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Ciudadanía y candidatos

El baile político

Una buena coreografía demanda coordinación y comunicación entre los bailarines, ¿podrá la política ponerse de acuerdo con su compañero de baile?

No existe un manual de instrucciones que garantice el éxito en una campaña electoral.
No existe un manual de instrucciones que garantice el éxito en una campaña electoral.
Lucia Bonetto Cornatosky 05 octubre de 2023

En el mundo de la política, cada elección es un enigma. No importa si se trata de elecciones locales, provinciales o nacionales; los candidatos a menudo se encuentran navegando en un terreno incierto, tratando de entender la mente de los votantes y la dinámica de la campaña. 

Ahora bien, ¿es fácil encontrar y danzar al ritmo ciudadano? A priori, diríamos que no. En campañas locales la cercanía con la comunidad debería facilitar aquella sintonía. Sin embargo, en diferentes puntos del país se observa que, aún en las campañas municipales, la dirigencia política ha perdido la virtud de la conversación.

Ello se reafirma cada vez que oímos a un ciudadano diciendo que "la política está demasiado ocupada discutiendo por cosas que solo a ellos les importa" -nótese la diferencia entre aquel nosotros que engloba a la sociedad y ellos, la dirigencia o, lo que algunos referentes mencionan como la casta-. Sucede una situación similar al iniciar el abordaje territorial en el marco de una consultoría, cuando preguntamos a los dirigentes "¿cómo iniciaste el abordaje territorial?". La respuesta, en cuantiosas oportunidades, es "entregamos la boleta". 

Incluso más, en numerosas ocasiones cuando no encuentran personas en la vivienda, se procede a dejar la boleta en la entrada, omitiendo cualquier conversación cara a cara. ¿Es suficiente con entregar la boleta? ¿Basta entregarla para decir que establecimos algún tipo de vínculo con la ciudadanía? ¿Es este un motivo suficiente para que deposite su confianza en un dirigente o espacio político? ¡Hacer territorio es mucho más que entregar un voto! 

Las conversaciones en territorio deberían ser incluso anteriores a cualquier pedido. ¿Por qué un ciudadano depositaría sus expectativas a una persona que ni siquiera conoce y que sólo se acerca para pedir algo a cambio, sin entregar escucha, empatía o diálogo a cambio? En reiteradas oportunidades, hacemos las preguntas incorrectas. Se piensa en "¿por qué no nos vota?", cuando en realidad el interrogante adecuado sería "¿por qué debería votarnos?". 

Al momento de profesionalizar el territorio se encuentra un enorme desafío: salir de la zona de confort y abrirse a nuevas conversaciones. Dejar de recorrer solo aquellas casas en donde existe un vínculo preexistente, para dar espacio a diálogos con personas que también integran el territorio que se anhela gobernar y que, en numerosas ocasiones, son dejadas de lado por miedo a una conversación incierta. No estamos frente a zonas que responden a otro espacio político, sino que operan como espacios grises que no son visitados porque "no sabemos si son nuestros". Miedo e inseguridad son algunas de las emociones que afloran al momento de intentar inmiscuirse en aquel mundo conversacional. 

Un buen comienzo para conectar y danzar con la ciudadanía es partir de un interés genuino en escuchar y dialogar con la ciudadanía. ¿Por qué la dirigencia política asume que conoce lo que la ciudadanía quiere, siente y anhela? Se necesita humildad para reconocer que, en realidad, la política no es el arte de la adivinanza. Por el contrario, es el arte de la transformación. ¿Transformar qué? La calidad de vida de las personas que desean gobernar. La política necesita aprender a trabajar en equipo. No -solamente- entre dirigentes, sino también con la ciudadanía. 

No existe un manual de instrucciones que garantice el éxito en una campaña electoral. Aún más, los candidatos a menudo se encuentran buscando el ritmo adecuado para conectar con la ciudadanía.  Una buena coreografía demanda coordinación y comunicación entre los bailarines, ¿podrá la política ponerse de acuerdo con su compañero de baile?

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