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Acerca de cisnes negros, patos criollos y caranchos

La trifecta de mega-devaluación concurrente con una recesión y quiebre momentáneo de régimen “podría” acontecer a la brevedad, o “seguro” en diciembre.

Las predecibles ocurrencias del cisne negro, versión argentina.
Las predecibles ocurrencias del cisne negro, versión argentina.
Diego Miranda 18 agosto de 2022

No sólo Australia tiene cisnes negros autóctonos

En el año 2007, el matemático y analista financiero Nassim Taleb propuso lo que se conoce como teoría del cisne negro. De acuerdo a esta popular teoría, la apariencia de estabilidad en que se desenvuelven las sociedades modernas está siempre sujeta a ser alterada por un evento altamente improbable, pero de impacto sistémico. Estos cisnes negros no son considerados eventos posibles ni seriamente discutidos con anterioridad a su manifestación pública. Por ello sólo pueden explicarse, o racionalizarse, sostiene Taleb, una vez que un cisne negro ha ya efectivamente impactado sobre las sociedades afectadas por su presencia. 

Esta versión mínima de Taleb ha encontrado hogar en el debate económico y político mediatizado en Argentina. Así mechada, su teoría es esgrimida con entusiasmo por diletantes profesionales que no cesan de augurar cisnes negros -a diario en estas últimas semanas- que podrían afectar la durabilidad del gobierno y la estabilidad económica del país[1].

Discuto aquí este último tipo de cisne negro, versión argentina: el siempre augurado por un coro experto que canta con menor o mayor indignación “se viene la crisis”, muchas veces al año y, en muchos casos varios años seguidos, hasta ahora, en el ciclo iniciado en el 2019, erradamente.

Escapa al argumento que se presenta aquí si se dará o no la trifecta de bruta recesión, megadevaluación y quiebre al menos momentáneo de régimen que la experticia mediatizada otea en el horizonte. El descenso del cisne negro, corte argentino. A pesar de sus limitaciones, sin embargo, la teoría que el coro esgrime permite hacer al menos tres comentarios críticos al extremo mal uso que se hace de ella. 

  1. Primero, y en forma tajante: el cisne negro del que tantas cosas decimos apunta a una certeza, con lo que no puede ser un cisne negro talebiano. Cuando hablamos de cisnes negros en Argentina, entonces, discutimos de aves autóctonas.
  2. Segunda y no pequeña diferencia: en Taleb siempre hay una minúscula y poco visibilizada minoría capaz de prever y tomar ventaja del cisne negro que se cierne sobre la estructura. En Argentina, en cambio, los expertos y expertas que ven cisnes negros en ciernes son multitud, apuntando a una certeza. Los expertos de Taleb tienen como punto ciego aquello que no es parte de lo establecido. El de nuestro coro experto es la posibilidad de algún grado de gobernanza y estabilidad. Argumentos para dudar de tal improbabilidad, sobran.  Pero al pan, pan, y al vino, vino: son argumentos ajenos a la teoría que tan mal utilizan como titular.
  3. En tal sentido, finalmente, debe notarse que en Taleb hay también cisnes negros de naturaleza positiva, una posibilidad nunca bien ponderada por nuestra mediatizada experticia. Porque en Argentina, el presunto advenimiento de un augurado cisne negro está siempre acompañado por ese sentimiento agónico de crisis terminal inminente, y por el pánico visceral grabado a fuego en nuestra memoria de corto plazo por esa “peor crisis de la historia”, siempre por venir. Abajo se discuten estos tres puntos, y algunas de sus implicaciones para con el brete en que otra vez (tres o cuatro años son nada) pareciéramos querer volvernos a encontrar.

 

Las predecibles ocurrencias del cisne negro, versión argentina

El primero entre nuestros cisnes negros en ser oficialmente reconocido fue augurado por el diario La Nación del 9 de julio del año 2015. La referencia es obligatoria. La editorial de ese día puso en duda la sustentabilidad del gobierno, sugiriendo el advenimiento de una serie de eventos que podrían alterar “el rumbo aparentemente tranquilo [sic] de la evolución” del país. Dando como fecha de vencimiento la elección presidencial del 2015, la editorial preveía “una situación de pérdida de control de la conducción económica... [y] una reacción social caótica... [incluyendo] una corrida cambiaria... [y] bancaria que lleve a imponer un corralito... y a acentuar el cepo... antes del próximo 10 de diciembre”. Bastaría agregar hiperinflación a la lista de palabras, y la editorial podría haber sido parte de las noticias de ayer.

Titulada “El sobrevuelo del cisne negro”[2], la editorial jugueteaba con la teoría de Taleb, malinterpretándola, y errando en forma notable, también, su diagnóstico de desastre macroeconómico en ciernes: tomó hasta principios del 2018 para que ello empezara a ocurrir. 

