"Teníamos la consigna de la mesa política de no arrancar con un ajuste y una corrección fiscal muy fuerte para que Mauricio Macri no fuera asimilado a otras experiencias de centro derecha del pasado". Dicen que el pez por la boca muere y, en este caso, me sorprendió la brutal honestidad intelectual con la que Federico Sturzenegger relataba a mediados de 2020 su experiencia al frente del Banco Central cambiemita.
En cierto sentido, su conferencia en el Banco Central del Paraguay era una suerte de confesión de fracaso pero, al mismo tiempo, una hoja de ruta para un eventual segundo tiempo, una consigna implícita en el título del libro que escribiría Macri un año después, quizás con el sueño húmedo de una redención en las urnas que no tendría él pero, a la par, ninguno de los líderes de su partido político que, en este nuevo juego de roles, les toca hoy representar el peor de todos: purgar la dura penitencia por el deber incumplido que describiera tan bien Sturzenegger en junio de 2020.
No era para menos. El resultado de la primera vuelta fue contundente. El flamante presidente Javier Milei se quedó con el Ministerio Descapotable del Cambio, el peronismo aún fracasando en su regreso con el Ministerio de la Sensibilidad con sede en La Plata y, el tercero en discordia que quedó afuera del balotaje, con el saco de plomo del Ministerio del Ajuste encabezado por Luis "Toto" Caputo y del Ministerio de la Represión liderado por una Patricia Bullrich que ahora dejará de ser "la piba" para volver a sumar Luro y Pueyrredón a su alto pedigrí.
¿Oferta irrechazable?
"Vamos a estar muy atentos al tema del hambre en clase media". De esta forma, el otro Macri, bautizado con picardía por algunos como "Blackri", que ya mostró excelsa muñeca para hacer el salto de la Pantera Rosa entre Vicente López y la ciudad de Buenos Aires, se movió tan rápido como el rayo para pasar el aviso de que, en el nuevo juego de tronos descripto, no está dispuesto a quedar atrapado en la zona de penitencia y ajustes de su primo y se lanzará a la carrera por los corazones dentro del andarivel del Ministerio de la Sensibilidad dónde el reelecto Axel Kicillof grita "viva la justicia social carajo".
Así, de esta forma, es previsible que transcurra el partido político dentro de este próximo año 2024. El presidente Milei retirado a la Menem al juego de la alta política, a la espiritualidad y, por qué no, a algún que otro touch & go de verano donde tiene cerca a uno de los mejores maestros de ceremonia de la política argentina, Daniel Scioli, líder siempre vigente de la línea aire y sol.
En segundo término, la mano de obra desocupada y penitente del PRO a cargo del Vietnam de un plan de ajuste que, sea ortodoxo, heterodoxo o lo que fuere, siempre termina con sus ejecutores denostados o, peor aún, en una suerte de exilio interno dentro del propio país. Por cierto, aquello que nunca le ocurre a los sensibles o caritativos que siempre están dispuestos a "darle una mano a los que más lo necesitan", aunque sea dándoles billetes de El Estanciero a la Sergio Massa.
Por último, el Ministerio de la Sensibilidad y la Contención metropolitana en cabeza de la provincia y la ciudad de Buenos Aires, con una carrera cabeza a cabeza entre Kicillof y Macri. Tal circunstancia, seguramente será reproducida en las provincias más grandes del interior, en especial en aquellas que estrenan gobernador como Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, aunque como ya viéramos esta semana en el arranque, con un Maximiliano Pullaro con el gran desafío que lo malogró al ex gobernador Omar Perotti ya en el arranque de su gestión: la inseguridad y la tristemente célebre circunstancia de una Rosario capturada por el narcotráfico.
La pregunta del millón
A esta altura, el lector se preguntará "¿pero hasta cuándo seguirá Milei concentrado en la espiritualidad y el juego de política internacional que, a decir de Perón, es la verdadera política?". En realidad, se supone que ese rasgo será sustantivo a lo largo de su gestión pero, a la par, si se diera la aparición de esa luz al final del túnel de la que habló Milei, ¡y ella no fuera un tren de frente eh!, ahí estaríamos a las puertas de un nuevo juego político.
En primer lugar, con el fiel discípulo del Rebe de Lubavitch buscando el parto que tiene todo presidente recordado. Raúl Alfonsín lo tuvo con el juicio a las juntas, Carlos Menem con la ley de convertibilidad, Néstor Kirchner con el descabezamiento del duhaldismo. ¡Y había que descabezarlo a Eduardo Duhalde! ¿Sería su tan ansiada dolarización? ¿Una neoconvertibilidad? ¿A quien le importa eso? El New Deal argentino es recuperar la moneda, si es asociándola a yuanes, yenes, reales o bitcoins, ¿qué más da?
Por otro lado, ya hacia comienzos de 2025, comenzará a develarse la otra gran pregunta del millón asociada a la anterior y, por supuesto, 100% condicionada a ese duro parto, ¿en qué sentido avanzará para el armado de su ejército político profesional, de sus fuerzas terrenales del cielo?
Hasta aquí tiene una armada pequeña aunque sabemos que llegó con votos que alimentaron en el pasado a las dos grandes maquinarias políticas: desde sectores bajos y medios bajos que sustentaron políticamente al peronismo durante muchas elecciones, hasta con votantes que lo hicieron con la falange amarilla de Juntos por el Cambio. En tal aspecto, ¿emergerá de la mano de Milei aquel tercer movimiento histórico con el que soñaron tantos líderes políticos argentinos o será apenas un interregno gris de racionalización y de espera del nuevo Príncipe?
Por ahora son solo interrogantes. Antes que nada, tiene que funcionar el plan a cargo del Ministerio del Ajuste y de la Represión, ambos en cabeza de la brigada amarilla que hoy vaga como alma en pena, purgando una culpa imperdonable para una fuerza de centro derecha: no haber ejecutado en su oportunidad con pericia, profesionalismo y sangre fría la misión que describiera Federico Sturzenegger en 2020.