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Santa Cruz, la potencial crisis de un bastión

La provincia patagónica, cuna del kirchnerismo, se encamina a convertirse en emblema de la caída del movimiento.

Un potencial deshielo en la cuna del kirchnerismo
Un potencial deshielo en la cuna del kirchnerismo
Tiki Gomez Goldin 09 agosto de 2022

Con el fin de perdurar en el tiempo, tornarse electoralmente competitivos y constituir ejes de poder, los partidos persiguen anclarse territorialmente para luego edificar bastiones distritales que garanticen la posibilidad de crecimiento y proyección. 

Tales son los casos del socialismo en Santa Fe, del Movimiento Popular Neuquino en la provincia de Vaca Muerta y del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por nombrar tan solo algunos. 

Otros distritos, por su parte, constituyen epicentros que quizás no representen una suma sustanciosa de recursos ni aseguran un centro neurálgico desde el cuál construir.  Sin embargo, su valor representativo puede ser mayúsculo, como en su momento lo fue Río Negro y Chascomús para el radicalismo e incluso La Rioja para Menem. En esta categoría se encuentra, sin duda alguna, Santa Cruz para el kirchnerismo.

Estos bastiones funcionan como núcleos que permiten sustentar el mito, los orígenes y el relato de un liderazgo. No tanto operativa como simbólicamente, ya que con una población de 365.698 habitantes (a datos del 2020) y 256.388 electores, apenas representa tan solo el 0,75% del electorado del país y el 0,8% de la población nacional. 

Está claro que su sustentación electoral no reside allí sino en la provincia de Buenos Aires y, más precisamente, en la tercera sección electoral. 

Sin embargo, desde el advenimiento de la democracia, la provincia de Santa Cruz ha constituido uno de los focos base del kirchnerismo en la épica de la construcción de su mando y su narrativa al interior del peronismo; incluso aun cuando su peso electoral en términos nacionales no sea determinante.  

Esto no quita que dichos bastiones pueden atravesar profundas crisis y llegar a tambalear: Menem perdió las elecciones a gobernador en el 2007 y en el 2015 la fuerza de Sergio Massa le arrebató a la UCR su mítico bastión bonaerense. Probablemente seremos testigos de un escenario adverso en el 2023 que ya se ha animado a esbozar un suerte de adelanto en las últimas elecciones.

El perfil productivo de Santa Cruz es el de una provincia envidiable para muchos gobernadores. La disposición de recursos naturales e hidrocarburíferos le permite situarse en el 4° lugar en el ranking de las provincias exportadoras. Provee US$ 1.929 millones anuales -al 2020-, representando el 3,5% del total del país. 

En cuanto a los ingresos provinciales, el 47% provienen de transferencias nacionales (45% coparticipación y 2% de transferencias discrecionales), y por ende más de la mitad origen propio. Pese a esta presunta independencia,  la provincia no está exenta de un cuantioso desorden financiero y es una de las claves para comprender lo que podría avecinarse.

La crisis que hoy golpea a la provincia austral es de larga gestación. Santa Cruz pasó de tener superávit en 2007 a convertirse en una de las provincias más deficitarias del país. Entre el 2010 y el 2015 Santa Cruz fue la tercera provincia más favorecida por la asistencia financiera del Estado con un total de $6.212 millones. 

Ante ese panorama, Alicia Kirchner manifestó en numerosas ocasiones haber recibido por parte de su predecesor, Daniel Peralta (peronista distanciado de los Kirchner), una deuda que ascendía a los $4.700 millones en el 2015.

De ese modo, el malestar económico de la provincia austral no es una novedad. Mientras que entre el 2004 y el 2008 los docentes gozaban del aumento más elevado del salario real (de un 78% frente a un promedio nacional del 39%), a partir de ese año nunca pudieron recuperar su poder adquisitivo. Posteriormente, en el 2012 sufrieron la pérdida de salario real más brusca de todas las provincias por más de una década, disminuyendo su poder de compra en un 20%. 

Hacia el 2017, se atravesó una histórica huelga que dejó a los alumnos sin clase por más de medio año. La gobernadora Kirchner otorgó ese año un incremento del 8% frente a una inflación del 24,8%. 

