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Pesimismo

¿Primeros 100 días?

Lunas de miel cada vez más cortas para los presidentes latinoamericanos

Los presidentes latinoamericanos tinen "lunas de miel" cada vez más cortas
Los presidentes latinoamericanos tinen "lunas de miel" cada vez más cortas
Leandro A. Bruni 15 julio de 2022

El próximo 7 de agosto, Gustavo Petro asumirá como Presidente de Colombia. Si bien el resultado obtenido por el líder de la coalición Pacto Histórico ha sido el menor de los últimos 6 presidentes, llega a la Casa de Nariño con aires de cambio de época. 

Si bien los primeros 100 días de gobierno resultan claves para el armado político e institucional que Petro desea llevar a cabo, lo cierto es que en Latinoamérica el pesimismo de los electores está acortando cada vez más lo que otrora se conocía como “luna de miel”. 

Un nuevo gobierno, ganador de las urnas, tiene por delante el desafío de ganar la opinión pública, ya que, como diría James Madison, “todos los gobiernos descansan en la opinión”.

Históricamente, los primeros 100 días resultaban claves para generar la estructura esencial de un gobierno. No se trata solo de un tiempo propicio para terminar de “acomodarse” en la gestión, asumir los cargos, interiorizarse de las dinámicas y controlar los por menores del día a día, sino sobre todo de avanzar en aquellas leyes que un gobierno considera esenciales para su gestión y con las que apuesta a trascender en la historia.

El antecedente que marcó la relevancia de los primeros 100 días remonta a la inestable década de 1930 en Estados Unidos.

 El demócrata Franklin Roosevelt aprovechó el apoyo electoral de su reciente triunfo para que el Congreso le aprobase ni más ni menos que 76 leyes claves para la reactivación económica después del crack de 1929. Así, la leyenda de “los primeros 100 días” y lo estratégico que resulta actuar en ese momento fundacional de un gobierno llegó a nuestros días.

Con cada nueva asunción presidencial, sobre todo al producirse un recambio de titularidad y/o de espacio político, la luna de miel presenta: 

  1. Una opinión pública expectante y esperanzada sobre la agenda del nuevo presidente.
  2. Una oposición más flexible para debatir y votar leyes en el Congreso.
  3. Una administración pública (política y profesional) renovada y fresca.
  4. Una prensa que está conociendo (aún) a los principales funcionarios, sus planes ministeriales y dinámicas políticas.

Todo ello construye un escenario tan ideal como irrepetible. Pero solo aquellos gobernantes que entiendan de estrategia, de objetivos y cómo llevarlos a cabo echarán mano a la luna de miel para construir políticamente. El trabajo de la doctora Casey Domínguez,Is it a Honeymoon?”, comprueba empíricamente este fenómeno e incluso indica que los presidentes que mayor utilidad obtuvieron de él, fueron aquellos que no recibieron mayorías legislativas. 

Desde los últimos años Latinoamérica experimenta un nuevo fenómeno. El sostenido y creciente pesimismo sobre la marcha general de los gobiernos, el desencanto con gobernantes que no logran cumplir sus promesas de campaña y lo acuciante de los problemas cotidianos de las personas, acortó la luna de miel. En términos de opinión pública, este fenómeno podría observarse en la cada vez menor duración de aprobación de gestión. 

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Teniendo en cuenta los casos de Argentina, Ecuador, Chile, Brasil y Perú se puede ver una clara tendencia: los presidentes que asumen tienen menor cantidad de meses, respecto a sus predecesores, hasta que la desaprobación de la gestión supere a la aprobación. De los casos analizados, solo México mostró una dinámica distinta, habiendo tenido menos cantidad de meses el gobierno del priista Enrique Peña Nieto (2012-2018), en relación al líder de MORENA, Andrés Manuel López Obrador (2018-2024). 

Lo interesante de esta breve muestra es que no se trata de un fenómeno que es incidido por el signo político, la cantidad de votos obtenidos, u otras variables similares, sino que los números se hacen eco del descontento, la insatisfacción y el pesimismo que los ciudadanos tienen respecto a los nuevos gobiernos. El entusiasmo dura cada vez menos. 

El caso del chileno Gabriel Boric (2022-2026) es un ejemplo que bien da cuentas de un clima de época. Se trata de un presidente electo con el 55.8% de los votos, pero que, en apenas dos semanas de arribar a La Moneda, su desaprobación se impuso. 

Así, arrancó su segundo mes de gestión con una desaprobación en torno al 53% y una aprobación en torno al 35%. Podría parecer una particularidad de la opinión pública chilena, pero lo cierto es que tanto Michelle Bachelet (2014-2018) como Sebastián Piñera (2018-2022) tuvieron seis meses hasta que la desaprobación se impuso.

Del otro lado del espectro ideológico, lo mismo le ocurrió a el ecuatoriano Guillermo Lasso (2021-2025) o al brasilero Jair Bolsonaro (2018-2022), quienes contaron con menos de la mitad de los meses que tuvieron sus antecesores hasta que la desaprobación superó la aprobación. En el caso de Bolsonaro, se le podría agregar que no contó con el impacto negativo de la pandemia del Covid-19.

El caso de Alberto Fernández (2019-2023) podría tener como condimento la particularidad de haber asumido tres meses antes del estallido de la pandemia y el consecuente dictado de la cuarentena. Como ocurrió con muchos lideres mundiales, a las pocas semanas de implementar las medidas sanitarias, el argentino experimentó un fuerte aumento de su imagen, superando los 65 puntos. Sin embargo, a los siete meses de instalarse en Casa Rosada, su desaprobación de gobierno cobró protagonismo. Casi la mitad del tiempo (13 meses) que tardó para su antecesor, Mauricio Macri.

En último lugar se encuentra el caso peruano, donde el nuevo huésped de la Casa de Pizarro -Pedro Castillo (2021-2026)- no obtuvo ni un solo mes con aprobación superior a la desaprobación, y su antecesor, Martín Vizcarra (2018-2020), solo había tenido 3 meses.

Un escenario desafiante se le presenta a Gustavo Petro. Como rasgo alentador, la Colombia de Iván Duque (2018-2022) mostró una de las cantidades de meses de aprobación más altas de la región, junto con la de Dilma Rousseff (18 meses). Sin embargo, esta cifra no le garantiza al ex alcalde de Bogotá tener su luna de miel. O por lo menos no con tanta longevidad.

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