(Columna del politólogo Gabriel Negretto, del Centro de Investigación y Docencia Económicas -CIDE- de la ciudad de México)
El Pacto por México, citado por algunos políticos locales como un modelo a seguir, tuvo algunos éxitos pero se está resquebrajando a poco de haber comenzado
El pasado 18 de octubre Sergio Massa elogió la iniciativa del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, de acordar con los principales partidos reformas estructurales necesarias para el país. Massa se refería al Pacto por México (PM), un acuerdo político firmado en diciembre del 2012 entre el PRI, el PAN y el PRD para promover una serie de reformas legislativas y constitucionales en materia económica, política y social. No queda claro qué reformas tuvo en mente Massa al mencionar este acuerdo, pero es probable que haya pensado en el PM como un modelo de gobernabilidad que podría proponer de ser él mismo elegido presidente en 2015 y generar así la imagen de un gobierno de consenso y de horizontes de largo plazo.
El problema es que el éxito del PM en lograr estos objetivos no ha sido duradero.
PRESIDENCIALISMO DE COALICION
Ningún régimen presidencial da fuertes incentivos para crear o mantener coaliciones de gobierno o gabinetes multipartidistas, ni aun cuando el partido del presidente carece de mayorías en el Congreso. Ciertamente, estos gabinetes son más frecuentes cuando el partido del presidente es minoritario. Pero aun en estos casos, ni el presidente ofrece todos los cargos que debería para lograr un apoyo legislativo sólido ni todos los partidos a los que se les ofrece participar aceptan hacerlo. Las coaliciones de gobierno también tienden a desmantelarse conforme avanza el calendario electoral y los partidos de oposición buscan competir por la presidencia.
Como resultado de estos factores, los presidentes minoritarios (cuenten o no con un gabinete multipartidista) recurren con frecuencia a las coaliciones legislativas, formales o informales, para implementar sus programas. El PM no ha escapado a esta lógica. Con tres grandes partidos que son contendientes permanentes a la presidencia, las coaliciones de gobierno carecen de viabilidad política en México.
Por esta razón, a pesar de que el PRI no alcanzó una mayoría en ninguna de las cámaras del Congreso, el acuerdo político propuesto por Peña Nieto no incluyó incorporar miembros de la oposición en el gabinete. Sólo se basó en una serie de objetivos comunes de reforma en materia de derechos ciudadanos, crecimiento económico, seguridad y justicia, rendición de cuentas y gobernabilidad democrática. El PM buscó así servir como marco para la formación de coaliciones legislativas reformadoras integradas por los tres partidos. Este marco fue muy amplio y dejó las cuestiones de detalle para definir al momento de negociar cada reforma.
CONDICIONES UNICAS
El PM surgió de un contexto político peculiar. El final del gobierno de Felipe Calderón (PAN), estuvo marcado por una sensación de crisis generalizada fruto de una escandalosa cifra de muertes acumuladas como resultado de la guerra contra el narcotráfico, un crecimiento económico mediocre y una notoria falta de avances en materia de justicia, combate a la corrupción y disminución de la desigualdad. Esta sensación de crisis compartida fue suficiente para darle un triunfo al PRI en la elección presidencial, pero no para que éste obtuviera una mayoría de bancas en la elección del Congreso.
Al mismo tiempo, las elecciones de 2012 llevaron al PAN y al PRD a una crisis interna. El PAN obtuvo el porcentaje de votos más bajo a nivel nacional desde el 2000, mientras que el PRD sufrió una escisión interna, cuando luego de la elección su candidato presidencial decide abandonar el partido.
En este contexto, la estrategia de Peña Nieto fue sin duda hábil y oportuna para obtener, él y su partido, un rédito político inmediato. Al ofrecer un acuerdo interpartidario en torno a grandes objetivos nacionales, el Presidente se forjaba una imagen de estadista y ganaba el apoyo de un importante sector de la ciudadanía que todavía veía con desconfianza el retorno del PRI. Entretanto, para las nuevas dirigencias del PAN y del PRD, el pacto les ofrecía un punto de apoyo para construir sus liderazgos y mostrarse colaborativos con reformas que supuestamente beneficiarían a una mayoría de la población.
EL RESQUEBRAJAMIENTO DEL MODELO
El PM no sólo dio a Peña Nieto y su partido una imagen favorable, sino que también produjo varios éxitos iniciales. Como derivado del pacto, se aprobaron tres reformas (educativa, financiera y de telecomunicaciones) que hacía tiempo se discutían, pero que ningún gobierno había logrado hasta el momento. Estas reformas fueron aprobadas con un grado relativamente alto de consenso entre los partidos principales. Pero ese consenso inicial se fue diluyendo.
La reciente aprobación de una reforma hacendaria entre el PRI y el PRD, con exclusión del PAN, los conflictos suscitados por una reforma política en la que naturalmente los intereses de los partidos de oposición y del partido del gobierno no coinciden plenamente, y las diferencias que está generando la reforma energética, han comenzado a desmantelar el pacto.
Si esta última reforma surge, como es probable, por un acuerdo entre el PAN y el PRI, excluyendo al PRD (que se opone a toda participación de capitales privados en la exploración o explotación de hidrocarburos), será el final del PM.
Este modelo de gobernabilidad habrá entonces durado poco y es difícil que pueda imitarse en un contexto político como el argentino, en el que no hay acuerdo sobre cuáles son las reformas estructurales que necesita el país y donde se carece de un sistema de partidos estable que podría sostener dicho acuerdo.