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Hiperrealidad

"La Variante Omicron no ha tenido lugar"

Para ser optimista lo digo sin eufemismos: la pandemia se está terminando

Por el Omicron y sin el FMI, la tendencia del mercado cambió
Por el Omicron y sin el FMI, la tendencia del mercado cambió Archivo
Lucas Sebastián Raffo 07 enero de 2022

En 1991, durante la Guerra del Golfo, el filósofo Jean Baudrillard escribió una serie de artículos que se condensaron en su popular libro “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar.” 

Enmarcado en su concepto de hiperrealidad, el autor focaliza en describir como ese suceso en particular, en definitiva, terminó siendo un “simulacro”, ya que las extensas coberturas de los medios de comunicación, transmisiones en vivo, imágenes recortadas y seleccionadas y analistas en vivo, poco tenía que ver con la realidad objetiva de esa “guerra”. 

Y es que la Guerra del Golfo fue más el despliegue y el análisis de las capacidades tecnológicas de EE. UU. para la guerra, con una inusitada cantidad de horas de programación y de bombardeo de información en comparación a lo que realmente estaba sucediendo allí. 

 Tuve oportunidad de hojear el libro hace poco y automáticamente me trajo presente al tratamiento mediático que recibe la variante Omicron y el devenir de la pandemia del Covid-19. Y es que la misma pregunta revuela, sobre todo luego de que los programas de vacunación de prácticamente todo el mundo superaran porcentajes significativos ¿No está pasando lo mismo que con aquella Guerra del Golfo con la variante Omicron?

Al igual que Baudrillard no niega efectivamente que la guerra haya sucedido, no es mi intención negar la pandemia. Sino concentrarme en que quizás sea hora de pensar que lo peor ya pasó, y que quizás debemos dar vuelta la página, o por lo menos pensar en bajar los niveles de locura e histrionismo y aportar sensatez.

Tenemos en canales de noticias y portales horas y caracteres describiendo el peligro y la alarma por la variante Omicron y volviéndonos locos por la cantidad de casos. Que 200.000 en Francia, que récord absoluto en Argentina, que se viene la ola, que los cierres en tal o cual lugar: vuelve el protagonismo de los infectólogos que dicen que hay que encerrarse en las fiestas. 

Pero lo cierto es que la vida (por suerte) continúa, pero en una especie de dualidad: la gente sale, se reúne, disfruta, viaja y va a la cancha, pero si nos contagiamos en nuestras redes sociales apelamos a la épica teatral de decir “sigamos cuidándonos” o “el virus está peor que nunca”. Y es que en la era de la hiperrealidad, los límites son difusos y no podemos distinguir entre ficción y realidad. Forma parte de lo mismo. Somos “espectadores” de la pandemia por televisión, pero también protagonistas de la obra de teatro cuando reproducimos el mensaje pese a que los datos dicen otra cosa.

La vacunación funciona y la letalidad de la variante es ínfima (0,05-0,1% frente al 3-4% del comienzo de la pandemia cuando no había forma de defenderse), y la ocupación de camas UTI es marginal. Si vamos al portal de Our World in Data, podemos ver que la tendencia, en donde la vacunación supera el 60% es de curvas de casos que suben y bajan, pero con curvas de muertes y gravedad que se planchan. 

Argentina, Estados Unidos, Reino Unido o Nueva Zelanda tienen el mismo comportamiento. Nueva Zelanda tiene el 78% de la población vacunada, pero con fronteras cerradas ¿De dónde viene la psicosis?

Para responder esto vuelve Baudrillard y su concepto de hiperrealismo. En esta era los individuos vivimos inmersos en un mundo donde los medios de comunicación y las plataformas de redes sociales tienen la posibilidad de modelar y filtrar la manera en la que nosotros percibimos acontecimientos o experiencias. 

Así como la Guerra del Golfo fue percibida por el mundo entero a través de la CNN y las cadenas de noticias, nosotros percibimos la pandemia a través de lo que los medios de comunicación eligen recortar y mostrar. Y es que a pesar de que en los últimos seis meses conocemos muchísimas personas que se contagiaron y transitaron la enfermedad de forma más leve, lo cierto es que le damos una connotación trágica al contagio porque es el único dato al que se le brinda relevancia, pese a que las muertes y hospitalizaciones por el virus están en un nivel bajísimo. 

Y eso hace que vayamos corriendo a pasar horas bajo el sol para hisoparnos la nariz, y que el resultado de ese procedimiento actúe como un imperativo categórico que define si compartimos o no una cena familiar con seres queridos, visitemos a un familiar, o (literalmente) que salgamos a la calle, pese a que todo nuestro entorno posiblemente tenga 2 o hasta 3 dosis de una vacuna que la evidencia demuestra que es efectiva.

El objetivo de las vacunas contra el Covid es, y siempre fue, prevenir cuadros graves de la enfermedad y ulteriormente la muerte, no el contagio. A nadie se le ocurriría testearse y aislarse una semana por los síntomas de una gripe común. Sin embargo, tenemos gente corriendo a testearse pese a no tener síntomas (entre los que me incluyo) para asistir a reuniones sociales o viajar, a merced de ridículas disposiciones estatales (en todo el mundo) que quedan antiguas, puesto que el escenario no es el de 2020. 

Para ser optimista lo digo sin eufemismos: la pandemia se está terminando. Recientes estudios muestran que la letalidad de Omicrón es menor incluso a la de la gripe en 2019 (pre-pandemia). La vacunación funciona, y probablemente convivamos con un virus debilitado que marginalmente ocasione gravedad y muerte. Mi pesimismo también está presente porque la era de la hiperrealidad es la victoria de la interpretación sobre los hechos. 

La realidad simulada es mucho más atractiva que la real porque nos brinda una realidad recortada, encuadrada e interpretada que no hay que esforzarse por entender, solo actuar en consecuencia. Tiene actores listos y predispuestos a jugar su rol, puesto que esta pandemia les otorgó un protagonismo y una centralidad que a cualquier ego le costaría dejar de lado. Como decía algún tweet que leí por ahí: “La pandemia fue lo más apasionante que le pasó a mucha gente en mucho tiempo (?) y por eso les resulta imposible terminarla".

Este artículo es un ejercicio antipático porque intenta salir de la pereza con la que estamos mirando la pandemia, y por sobre todo la variante Omicron: un cuco vegetariano. Por lo pronto esperemos que sirva para mirar con cada vez más escepticismo al “Ultimo Momento” de las 5 de la tarde, y recuperemos un poco de cordura y racionalidad. 

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