"Eso que llaman amor es trabajo no pago", es una frase que surgió en la década del '70 para hablar sobre las tareas domésticas y de cuidado que realizan las mujeres en sus hogares. Hoy sigue estando presente y es una de las frases de cabecera de la Economía del cuidado. Pero además de lo que sucede en el hogar también hay que tener en cuenta lo que ocurre cuando las mujeres que son madres quieren tener una trayectoria laboral.
Y acá ¡alerta spoiler! Sí, se les complica todo. De por sí el mercado laboral es un poco más hostil para las mujeres, pero ¿adivinen qué? Con las mujeres madres es aún peor.
De hecho, en Argentina, las mujeres dedican más horas de su tiempo a los trabajos domésticos y de cuidado respecto a los varones. Según estadísticas oficiales: "en el trabajo doméstico, la actividad de las mujeres alcanza casi el 90%, mientras que entre los varones se ubica en el 68,3%" (INDEC-Enut, 2021).
Esta situación genera una asimétrica distribución de responsabilidades y plantea un escenario injusto que afecta las trayectorias laborales. Hablamos de mayores niveles de precariedad, escaso desarrollo laboral y menos oportunidadesde ocupar puestos de liderazgo como también de participar en espacios políticos o sindicales. Pero hay otro dato que también debemos tener presente: los trabajos domésticos y de cuidados, realizados casi en su totalidad por mujeres, representan un 16% del PIB (Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, 2020).
Sin embargo, a la desigualdad existente entre varones y mujeres tenemos que añadir otra más: la desigualdad entre mujeres con y mujeres sin hijos/as. Ser o no ser madre modifica radicalmente la trayectoria laboral de las mujeres y las estadísticas socio-laborales repiten la misma conclusión: la maternidad amplifica las inequidades ya existentes en el mundo del trabajo.
Es decir, que el ser madre tiene un costo y lo pagan las mujeres con menores salarios, intermitencia laboral, condiciones de contratación más flexibles respecto a los varones, altas tasas de inactividad, subcontratación y una mayor posibilidad de acceder a puestos de trabajo informales.
Otra pieza importante para entender el panorama nos la brinda el "Primer Informe sobre endeudamiento, género y cuidados en la Argentina 2023", elaborado por la CEPAL y el Ministerio de Economía. Sus conclusiones y hallazgos nos coloca como sociedad ante una realidad dramática que afecta a millones de mujeres en el país: el 65% de las mujeres con menores a cargo recurre a algún tipo de financiamiento para suplementar los ingresos del hogar, y de estos casos, 7 de 10 cada declararon que se vieron obligadas a endeudarse para comprar comida.
Del total de mujeres que acudieron a algún tipo de financiamiento, un tercio queda atrapada en una espiral de endeudamiento en la que se hace cada vez más difícil salir. Este escenario de vulnerabilidad de las mujeres con hijos/as a cargo refleja también desde otra perspectiva el impacto de la maternidad en las vidas de las personas.
Desde Fundación Éforo, a través del informe Impacto de la maternidad en las trayectorias laborales de las mujeres en Argentina, nos propusimos investigar la penalización laboral que aún persiste para las madres en el mundo del trabajo. Con el objetivo de ampliar la información disponible y enriquecer el debate público y político, indagamos los efectos reales de la mayor carga de trabajos no remunerados en las mujeres, que condicionan el desarrollo social y económico, y consolidan una brecha salarial no solo entre hombres y mujeres, sino también entre mujeres madres y mujeres no madres.
Abarcando la serie 2003-2022 con datos publicados en la EPH por el INDEC, comprobamos una persistente diferencia en los salarios generales de las mujeres de 27 puntos porcentuales por debajo de los ingresos medios de los varones en los últimos 20 años. Esto se expresa en que "por cada $100 que gana un varón, la mujer percibe $73, en promedio".
Esta brecha, sin embargo, no afecta de igual manera a todas las mujeres. En el informe detallamos que "la maternidad amplifica las desigualdades también entre las propias mujeres. Así, la inactividad de las madres (37%) casi duplica a la de las mujeres sin hijos/as (21%)". Incluso existe una peor situación para las mujeres madres jefas de hogar, que se explica, fundamentalmente, por la casi total carga de trabajo doméstico y responsabilidades de cuidado que recaen sobre ellas.