Lo importante a destacar, sin embargo, es que el cisne negro entonces augurado no era ni es consistente con Taleb. Esto es así desde que, cambiando algunos nombres y fechas, y la denominación (previo al 2007 los cisnes negros eran meras curiosidades australianas), referencias a esta y similares -en ciernes o realizadas- crisis terminales, eran y son rutinarias en el país. De hecho, la cuestión para nosotros no es explorar si el quiebre ha de ocurrir, sino definir cuándo ocurrirá. Ganar la trifecta. 

Históricamente, dichos quiebres han acontecido en forma concurrente, también, con la efectiva equiparación de la figura presidencial con una entidad tan o menos reactiva que un (corrupto, cuando se ha podido decir) pato criollo. Con mayor o menor mérito personal, ningún presidente o presidenta en nuestra historia ha podido evitar ser así presentado en contextos de real o esperada crisis terminal. 

El terreno donde campean nuestros cisnes negros es entonces ese espacio delimitado por denuncias de pérdida de confianza por parte de un “mercado” de naturaleza claramente oligopólica, un gobierno que “no pega una”, y lo que en los años '60 se llamaba construcción del consenso de terminación. Esto es, el surgimiento del “espíritu de época” desde el que se demonizaba (y demoniza) a la coalición de gobierno que perdiera o estuviera por perder control del ejecutivo, y a los instrumentos que al calor de la post-crisis se entiende habrían causado el “inevitable” quiebre. Lo que parece querer pasar hoy, pasó antes también.     

Es de notar, en tal sentido, que el tira y afloja que subyace al graznido de nuestros cisnes negros gana preponderancia en las previas de elecciones nacionales, o ante cualquier turbulencia económica internacional o regional. Los gobiernos capaces de sobrevivir a estos eventos sacan pecho en cuanto pueden, mientras que la oposición prevé (o fogonea) el pronto advenimiento de otra crisis, a la menor brevedad. 

Tal como se aprecia ahora, y como se apreciaba -con mayor o menor intensidad y lealtad democrática- en el 2018-2019, el 2014-2015, el 2008-2009, el 2001-2002, el 1988-1990, y así, diferentes pero siempre parte de la misma familia, nuestras crisis, hasta los tiempos del ñaupa. Está escrito en los libros de nuestra mala memoria: lejos de ser improbables, las crisis a las que refieren nuestros incesantes cisnes negros son una característica distintiva del ciclo que nos caracteriza. Donde en sus ciclos otras sociedades conocen raramente algo más que recesiones, nosotros conocemos mayormente crisis terminales... desde el inicio mismo de la argentinidad. 

 

La experticia del instante versus el pato criollo

De acuerdo a Taleb, un cisne negro sorprende debido a las limitaciones del pensamiento inductivo que rige el comportamiento de las sociedades modernas. Lo que se conoce y se discute en público se deriva de “hechos” tal como son conocidos antes de la aparición de un cisne negro. Esto es: no se sabe lo que no se sabe, y ese inexplorado no saber golpea a las sociedades desatentas, en forma imprevisible. 

Aún más, Taleb señala que ese engaño sistémico se genera a través de narrativas y predicciones hechas por comunidades expertas que operan sobre la base de la supuesta estabilidad del sistema que sostienen -y las sostiene-. Usando sus saberes, las comunidades expertas de Taleb hacen proyecciones de largo plazo que sustentan la apariencia de estabilidad imperante, sin considerar la fragilidad de esas proyecciones ante la siempre posible corporización de un cisne negro. Tal es Taleb.

El contraste con el cisne negro estilo argentino rinde evidente el mal uso de su teoría en nuestros lares. El coro experto criticado por Taleb, en efecto, es incapaz de predecir el advenimiento de un cisne negro: no puede y no tiene incentivos para querer poder hacerlo. Nuestro coro experto, en cambio, augura con certeza siempre renovada que este tema de hoy sí podría ser el detonante del fin de ciclo que debería haber ocurrido (y fuera predicho o fogoneado) el mes pasado, el anterior o ambos, en los últimos dos a tres años. 

Debatir esto que es “por todos conocido” no es sencillo. Por lo que se ve y escucha en aire, dudar del consenso es mayormente recibido con miradas de asombro incrédulo ante la potencial complicidad con los “ellos” del momento, y respondida con datos “irrefutables” y “santa indignación”. En la calle simplemente te miran con lástima. Esa especie de consenso a los gritos se refrita cotidianamente, angustiando y capturando la atención pública. Y en esa angustia “científicamente” informada, se dejan de lado algunas preguntas básicas. Entre ellas: 

¿Cuál es la pérdida de bienestar (económico, social y empresario) resultante de un coro experto que anuncia sin descanso el fin del mundo a la vuelta de la esquina, mes tras mes y año tras año, sin el más mínimo rubor?  Exponencialmente, ¿cuál es el costo de oportunidad de inversiones diferidas a la espera del tipo de cambio “más competitivo” que se materializará con la gran crisis recién (de vuelta) anunciada por “short papers” y “newsletters” confidenciales, anoche, y aireados hoy en debates circenses por TV? Lo que podría, habría y debería haber pasado, pero no pasó, no viene gratis, y lo que se gana y se pierde no está bien distribuido. 

