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Milei

Cien días espectaculares

Cien días que han sido de espectáculo. Literalmente. Es la forma más rigurosa de definir este primer tercio del primer cuarto de la Presidencia de Javier Milei en que se la ha pasado pasa generando contenido.

El presidente Javier Milei.
El presidente Javier Milei.
Luis Tonelli 21 marzo de 2024

En pocas donde el Soberano ya no es ni el Pueblo ni el Ciudadano, sino la G.E.N.T.E. -o sea, el rating mediático- a Milei le cabe el título de Primer Influyente -tanto como a Perón se le cantaba que era el Primer Trabajador - aunque en estas épocas no diría eso que "la única verdad es la realidad", sino más bien, y tal como piensa nuestro Presidente "la única verdad es la virtualidad".

Por ahora, el Presidente que ha venido a cambiarlo todo, ha producido el ajuste más reaccionario, injusto y cruel del que se tenga memoria siguiendo el manual argentino para hacerlo. Generar un pico inflacionario machazo para congelar gasto público y licuar los ingresos de los sectores que poco pueden hacer para defenderse. Cruel ajuste por un lado, y un desbarajuste de aquellos con un megadecreto y una ley trasatlántico, que hasta ahora solo le ha permitido llenar el espacio de la gobernabilidad con palabras e imágenes, pero no con legislación.

En los años ´60 Guy Debord enunció el archiconocido concepto de democracia de espectáculo, y Jean Baudrillard anunció la era del simulacro. Milei es la encarnación corregida y aumentada de esa conceptualización posmoderna. La suya, más que una Democracia de Espectáculo es un Espectáculo de gobierno. Al revés de Ronald Reagan, o incluso Donald Trump, que fueron showman para ser luego presidentes, Milei pareciera haber querido ser Presidente para ser showman. 

En la virtualidad, todo es posible, incluso profesar una ideología caduca que solo duerme en algunos anaqueles oxidados, o la recita algún lunático que también cree que la tierra es plana. Pero, se sabe que las situaciones de frustración colectiva son el caldo de cultivo ideal para el surgimiento de los iluminados, los mitos acusatorios, los chivos expiatorios, los manosantas, y los bufones.

Las frustraciones necesitan ser superadas en la catarsis del sacrificio. André Girard, el antropólogo francés que estudió profundamente los ritos sociales expiatorios) es más actual que nunca. Y nuestra sociedad, más que estar partida políticamente o ideológicamente, lo está en términos de clase. Muchos de los sectores medios que más estan sufriendo al ajuste de Milei, no se quejan de su situación, porque sería una manifestación de ser un "perdedor", un "fracaso vivo", un "parasito", o sea, un kirchnerista. Y eso que el kirchnerismo como fenómeno de poder ni siquiera hizo acto de presencia durante le "Pres-cindecia" de Fernández, Alberto (a) El Ausente. 

Estamos asistiendo al final de un juego ascendente  que comenzó con el auge de las commodities y que ha terminado con una triple crisis: la causada por el fin de la sociedad entre EE.UU. y China, la generada por el Covid y las cuarentenas globales y por último la creada por la invasión de Putin a Ucrania. En la fase descendente comenzó la típica situación crítica para la Argentina: la restricción externa. 

Del populismo de la soja, al escasear los dólares del comercio exterior, se pasó al populismo inflacionario, al que durante la Presidencia de Macri, se le sumó el populismo de la deuda. Después vino la cuarentena, que paradójicamente le permitió a Alberto Fernandez "a-gobernar" sin sufrir ingobernabilidad. La soja es inmune al Covid  y la demanda de dólares cayó, así que pudo capear el temporal sin mayores sobresaltos económicos. Un solo dato, la caída del PBI por la crisis de la convertibilidad fue el doble que la producida por un país absolutamente paralizado productivamente (salvo el CAMPO).

Claramente, el juego en donde era rentable el conflicto, ya que producía un renglón presupuestario para cada una de las partes en pugna se agotó en sí mismo. Para lucrar con él, no hacía falta la acción colectiva. Solo bastaba la amenaza. Las protestas piqueteras eran un desfile de Giordano. Las cuitas de los contratistas del Estado se arreglaban en opíparas mesas en el Hotel Duhau.

La expiación social y el temor a ser un de clase en términos de prestigio social, aceptan a que el Presidente diga barbaridades sobre la educación pública calificando a escuelas y universidades como "centros de adoctrinamiento marxistas" y que elogie como época dorada para la democracia liberal, los años de fraude y oligarquía que benignamente se ha denominado como el orden conservador. En el colmo de las ignorancias, critica como extorsiva la relación entre provincias y Nación, cuando fue diseñada por quien dice ser su luz y su guía: Juan Bautista Alberdi. 

El Presidente bloquea pornográficamente las negociaciones, como para licuar también toda simbología democrática-institucional. En vez de inaugurar las sesiones parlamentarias en realidad las clausuró con un pacto extralegislativo entre gobernadores sobre cuestiones que la constitución reserva explícitamente al Congreso. En el colmo de los colmos, y sin ningún empacho, el Presidente invita al Pacto del 25 de Mayo, solo si se sanciona primero la Ley trasatlántico.

Pero todo está permitido en la dimensión virtual, que más que la esfera pública de discusión es el mundo de la publicidad de la apariencia y la agresión de los guapos de X (ex Twitter), Instagram y Tik Tok. Allí Milei asume el rol de superhéroe televisivo, que se sabe, su acción e limita a destruir a los que califican como archivillanos. Se supone, que sin ellos, el Bien manda, y todo se da por generación espontánea. Sin el Estado Villavo, la Sociedad Civil Virtuosa y Virginal florecerá (como ejemplo a contrario de sociedad sin Estado está Rosario. Por supuesto, nada se dice del otro lado del mercado de la droga: los sectores más pudientes de la sociedad que son los que consumen cocina de alta calidad y barata comparativamente.

La sociedad ha caído en una reclusión privatista. Como en la cuarentena, pero circulando como zombies por las calles. Claus Off en los ´80 dio cuenta de lo que él llamó la lógica de la acción colectiva de los sectores populares. De la toma de conciencia, se pasaba a la organización, y de allí a la acción colectiva de la protesta, para que luego consiguiendo derechos y garantías, las organizaciones tuvieran un estatus cuasi público. La reversión de esas conquistas, no producían inmediatamente la acción colectiva, sino que debía darse todo el ciclo nuevamente ante la atrofia movilizatoria. 

Pero Milei está afectando cuestiones muy encarnadas en la cultura política argentina. Atacar la universidad pública, cuando la educación superior que se imparte en algunas de ellas (la UBA, la UNLP, etcétera) otorga títulos mucho más reconocidos internacionalmente que la más reconocida de las universidades privadas del país, es una pelea donde puede perder y mucho. Contra toda virtualidad, la realidad de una herramienta indiscutible de promoción social y necesaria para el desarrollo del país puede convertir rápidamente el disfraz de superhéroe que brillando disimula obesidades, en la trágica máscara de un villano desesperado. 

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