El ministro de Economía logró determinar el costo del transporte metropolitano por pasajero. Miles de millones de pesos que podrían haber sido destinados a cubrir verdaderas necesidades y no a subsidiar a sectores pudientes con recursos que podrían haber mejorado la seguridad, la salud, la educación. Cayó en la cuenta.
Pero en lugar de limitar el otorgamiento de subsidios sólo a quien lo necesita (subsidio a la demanda mediante la tarjeta SUBE) lanzó una campaña-venganza, que "propone" este desafío: "si eres políticamente coherente renuncia al subsidio".
Nadie ha sido capaz de formular una síntesis tan brillante de la incapacidad de tomar una decisión. ¿Anuncio del espíritu de unidad nacional de su próxima gestión? Desbarrancos contradictorios.
Estamos frente al día en el que, en democracia, los ciudadanos recuperan la capacidad de dar curso a sus ilusiones de progreso.
Para acunar ilusiones los ciudadanos necesitan ofertas sólidas, apetecibles, aunque para materializarlas sea necesario previamente un camino difícil.
Se puede plantear "sangre, sudor y lágrimas" pero no sin señalar ¿para qué? y las estaciones en el camino.
El chascarrillo de Massa es el colmo de la pobreza del debate y de las pomposas convocatorias al debate que no existió por falta de sustancia.
Ninguna de las ofertas electorales ha tenido la virtud de señalar un destino -que no puede ser sino común- y menos la precisión de un camino. No es posible imaginar un camino si no está diseñado un destino.
Campaña de discursos de mala calidad.Nada para vislumbrar un escenario posible de solución de los problemas graves que nos aquejan.
Los títulos más recurridos como problemas han sido la inflación, el déficit fiscal, la deuda externa. Problemas graves. No los más graves. Pero que se están agravando a niveles de alto riesgo.
El candidato oficialista, la continuidad, ejecuta una política de postergación. Lo gobierna la necesidad de llegar sin estallido al fin del proceso electoral. A futuro promete que cambiará porque él será gobierno. Es gobierno hoy. Finge demencia.
No manifiesta claridad, convicción, conocimiento de qué hacer. Sólo colecta los votos de la continuidad, de la fidelidad, de la pertenencia.
Massa no promete un cambio, lo que sería ridículo porque sería manifestar que es equivocado lo que hace. Promete que es él el que va a cambiar. Que dejará de ser Massa. Pero los que lo votaran, votarán al Massa que es y seguramente no votarían al Massa que Massa dice que va a ser si es que lo votan. Parece un galimatías. Galimatías es lo inexplicable del caudal de votos de un mal ministro del peor gobierno de la Democracia.
La candidata de la oposición tradicional, en materia de los tópicos de inflación, déficit fiscal y deuda externa, ofrece -más que un programa que no ha sido explicitado- un verdadero ejército de profesionales de la economía. Algunos de ellos con experiencia en la gestión y ninguno, llevamos medio siglo de retroceso, con la posibilidad de reivindicar una sucesión de éxitos.
Es cierto que, además de un programa que no se expone, la Bullrich exhibe un equipo que siempre es indispensable para ejecutar un programa.
Podemos decir que está la orquesta y hasta un director, pero no vemos ni la partitura ni las particellas para los distintos intérpretes: por eso no sabemos que van a interpretar ellos y no sabemos si ellos saben qué van a interpretar.
Culminando el inventario de la orfandad del presente se presenta el candidato estrella. Milei comenzó su carrera identificando las causas del mal: Estado, organización criminal; Banco Central, ejecutor de la inflación y agencia del robo de la política; restricciones a la apertura unilateral de la economía. Y la promesa que "en el primer día" las habría de destruir. Esa promesa de "motosierra" para las causas del mal logró convocar a millones de indignados y sufrientes.
La indignación y el sufrimiento son transversales socialmente y Milei cosecha votos, fundamentalmente jóvenes, en todas las clases sociales. Convocados a la catarsis de la destrucción los nuevos libertarios fundan sus ilusiones en la dolarización que se llevará a cabo, dicen, gracias a la obtención de financiamiento de US$ 30.000 millones que, según Milei y E. Ocampo, ya están disponibles y ofertados en firme por varios fondos de inversión que, Milei y Ocampo, los mantiene en reserva. Les piden a los fieles que les crean. La política de la fe.
Ninguno de los candidatos siquiera ha mencionado las ideas de que disponen para encarar dos problemas fundamentales que, sin solución, impedirán acomodar el clima social y el funcionamiento normal del aparato productivo.
El primero es el problema de la pobreza que está creciendo día a día. El segundo es el problema de la disponibilidad de dólares para poder mantener y acrecentar el ritmo de producción.
¿Cuál es la propuesta, el diseño, la idea, para resolver la pobreza?
