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Ciencia

¿Un manual de psiquiatría para la Argentina?

La ciencia política sigue aportando las herramientas fundamentales para el análisis de la realidad, enriqueciendo la conversación pública.

A pesar que haya quién busque negarlo, la ciencia política aporta luz a la realidad nacional.
A pesar que haya quién busque negarlo, la ciencia política aporta luz a la realidad nacional.
Martín D´Alessandro 31 octubre de 2023

En un artículo de opinión publicado en el diario La Nación el pasado 19 de octubre, el diputado nacional Fernando Iglesias sostuvo que con algunas categorías analíticas de la política ("Derecha. Centro. Izquierda. Socialismo. Socialdemocracia. Liberalismo. Fascismo") se han escrito "innumerables manuales de ciencia política. Brillantes, algunos. Mediocres, la mayoría. Todos tan útiles para orientarse en la Argentina como el mapa del subte de Manhattan en la selva del Amazonas. Es que la política argentina no se entiende consultando un diccionario de ciencias políticas (sic), sino un manual de psiquiatría". En mi carácter de politólogo, quisiera argumentar en contrario, porque considero que no es bueno negar o minimizar el conocimiento científico existente para entender la realidad, y mucho menos para explicarla. Con el propósito de enriquecer la conversación pública, quisiera también hacer algunas aclaraciones que considero oportunas respecto de la ciencia política como disciplina, de su producción bibliográfica, y de su potencial aporte al momento actual.

En primer lugar, como profesor de ciencia política tengo especial interés en los manuales, y en verdad los encuentro muy útiles. He comprado muchos en diferentes países, y no concuerdo en absoluto en que la mayoría de ellos sean mediocres. Los manuales organizan elconocimiento que, en cualquier disciplina, se encuentra disperso en incontables libros, artículos, tesis y otras formas de comunicación científica. En el caso puntual de la ciencia política, la diciplina se ha desarrollado en todo el mundo sobre todo a través de teorías de alcance medio, y los manuales afrontan el desafío de integrar esa segmentación del conocimiento especializado en una formulación unificada y pedagógicamente útil, que a la vez democratiza el acceso al conocimiento experto.

En segundo lugar, los manuales de ciencia política para nada se limitan a esas pocas categorías tradicionales que menciona el diputado. Por el contrario, brindan también una gran cantidad de conceptos y datos útiles para decodificar lo que hacen los gobernantes y los políticos. Así, por ejemplo, "liderazgo", "caudillismo", "personalismo", "clientelismo", "voto estratégico", o el renovado "populismo", permiten echar luz también sobre fenómenos que no están anclados en posicionamientos ideológicos, ofreciendo explicaciones del devenir político sin necesidad de recurrir a la psiquiatría.

En tercer lugar, la Argentina no es un país tan excepcional, ni el peronismo es tan singular como parece. Por supuesto que cada país tiene sus especificidades, pero una mirada atenta a las regularidades de la política más allá de nuestra experiencia directa (es decir, una mirada científica) puede advertir fenómenos similares en otros tiempos y espacios. De hecho, el peronismo no fue el único populismo del siglo XX (entendido entonces como el ingreso de las masas a la política impulsado desde el Estado) ni del siglo XXI (entendido ahora como la construcción de una identidad discursiva agonal entre el "pueblo" y la "oligarquía").

Cuarto, en el artículo que comentamos, Iglesias critica la flexibilidad ideológica del peronismo, vinculada a "ese inconfundible rasgo de enfermedad psiquiátrica: la combinación entre cinismo y fanatismo, inimaginable en un neurótico". En realidad, esa enfermedad psiquiátrica a la que alude el diputado es undilema clásico del pensamiento político y de las ciencias sociales modernas. Por ejemplo, hace más de cien años el sociólogo alemán Max Weber lo trató en su famosa antinomia entre las ya célebres "ética de la responsabilidad" y "ética de las convicciones". Esos ingredientes de las posiciones políticas (la búsqueda pragmática del poder, por un lado y las creencias, por el otro) se articulan virtuosamente (convergen, tal como enseñó el profesor Julio Pinto) cuando los buenos políticos los poseen en dosis adecuadas.

Quinto, los manuales de ciencia política argentinos y latinoamericanos también suelen contemplar la flexibilidad ideológica, la intransigencia polarizadora y la adhesión acrítica con que cuentan algunos partidos. De hecho, en la bibliografía canónica sobre el peronismo, estos factores, entre otros, son explicativos de su éxitoelectoral hasta hoy.

No es mi intención plantear una polémica política aquí, pero sí creo que en esta hora tan difícil que atraviesa nuestro país, resulta necesario enriquecer y quizás complejizar los diagnósticos sobre cómo funciona la política argentina y sobrelos problemas que debemos afrontar. En mi opinión, la ciencia política cuenta para eso con un inmenso herramental teórico, conceptual y empírico.

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