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Volver al mundo es más complejo

18 julio de 2016

(Columna escrita junto a Gino Pauselli)

Aislarse es malo, someterse también. ¿Puede Argentina equilibrar su política exterior?

Con Cristina, Argentina se aisló del mundo. Con Macri cambiamos: volvimos a Occidente y peleamos por la Secretaría General de las Naciones Unidas. Ese es el discurso del Gobierno.

El mundo se nos cae encima. Estados Unidos perpetra el unilateralismo mientras Europa se desintegra. Hay que construir alianzas con las potencias emergentes para asegurar la inserción argentina en el mundo que viene.

Ése era el discurso del gobierno anterior.

Lo irónico es que ambos son parcialmente ciertos. Argentina se había alejado de un Occidente del que todavía depende, sea para emigrar o para importar tecnología. Pero Occidente da señales de desagregación y China cada vez nos compra más. ¿Cuál será la estrategia correcta, confiar en el reequilibrio del orden mundial o jugarse a la emergencia de un nuevo orden?

Sugerimos que ninguna. O, mejor dicho, las dos. Cuando las chances son parejas o desconocidas, lo recomendable es cubrirse: diversificar las apuestas, no poner todos los huevos en la misma canasta. En otros momentos de la historia apostamos todo a un pleno y terminamos en la vía.

Pero el aislamiento fue un mito o, nunca menos, propaganda. Cristina fue la presidenta argentina que pasó más tiempo en el exterior después de Menem. En una investigación realizada con el politólogo brasileño Octavio Amorim Neto mostramos que Dilma Rousseff tuvo la mitad de la itinerancia internacional de Cristina.

Brasil, la gran potencia emergente, estuvo más “aislado” después de Lula que Argentina después de De la Rúa. Brasil no fue una excepción. La segunda potencia latinoamericana, México, también redujo su diplomacia presidencial durante la última década. Los gigantes regionales venían aumentando su activismo internacional de manera continua, pero empezaron a retraerse al mismo tiempo Argentina ganaba espacios. Es cierto que esos espacios no estaban en Estados Unidos ni Europa, pero entonces debemos hablar de reorientación más que de aislamiento.

Y sin embargo, la reorientación fue de forma y no de substancia. En los últimos doce años, Argentina evitó enfrentarse con Occidente en las áreas prioritarias para Washington: terrorismo y cuestiones nucleares. Tampoco se alejó más que sus vecinos: Argentina fue el quinto país latinoamericano que más veces votó con Estados Unidos en la ONU.

El principal destino de los viajes de Néstor y Cristina fue el mismo que tenía Menem: Estados Unidos. La diferencia es que, en los 90, el presidente asistía con mayor frecuencia a Europa y con menos a los países vecinos. Kirchner se concentró, además de en la política interna, en Estados Unidos, Brasil y España. Como se puede observar en el Gráfico, Cristina viajó más y a más lugares: entre los principales destinos aparecieron China, India y diversos países latinoamericanos.

Así, durante el tiempo de los Kirchner la Argentina no estuvo aislada del mundo sino del primer mundo, y tampoco tanto. Resulta que Cristina le había augurado un descenso de categoría que aún no ocurrió, mientras el mundo alternativo tarda en ascender. La mejor solución, entonces, consiste en jugar en todos los mundos. Aislados no, integrados sí; pero con muchos, y no mucho.

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