Para empezar recordemos la afirmación doctrinaria de Milei: "El concepto de Justicia Social es aberrante, es robarle a alguien para darle a otro". Para los libertarios la pobreza no es un problema colectivo. Es un tema individual y no es un problema para la política.
Los demás coinciden en que, en principio, sin crecimiento no hay recursos para la pobreza. El método más eficiente para resolver la pobreza es el empleo y no hay más empleo si no hay mucho más crecimiento.
Pero, en nuestro caso y nuestras magnitudes, hay una demografía de la pobreza que hace que su tasa de reproducción (la joven de la pobreza a los 30 años es abuela, y la joven de clase media a los 30 años aún no es madre) tenga un diseño tal que es probable que la cantidad de niños en la pobreza crezca a una tasa mayor que la tasa esperada de crecimiento del empleo.
La pobreza es un problema de extrema complejidad y requiere de un abordaje ad hoc que va mucho más allá del absolutamente necesario programa de crecimiento, de un estilo de crecimiento, que sea capaz de impactar sobre la demografía de la pobreza. Y en este tema el silencio es aterrador.
¿Cuál es la propuesta para resolver el problema de la falta de dólares para el sistema productivo? Por ejemplo los US$ 30.000 millones que Milei dice disponer para la dolarización, no resuelven el problema del atraso de US$ 25.000 - US$ 30.000 millones de las importaciones de insumos no pagadas.
Ninguno de los candidatos ha hecho pública la estrategia para resolver el problema y el ministro Massa sólo lo agrava, más allá de los salvavidas chinos que, por otra parte, después de la primera vuelta tendrán por destino, a lo sumo, impedir que la bola crezca pero no resolver el problema de la falta de dólares cuya dimensión supera largamente la buena voluntad de los amigos chinos.
Dicho esto está claro que este fin de semana electoral no es el de la oportunidad de la ilusión. No es lo que la inmensa mayoría está viviendo. La debilidad de las propuestas no ha podido alimentar ilusión alguna.
Pero además en este proceso hemos generado una nueva grieta. Las grietas son heridas sociales. Esta nueva grieta no reemplaza a la anterior.
La nueva grieta es la de un discurso que nace del innegable desasosiego del presente y sólo se propone acabar, destruir, lo que existe.
Arrasar, demoler y después vemos. Milei lo dice con absoluta claridad: "Si me dan 20 años, podemos ser como Alemania y si me dan 35, como Estados Unidos" (J.Milei).
Se trata de destruir y mantenerme en el poder 20 o 35 años.
Para destruir Milei apunta al fundamento de la cultura Occidental y al trípode en el que se asienta la idea de la Democracia.
En última instancia propone acabar con la "compasión". Un misil que apunta al corazón de la cultura occidental. Esta es la prédica de los nuevos libertarios. Veamos.
La Democracia se propone el ideal de preservar la libertad en camino hacia la igualdad alentada por el ánimo de fraternidad. La Democracia se sostiene en el equilibrio de esos tres pilares.
Al cumplirse los 40 años de la democracia, después del aciago período de la Dictadura Genocida y la irracional violencia de los "estúpidos imberbes", podemos celebrar la vida en libertad. Con la Democracia, el fin y la condena a la violencia en la vida social, se vivió un período de "fraternidad" en el sentido que -más allá de las políticas- la convivencia política era simplemente un dato y las diferencias -en todas las dimensiones- las discutíamos y las podíamos procesar en la política con mayorías que se formaban desde distintos orígenes. La grieta quebró la fraternidad.
La Democracia heredó una hipoteca social enorme. Raúl Alfonsín, cuando asumió, fue consciente que la libertad ganada tenía energía propia, que la violencia previa había abonado el valor de la, digamos, "fraternidad", pero que esta Democracia heredaba la necesidad de "alimentar, educar, sanar" porque la trama social se estaba destruyendo como consecuencia de la horrible filosofía de la Dictadura y la inevitable consecuencia de su horrible gestión de la economía y la sociedad que se manifestaba en dos deudas gigantescas y difíciles de resolver sin una estrategia de largo plazo de aplicación y sólidos fundamentos materiales.
Esas dos deudas son hoy parte de los grandes problemas no abordados: la deuda social y la deuda externa, el desequilibrio social y el desequilibrio externo.
En esta ausencia de propuestas vivimos la incertidumbre como escenario y las expectativas negativas como aviso del futuro. No son estos días de cultivo de ilusiones.
Entre las muchas funciones de la política está la de la pedagogía del futuro, definitivamente incumplida.
Por eso estamos ante la posibilidad de un hecho "catastrófico".
Lo catastrófico es imprevisible. Su resultado puede ser tanto lo anunciado o lo que se considera más probable; o bien puede resultar exactamente en lo contrario a lo anunciado o lo que previamente se consideraba probable.
Si se diera el resultado que muchos prevén, el triunfo de Milei, estaremos frente a un hecho catastrófico. Por eso "las ilusiones perdidas".
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