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Los caminos de Milei

Lo mejor para La Libertad Avanza es que tanto el FdT como JxC consideren que  su boleta electoral les resulte funcional.

El economista libertario se encamina a una candidatura independiente.
El economista libertario se encamina a una candidatura independiente. Archivo
Julio Burdman 28 abril de 2022

Nunca hubo en la historia argentina un caso como el de Javier Milei. Si logra construir La Libertad Avanza a nivel nacional, y si lo hace sin apoyarse en ninguna red preexistente -peronista, cambiemita o provincialista-, habrá creado una fuerza totalmente nueva. Su legitimidad como candidato antipolítica -o, en sus términos, “anticasta”- será difícil de igualar. En un contexto de crisis de la confianza pública, esa es una de sus fortalezas. 

Ya hubo otros partidos nacionales “nuevos” en los últimos cuarenta años, que nacieron para terciar con el bipartidismo peronista-radical establecido. Pero hasta ahora los hubo de tres tipos: i. líder fundador político acompañado por dirigentes políticos (p.e., Frente Renovador), ii. líder fundador político acompañado por dirigentes nuevos (p.e., Coalición Cívica o Recrear) o iii. líder fundador nuevo acompañado por dirigentes políticos (p.e. Compromiso por el Cambio, el primer partido de Mauricio Macri). La Libertad Avanza, el partido de Milei, sería de un cuarto tipo: un líder fundador casi sin experiencia en política al que acompañan dirigentes casi tan nuevos como él. El suyo es el partido político más “outsider” que se recuerde. 

Otra originalidad de Milei es su combinación personal de novedad e ideologización. En los años ´90 se creía que el perfecto político nuevo era posideológico. El “hombre cualquiera” que decía cosas simples, emotivas e insustanciales, bien lejos de los conceptos y las ideologías de los dirigentes veteranos. Ese político nuevo tenía que identificarse con su votante imaginario, que los expertos en marketing político visualizaban como un completo ignorante. Por esa razón, la política de aquellos años se vio invadida por hombres conocidos o con poder, señalados como nuevos, que sobreactuaban inocencia y sencillez. Y novedad. 

Pero Milei es lo opuesto a ello. El busca una tradición donde abrevar. Es una máquina de lanzar propuestas, y todas ellas se basan en argumentos teóricos, principios y doctrinas. Eso lo hace nuevo entre los nuevos, y ante sí mismo. Como cuenta en su libro El camino del libertario, él sí pudo ser un hombre cualquiera, no era ni rico ni famoso, luchaba para abrirse camino como economista profesional. Pero dejó de ser cualquiera cuando descubrió, ya de grande, la filosofía política libertaria, y se dedicó a traducirla en acción política. Más que un político nuevo, Milei es un nuevo militante, nuevo inclusive en el mundillo del liberalismo, donde -no casualmente- muchos “liberales viejos” lo acusan de recién llegado. No es de ninguna casta, ni siquiera de la propia, pero se preparó, y está aquí por sus convicciones. Todas son consignas, pero no es lo mismo “sí, se puede” o “vamos a triunfar” que “viva la libertad, carajo”. 

Esa síntesis de novedades se encuentra, sin embargo, con una tradición bien conocida, que florece en tiempos de crisis. Milei es economista, y nos propone una receta de shock para sacar a la Argentina de su pozo. Eso lo emparenta con Alsogaray y, sobre todo, con Cavallo, a quien admira. Milei dice también que Menem fue el mejor presidente de la historia argentina, y eso se debe a una razón obvia: con Cavallo de ministro y Alsogaray de asesor, Menem reformó el estado. A diferencia de los “populismos de derecha” con los que frecuentemente lo comparan -Trump, Bolsonaro, Kast-, la agenda cultural conservadora es secundaria para Milei, quien probablemente sería su propio ministro.  

Hasta aquí, ser nuevo, ideológico y economista fueron las tres claves de su crecimiento. Su dilema es cómo seguir hasta 2023 con todo esto, sin que se convierta en su corset. La historia argentina sugiere que sin un armado nacional no es posible una candidatura presidencial, que los partidos ideológicos no pasan del tercer lugar y que los economistas no llegan a presidente. Por otra parte, todas las historias se rompen en algún momento. Milei hoy está en las mejores condiciones para armar un partido nacional: tiempos de crisis y movilización permiten juntar afiliaciones, formar juntas promotoras y reclutar dirigentes. Asimismo, hoy la sociedad está ávida de propuestas y soluciones. Y cuando eso sucede, las redes territoriales pesan menos que de costumbre, y hay más oportunidad para los liderazgos de arrastre. 

Por otra parte, para armar una fuerza nueva después de dos elecciones consecutivas dominadas por la competencia entre Frente de Todos y Juntos por el Cambio, Milei necesita sí o sí sacar votos de los dos polos. O sea, no enfrentarse con ningún sector del electorado, que es lo que hacían los políticos -erróneamente- en los peores momentos de la grieta. Una cosa son los políticos, otra los votantes de dichos políticos. Además de lo obvio, se trata de su supervivencia estratégica. Si alguna de las dos coaliciones grandes entiende que Milei está focalizado en sacarle votantes a ella y no a la otra, se va a ganar un enemigo mortal. El mejor lugar para Milei, con su particular condición de ser el político más nuevo, es que tanto el FdT como JxC crean que la boleta de La Libertad Avanza les resulta funcional. Ese es el mejor lugar para las fuerzas emergentes en un sistema presidencialista.  


 

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