Pero cuando una mujer con hijos/as a cargo y jefa de hogar ingresa al mundo laboral lo hace en peores condiciones que las mujeres sin hijos. "Mientras que para las mujeres sin hijos/as la informalidad alcanza el 30%, para las mujeres madres ronda en promedio el 40% para todas las configuraciones de hogar". Esto significa que la informalidad impacta en las mujeres jefas de hogar que son madres porque tienen una mayor carga de trabajos domésticos/cuidado no remunerados, y se ven obligadas a recurrir a empleos con horarios flexibles y/o trabajos de tiempo parcial, lo cual repercute en menores ingresos.
A su vez, afirmamos entre las conclusiones del análisis que las configuraciones de los hogares son importantes al momento de diseñar las políticas públicas para que estén eficientemente focalizadas. Y en este punto subrayamos que mientras "es más probable encontrar mujeres inactivas en hogares biparentales que en las otras configuraciones, las mujeres que viven solas con sus hijos/as registran los más altos niveles de informalidad laboral", concentrados principalmente en el rubro de trabajadoras de casas particulares.
La problemática de la brecha salarial se expresa de manera más profunda si observamos las diferencias entre mujeres con y mujeres sin hijos. Precisamente detallamos que "las madres perciben, en promedio, un salario horario menor que las mujeres sin hijos/as. Y para las madres que no viven en pareja, el salario es aún inferior". Situación que se agrava aún más en el sector informal donde "se percibe la mitad de lo que gana una persona por hora en un empleo formal". Pero la mayor penalización por maternidad recae en las mujeres jóvenes (entre 18 y 29 años) que no conviven en pareja: son ellas las que tienen los salarios promedios más bajos del mercado laboral.
Durante la pandemia y luego en la reactivación económica de la post pandemia, la brecha de género se acrecentó. En un contexto de recesión económica y retracción de los ingresos de los/as trabajadores, las mujeres jefas de hogar y con hijos/as a cargo son las más afectadas en el mundo del trabajo. Y es ahí, precisamente, donde deben orientarse las políticas públicas para reducir las brechas salariales.
La cantidad desproporcionada de tiempo no reconocido que las mujeres dedican a las tareas domésticas y de cuidados es uno de los factores que explican las desiguales oportunidades que tienen en el mundo del trabajo. Por esto se necesitan políticas integrales de cuidados, enseñanza y crianza con perspectiva de género que reconozcan la existencia de estos mecanismos de penalización laboral aún vigentes, eliminen la discriminación salarial y generen espacios laborales más justos y equitativos.
El hecho de que ningún indicador laboral analizado muestre resultados favorables para las mujeres jefas de hogar con hijos/as a cargo nos señala algo. Específicamente, la informalidad e inactividad se han convertido en los últimos años en situaciones estructurales que exponen cada vez a más mujeres a condiciones de vulnerabilidad y precariedad laboral.
En este escenario, es vital pensar una mayor corresponsabilidad y articulación entre las esferas domésticas y el trabajo para abordar uno de los factores más importantes de desigualdad en Argentina. En el marco de un debate amplio y plural, es preciso reconocer que la inequidad laboral atenta contra la estabilidad económica y social, es decir, con todo aquello que hace posible un proyecto de vida digna para las mujeres.
En ese sentido, el dictamen para la ampliación de las licencias familiares que se obtuvo hace unas semanas en la Cámara de Diputados es una buena noticia. Si el proyecto avanza, la licencia pasará a 126 días para personas gestantes y a 45 días para personas no gestantes. Además, se crearán nuevas licencias para adoptantes y una asignación parental para monotributistas o autónomos. Contar con ampliación de licencias implicará modificar desde el nacimiento de los hijo/as la distribución de las tareas del cuidado en los hogares.
Además, este año se presentó el Índice Crianza, impulsado por el Ministerio de Economía y la Dirección de Economía, Igualdad y Género. Se trata de un insumo del Indec que permite saber cuánto destinan las familias a alimentar, vestir, garantizar vivienda, trasladar y cuidar niños, niñas y adolescentes. Además, permite informar a jueces, abogados y organismos que trabajan con infancias para que se cumplan sus derechos.
También desde el Estado se impulsan programas que benefician a empresas que contraten a mujeres con beneficios impositivos y con créditos de inversión a empresas dirigidas y/o conformadas por mujeres, como el de Mujeres que lideran del Banco Argentino de Desarrollo (BICE).
Como sociedad debemos trabajar para que la maternidad deje de tener costos para la mujer trabajadora. Hacer visible y poner en agenda la importancia del tema es un compromiso necesario para encarar un futuro del trabajo justo y equitativo.