La pérdida neta resultante de todo esto es, desde una perspectiva talebiana, cuestión de estudio permanente para un emprendedor o emprendedora, en lo económico, en lo social y en lo político. Pero en nuestro contexto, hacer eso requiere revisitar los límites de “la certeza histórica” de la crisis terminal inminente. Los costos de esperar el retorno de la “disciplina” y el “(re)sinceramiento” que devendrían de la augurada crisis son altos. Esos costos incluyen un orden social más reconcentrado que el actual, una sociedad aún más polarizada, y la pérdida de actividad y lucro cesante que resulte de esperar hasta que pase finalmente esa crisis que siempre está llegando. Todo ante la fragmentación de acciones estatales que se desenvuelven crecientemente descoordinadas en el territorio. ¿Nuestra realidad a transformar?

 

Si de verdaderos cisnes negros talebianos se tratara

Mirando a la serie histórica de crisis terminales argentinas, y a la multitud de augurios que las pre y procedieron, queda claro que la naturaleza de los cisnes negros talebianos tiene un carácter distinto, cercano a lo antitético, al de nuestros baqueteados patos criollos y caranchos (epítetos letales cuando su significado se hace vox populi). Lo que hace entonces necesario definir: ¿cómo imaginar la manifestación de un verdadero cisne negro talebiano en el espacio en el que campean nuestras certezas de inevitable y pronta crisis terminal? 

Si de surgir de lo imprevisible se tratara, un cisne negro talebiano podría manifestarse, por ejemplo, como la fórmula para navegar administrativamente la construcción de políticas públicas efectivas, con el ejecutivo coordinando acciones en forma programada con gobiernos provinciales y locales. Una construcción infraestructural multinivel de este tipo les permitió, a las hoy sociedades industriales avanzadas, domesticar parcialmente a su «ciclo de negocios», durante la segunda mitad del Siglo XX. 

Un cisne negro talebiano en nuestros lares podría también manifestarse en el surgimiento de una oposición que no obstruye el proceso parlamentario, y que facilita al ejecutivo al menos terminar su mandato en forma ajustada al texto constitucional, si ello fuera necesario. Cuestiones de lealtad democrática. Puestos a pensar lo más altamente improbable, podría asimismo exponer el florecimiento de actividad económica con responsabilidad social empresaria, libre ya de ese tufillo a colusión oligopólica que crece en forma proporcional con la cementación del consenso de terminación asociado a una crisis terminal en particular.

Tales imposibilidades escapan a nuestro mundo de patos criollos y caranchos. Hablar de cosas tan improbables es bordear el ridículo en el “after office”, y potencialmente dañino para el mensajero. Pero aquí estamos, y debe decirse: hace semanas que observamos a un gobierno denunciado muerto día tras día. ¿Se trata de “Il morto che parla”? ¿O de una manifestación más de que la crisis terminal augurada (en un contexto de recuperación económica sostenida y un tipo de cambio efectivamente competitivo) ha sido hallada, otra vez, errada por la realidad? 

Para la experticia que debate a los gritos por dos segundos de exposición al aire, el caso está cerrado: se pudre todo igual. Un pato criollo puede versear, pero la trifecta de una mega-devaluación concurrente con una recesión (también aun por llegar) y quiebre momentáneo de régimen, como ha pasado tanta veces, “podría” acontecer a la brevedad. Pero el muerto no cae, “todavía”, y el coro experto ya ajusta predicciones: quizás el cisne no descienda hoy, pero se materializará “probablemente” mañana, “seguro” en diciembre. ¿Otro costo de oportunidad a ser ignorado por el principal del coro experto -como el costo resultante de haber diferido actividad e inversión en marzo, agosto o diciembre del 2021, o desde marzo del 2022? 

Hacer ese tipo de cálculos requiere abandonar certezas dogmáticas, imaginar lo improbable, pensar lo imposible, pero volviendo luego a tierra para conmensurar el bien común y ajustar estrategias colectivas, con lo que hay. Difícil pensar escenarios pareto-superiores en la fragilidad de nuestro perverso “día del(a) marmota”. Pero es de esa madera que se hacen los cisnes negros talebianos. Los nuestros, en comparación, son un libreto torpe, inefectivo y oneroso -además de cómodo- a ser superado. Ya en eso, diría seguramente Taleb, una renovación del repertorio y estilo comunicacional del coro experto tampoco vendría mal.     


 

[1] Ver, por ejemplo, la interminable lista de menciones a cisnes negros en la Argentina, de acuerdo a las noticias sindicadas por Google News: https://news.google.com/search?q=cisne+negro+argentina&gl=AR&ceid=AR:es-419

[2] Ver http://www.lanacion.com.ar/1808811-el-sobrevuelo-del-cisne-negro 

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