(Columna de Rosendo Fraga)
La dinámica de la economía y la reorganización del peronismo serán decisivas para el éxito de la gestión que acaba de iniciar.
Cómo se resuelvan dos preguntas, una en lo económico y otra en lo político, serán claves para el éxito de la gestión que inicia Mauricio Macri. En lo económico, ¿quién será el culpable del sinceramiento? El kirchnerismo ha hecho campaña electoral diciendo que con Macri viene un “ajuste” de la economía. Por su parte, Hugo Moyano ha preferido decir que tendrá lugar un “sinceramiento” de las variables económicas.
Sea en forma gradual o más drástica, la nueva Administración ?y lo mismo hubiera ocurrido si el electo habría sido Daniel Scioli? tendrá que pagar los costos de una política económica que, conducida por Axel Kicillof, logró posponer hasta el nuevo Gobierno la resolución de cuestiones económicas como la devaluación, el aumento de tarifas, la reducción de la inflación, el acuerdo con los holdouts, etcétera, que tienen costo, sobre todo para los sectores de menores ingresos.
Es lo que anticipa la discusión sobre la tasa de inflación, que se ha incrementado en noviembre. ¿Es culpa de Macri, como ya dice el kirchnerismo o es el inicio del inevitable sinceramiento de los problemas postergados deliberdamente para el nuevo Gobierno?
El Gobierno de Cambiemos enfrenta un dilema al respecto: si asume la gravedad de la situación económica, corre el riego de afectar las expectativas favorables que despierta la nueva Administración en materia de decisiones económicas. Pero, si no lo hace, puede terminar haciéndose cargo ante los ojos de la gente del costo social del “sinceramiento” de la economía al que alude Moyano.
Mirando hacia atrás, tanto Carlos Menem como Néstor Kirchner tuvieron la ventaja de que los problemas económicos fueron explicitados antes de que asumieran. Tanto el final de Raúl Alfonsín como el de Fernando de la Rúa explicitaron la crisis subyacente. En ambos casos, la sociedad tenía en claro que los problemas que estaban viviendo no eran consecuencia de las acciones de los nuevos gobiernos sino de desaciertos de los anteriores. En ambos casos, era fácil echarle la culpa a las administraciones anteriores de los problemas de hoy.
Además, tanto Menem como Kirchner tuvieron un ciclo económico externo a favor, que el nuevo Gobierno argentino no tendrá, dado que el mejor momento para el precio de las materias primas que exporta la región parece haber pasado.
Al nuevo Gobierno se le plantea así un dilema: sincerar la gravedad de los problemas responsabilizando por ella a la administración anterior, o subestimarlos para no generar expectativas negativas.
Quizás por eso María Eugenia Vidal, en su discurso de asunción, clarificó que la Administración anterior es responsable y que asume con una provincia quebrada, endeudada y con déficit.
Vamos, ahora, a la pregunta política. ¿Cuándo se reorganiza el peronismo?
La experiencia contemporánea muestra que el peronismo se reorganiza a partir de los resultados de la siguiente elección a la que entra en crisis.
En 1983 sufrió la primera derrota en una elección presidencial desde su surgimiento en 1945: quedó un partido con Ramón Saadi como presidente, que recién cambió sus autoridades en 1985, una vez que el peronismo renovador liderado por Antonio Cafiero le ganó en las legislativas de ese año en la provincia de Buenos Aires a Herminio Iglesias. El primero pasó a ser el Presidente del partido, aunque tres años más tarde perdió las internas presidenciales con Carlos Menem.
En 1999 tuvo su segunda derrota en una elección presidencial: el PJ queda en un estado crisis y recién se reorganiza cuando en la elección legislativa de 2001 Eduardo Duhalde es electo senador nacional y asume un liderazgo de hecho, que pocos meses después lo llevaría a la Presidencia vía Asamblea Legislativa.
En 2003, el triunfo de Kirchner dejó un poder bicéfalo, con Duhalde en la conducción del partido y una importante base de poder en el territorio bonaerense. Recién en la elección legislativa de 2005 el peronismo definió su liderazgo, cuando Cristina Kirchner le ganó la elección de senadores nacionales en la provincia de Buenos Aires a “Chiche” Duhalde.
En los tres casos fue en la elección legislativa siguiente tras una derrota presidencial, cuando el PJ se reorganizó y definió un nuevo liderazgo. Por esta razón, no es casual que ahora los principales protagonistas del peronismo estén pensando en un escenario semejante. En La Cámpora se especula con que Cristina Kirchner puede retornar al campo electoral y presentarse como candidata a senadora nacional en las elección de 2017 en la provincia de Buenos Aires. Alrededor de Daniel Scioli ha trascendido que no descarta retornar a la puja política y presentarse para esa misma candidatura. Sergio Massa, por su parte, analiza participar en la misma competencia.
Es difícil que el peronismo defina un liderazgo antes de dicha elección, en la que nuevamente el territorio bonaerense será el principal campo de batalla.
Hasta entonces, ha comenzado a abrirse la pugna por la conducción formal del PJ, que hoy ejerce el gobernador saliente de Jujuy, Eduardo Fellner. Allegados a Cristina como Carlos Kunkel han dicho que ella tratará de ser electa Presidente del PJ, como lo hizo Néstor Kirchner en 2008, tras dejar la Presidencia de la Nación. Pero habrá también otros candidatos.
La escisión entre peronismo y kirchnerismo comenzó en el Senado bonaerense, donde Vidal logró un acuerdo con Massa para articular una mayoría concertada que supere a la primera minoría que el FpV tiene en ambas cámaras de la Legislatura provincial: el bloque se dividió en el en dos, peronistas y kirchneristas, con 9 senadores cada uno.
Pero fue el 10 de diciembre cuando el conflicto comenzó a nivel nacional. Ese día, 6 de los 12 gobernadores K asistieron a la jura, como también lo hicieron 14 de los 42 senadores nacionales y 20 de los 115 diputados nacionales.
En conclusión, si bien es difícil que el peronismo rearme un liderazgo unificado antes de la elección de 2017, la definición de la conducción partidaria puede ser un anticipo de lo que pueda suceder y, para la gobernabilidad de Macri, será central llegar a acuerdos con sectores del peronismo, sobre todo después de que Cristina anticipó en el conflicto de la transición que intentará liderar una oposición dura.