Más tarde, la crisis educativa alcanzó niveles sin precedentes cuando los jóvenes santacruceños atravesaron más de 16 meses sin clases, pandemia mediante. 

En marzo de 2022, la educación provincial fue noticia nacional por la polémica resolución que establecía que todos los estudiantes secundarios pasarían de año en 2022 sin importar la cantidad de materias que se hubiesen llevado el año anterior.

Esta crisis educativa sería tan solo un detalle más de una gobernación con dificultades financieras de no ser por el hecho que se trata de una provincia donde la población se encuentra mayoritariamente vinculada al Estado. 

Las provincias solían contar con alrededor de 50 empleados públicos por cada mil habitantes pero hacia el 2018 en Santa Cruz se elevaba a 115, solo superada por Tierra del Fuego con 121. Hoy cuenta con 173 empleados públicos por cada 100 privados, muy por encima del promedio nacional (62 a datos del 2022).

En su momento, para asistir financieramente, los ministros de Cambiemos reclamaban por una reducción del déficit fiscal, ajuste en la caja jubilatoria y, sobre todo, aprovechaban la ocasión para exigir la eliminación de la Ley de Lemas que rige hace más de 30 años. 

Este artilugio electoral fue la causa de la derrota de Eduardo Costa en el 2015 cuando el actual senador radical fue el candidato más votado individualmente pero la suma de votos por partido le adjudicó el triunfo final a la hermana del ex presidente Néstor Kirchner.

Por si fuera poco, la Corte Suprema de Justicia de la Nación avaló unánimemente en el 2018 la utilización de la Ley de Lemas. Durante el último año del mandato de Cambiemos, una de las pocas provincias que la coalición de centro derecha se entusiasmaba en pintar de amarillo era casualmente el bastión K, por lo que no dudaron en utilizar 7 lemas que otrora habían acusado ante la Corte de atentar contra la calidad institucional.

A lo largo de la oleada de derrotas oficialistas en las elecciones del 2021, el voto se dispersó en las distintas opciones opositoras de modo tal que todas superaron el umbral del 1,5% que establecen las PASO. Ello permitió que inclusive ingrese por la tercer banca en disputa un diputado por el partido SER que había sido creado en el 2019 (luego de haber apoyado al Frente de Todos) y, con apoyos transversales de diversos sectores, ganó en las cuencas petroleras y carboneras por el apoyo gremial logrado de dichas actividades productivas. 

Si bien la boleta celeste fue la más votada, no dejan de ser llamativos tres elementos. Por un lado, las PASO contaron con una participación del 63,9% del electorado, lo que significa 10 puntos por debajo del promedio de las últimas cuatro elecciones y la menor desde que se celebran primarias. 

Por otro lado, las fuerzas opositoras obtuvieron importantes victorias en las ciudades más pobladas como Río Gallegos, Pico Truncado, Caleta Olivia y Las Heras, lo que implicó un retroceso territorial significativo. 

Tercero, poco importaron los esfuerzos por parte de la vicepresidenta y el Ejecutivo Nacional con sus respectivas visitas y la inauguración de la Zona Franca de Río Gallegos (que llevaba 27 años de espera) para revertir el resultado de las primarias. El segundo lugar obtenido frente a Cambia Santa Cruz mereció por parte de la gobernadora el pedido de renuncia a todo su gabinete en consonancia con un mensaje de que se habían escuchado las demandas de la ciudadanía.

  • Finalmente, tampoco fue casualidad que Roxana Reyes, la diputada radical reelecta en las últimas elecciones haya sido designada como miembro del Consejo de la Magistratura, quizás uno de los nodos más conflictivos para el oficialismo. Otro gesto contundente al peso que la política argentina le otorga a Santa Cruz.

Lo que ahora cabe interrogarse es si esta vez será finalmente posible para la coalición opositora sacar provecho de la crisis y arrebatarle al Frente de Todos el bastión patagónico.. Solo este complejo contexto macroeconómico que atraviesa la Argentina y la particular situación en la que se encuentra inmersa la provincia puede ser el caldo de cultivo que coloque a Santa Cruz en la misma lista que Río Negro, Chascomús o La Rioja.

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