreso aprueba la ley que establece el descanso dominical. Durante la discusión parlamentaria del proyecto se mezclaron adrede todo tipo de situaciones. Desde decir que es lo mismo “domingos” que “feriados”; el término “dominical” con “hebdomadario” (semanal); hasta discutir si los feriados son una cuestión religiosa e incluso plantear si se puede imponer el descanso dominical a los judíos. El proyecto a la postre logró su aprobación. Fue una ley arrancada a la oligarquía.

La “Ley de la Silla” fue redactada por Alfredo Palacios en 1907 luego de una lucha continua y vanguardista en las que descollaron las trabajadoras anarquistas y socialistas. Ellas, acompañadas por las tejedoras, fosforeritas, alpargateras, trabajadoras del vestido, sombrereras, textiles y demás empleadas de comercio, salieron a las calles por vez primera, para proclamar por sus derechos. Esta ley obliga al empleador a proveer de una silla o taburete con respaldo a sus empleados de todo rango. De esa manera, la “Ley de la Silla” (Nro. 12.205/ 35) no es sólo un derecho de todos los trabajadores de Argentina, sino que se trata de un hito de la participación femenina en la historia del país.

OTRAS LEGISLACIONES AVANZADAS

Entre los numerosos proyectos legislativos de Palacios se destaca el establecimiento de la jornada laboral de ocho horas. Fundamentaba así la lucha que en todo el mundo se planteó desde 1886 para que se redujera la jornada laboral. El proyecto no fue considerado. Palacios lo volverá a presentar en 1915, poco antes de renunciar a su banca.

Durante su vida Palacios demostró su defensa de la democracia, su apego a la ley. Así fue a lo largo de toda su vida como político, como lo muestran varios hechos, algunos de los cuales mencionamos. Como diputado nacional intervino reclamando por la masacre de Ingeniero White en julio de 1907, durante la huelga de portuarios. Luchaban por mejores salarios y condiciones de trabajo, cuando irrumpe un piquete de marinería. Matan a siete personas, entre ellos un niño de doce años. Por estos sucesos interpeló en la Cámara de Diputados al ministro de Marina, y pidió la destitución del comandante Astorga, responsable de lo ocurrido, quien a los pocos días fue separado del cargo.

Un hecho no repetido hasta hora fue protagonizado por Palacios y ocurrió el 20 de mayo de 1961. Con revólver en mano, secuestró una picana eléctrica empleada por la policía de la localidad de San Martín, provincia de Buenos Aires. Muchas más anécdotas se pueden encontrar sobre este personaje excepcional de nuestra vida política. Sólo recordamos que murió pobre, sin bienes, en una casa poblada de libros y documentos sobre los movimientos sociales, en la calle Charcas al 4700. La vivienda fue donada por el escribano Alfonso Romanelli, quien fuera su secretario en los años 20. El 20 de abril de1965 sus restos fueron despedidos por una multitud desde el salón Azul del Congreso para ingresar en la Historia.

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