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Argentina como potencia intermedia

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17 diciembre de 2015

(Columna de Bruno Fanelli)

Los especialistas en relaciones internacionales vernáculos critican a nuestra política exterior como muy cambiante. Sucintamente, Argentina no tendría una política exterior como política de Estado, es decir, con permanencia más allá de quién se siente en el Sillón de Rivadavia. Sin embargo, dichos cambios no sólo responden a los cambios de administración sino a como los argentinos nos vemos y queremos ser vistos: es una cuestión de identidad.

De cualquier modo, e independientemente de lo que nosotros pensemos de nosotros mismos o como queramos mostrarnos, Argentina tiene limitantes objetivos que hacen necesariamente a su identidad. Una forma de zanjar esta cuestión es atendiendo a los recursos que posee una nación, sus potencialidades y los clubes disponibles para la misma. Vernos en el espejo de lo que otras naciones hacen nos puede señalar también nuestro lugar en el mundo.

Hoy se ve a las relaciones internacionales dominadas por dos países más allá del resto: Estados Unidos y China. Sin embargo, debajo de ellos existen distintas categorías de naciones. Inmediatamente, en un segundo estrato encontramos a los BRICs (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Pero en este grupo hay por lo menos tres naciones que se sienten y/o pueden pertenecer a otra categoría. Rusia, por sentir que su poderío no es “emergente” sino que ha estado allí por la mayor parte de los últimos tiempos. China, como acabamos de mencionar, se encuentra en una creciente paridad con EE.UU. y, finalmente, Sudáfrica se encuentra en los BRICs más por representar al continente africano que por peso específico (de allí que sea la única minúscula en la sigla).

La Argentina trató de ingresar infructuosamente al BRICs pero las innegables diferencias de escalas entre nuestra nación y el resto, así como la desconfianza brasileña, hicieron naufragar dicho intento. Las diferencias son evidentes: China tiene una población 32 veces más grande que la Argentina y su economía es cerca de 20 veces mayor mientras que la de la India es más de siete veces mayor.

Otro grupo muy relevante es el del G-20, que incluye a la Argentina y que incorpora a las naciones mencionadas más arriba (más el resto de naciones desarrolladas que forman el G-8) y otras naciones en desarrollo. Sin embargo, el G-20 reúne en su interior grandísimas disparidades económicas, poblacionales y militares.

Enfrentados a esa realidad, podemos entender a nuestro país como una potencia intermedia y en ascenso. Atendiendo a esa realidad, podría participar de otros foros, concretamente del MIKTA (México, Indonesia, Corea -“Korea” en el original en inglés-Turquía y Australia). Este es un grupo de potencias intermedias creado en 2013. Se podría decir que de alguna manera son las segundas potencias de sus respectivas regiones. Participar en un grupo donde las disparidades de poder no son tan marcadas como en el G-20 facilita el entendimiento y la búsqueda de resultados en el que todos ganen (win-win). La dispersión geográfica de los miembros del grupo también ayudaría a Argentina a profundizar sus contactos con naciones con las cuales no existen vinculaciones naturales o de proximidad geográfica. Argentina carece de un grupo global de potencias afines en tamaño y poderío. Una salvedad: si bien cada miembro del MIKTA representaría a una región, no es difícil pensar que México podría representar a Norteamérica y Argentina a Sudamérica.

La participación de foros y grupos con distintos niveles de formalidad amplía y multiplica las opciones de política exterior de nuestro país. Este es un momento de gran fluidez en las relaciones internacionales, con el ascenso de potencias emergentes, el re-ascenso de algunas que superaron dificultades -China y Rusia- así como el crecimiento de potencias intermedias que se vienen a sumar a otras potencias intermedias ya establecidas.

Este es un mundo que se mueve mucho más rápido que antes. Sin embargo, en relaciones internacionales, la fluidez en los cambios de posiciones en la estructura internacional tarde o temprano tiende a un equilibrio. Y una vez que se alcanza dicho equilibrio es muy difícil cambiarlo a favor de la propia nación. Es por eso que Argentina debe apostar fuertemente por una participación madura en los mencionados foros, aprovechando las oportunidades que, por ahora, se encuentran abiertas. Tal podría ser el caso de MIKTA.

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