Con criterio casi deportivo, siempre se pregunta lo mismo después de cada debate: ¿quién ganó? La única respuesta posible es que se impuso el que salió de esa instancia con más votos de los que tenía hasta ese momento. Y la respuesta sería que ninguno lo logró. La contracara de eso es que tampoco nadie perdió votos porque hubo un enorme esfuerzo para evitar cometer errores no forzados. Por eso los candidatos no dijeron nada que no hubiesen dicho antes. Pero si omitieron los temas más polémicos de sus discursos habituales.
En ese plano, Javier Milei no cayó en exabruptos y busca transmitir que es un candidato votable porque no constituye un salto al vacío. Sí cometió un error en incursionar en el debate sobre el número de desaparecidos e insistir con la idea de que en Argentina en los ´70 hubo una guerra solo para satisfacer a un sector radicalizado de su base lectoral.
Sergio Massa logró mostrar vocación de poder y transmitir una visión de futuro a pesar de un presente muy negativo que lo tiene como a uno de sus responsables. Le volvió a hablar esencialmente al "piso" para asegurarse un caudal de votos que se estima de 30%.
Patricia Bullrich tenía el mayor desafío porque según las encuestas no estaría entrando al balotaje. En ese sentido no logró avances aunque su actuación haya sido correcta y con un estilo más moderado que el habitual.
Nadie perdió los votos que tenía antes del debate, principal objetivo que tenían los candidatos, y por eso todos festejaron y quedaron conformes con su actuación.
El próximo domingo habrá un segundo capítulo.