mar 19 Mar

BUE 22°C

Más allá de la crispación de la política, el sistema funciona

En una democracia de alta complejidad, la explicación del voto debe resistir a toda simplificación apresurada

casa-rosada
casa-rosada
Enrique Zuleta Puceiro 30 noviembre de 2021

Los resultados de las elecciones intermedias del 2021 seguirán suscitando por mucho tiempo múltiples y muy diversas interpretaciones. En una democracia de alta complejidad, la explicación del voto debe resistir a toda simplificación apresurada. Lo que procede es, más bien, una perspectiva abierta, sensible a los matices y facetas ocultas de esa complejidad. 

Ello es particularmente necesario en el caso de elecciones de medio término. Se trata de comicios con objetivos múltiples y con un fuerte contenido plebiscitario, tanto para el gobierno como para la oposición. Premian y castigan tanto la gestión gubernamental como el esfuerzo de control y construcción de alternativas opositoras. 

En términos ideales apuntan también a restablecer equilibrios, demarcar espacios y ajustar las pretensiones de unos y otros, con vistas a una realidad siempre muy diferente a las del tiempo de inauguración de los gobiernos. En un sentido general, proporcionan claves e instrumentos para visualizar lo que de hecho será más posible o no alcanzar en lo que resta del periodo presidencia.

El primer efecto del proceso electoral que culminó el 14-N es sin duda un avance positivo en la despolarización gradual de la política argentina. Las elecciones nacionales fueron en realidad una síntesis de 24 elecciones provinciales. Un proceso abierto con escenarios muy diversos y un fuerte contenido federal. Los intentos iniciales del oficialismo por nacionalizar la elección tropezaron con la resistencia abierta de los gobiernos provinciales a aceptar lo que llamaron la “conurbanización” de la política nacional. 

Esta resistencia federal no solo desconcentró y desconcertó a la estrategia nacional. También impuso cambios en la orientación del Gobierno, a través de los cambios en el gabinete nacional que siguieron a la derrota en las PASO. Al mismo tiempo, por el lado de la oposición, desencadenó la formación de nuevas alianzas provinciales que explican la contundencia de su triunfo en casi todas las ciudades grandes y medianas del país, con repercusión en las provincias electoralmente más significativas.

El saldo final, por cierto, provisorio, es un empate tanto político como institucional que ha permitido festejar las elecciones como un triunfo de todos. Algo que sin lugar a duda contribuye a fortalecer la dinámica de la democracia y la confianza de los ciudadanos en el potencial de cambio del voto democrático. 

Este clima de despolarización puede medirse a través de diversos indicadores que permiten corregir la visión convencional, fundada en la simple sumatoria del porcentaje de votos de los dos grandes espacios políticos. Más allá de esta primera lectura, inspirada en el efecto polarizador del sistema electoral, cabe considerar la emergencia de nuevos liderazgos y agendas y la multiplicación de fuerzas políticas locales que dieron nueva vida y proyecciones a las grandes coaliciones. 

La nueva composición de las cámaras en el Congreso revela así la presencia de nuevas figuras que profundizarán la pluralidad de opciones y diluirán las pretensiones de las oligarquías partidarias tradicionales. Los resultados han incorporado a la política una nueva generación de candidatos y de dirigentes y ello se reflejará a no dudar en la dinámica del Congreso, de los gobiernos y de los partidos. 

Un segundo efecto también notable de los resultados electorales es el giro en la política argentina desde la perspectiva “ofertista” de la política tradicional a una óptica más inspirada en la demanda social. Hasta las PASO las campañas reflejaron las inercias de una dirigencia empeñada en una competencia sin ideas, contenidos ni propuestas, articulada a través de eslóganes elementales, dirigidos a una respuesta mecánica y puramente emocional del electorado. 

Sin embargo, las elecciones del 14-N reflejaron un cambio profundo. Contra la voluntad de dirigentes y candidatos, la sociedad impuso sus exigencias. Muy a su pesar, gobiernos y candidatos tuvieron que hacerse cargo, sin condiciones, de las agendas reales del electorado. Las campañas se vieron obligadas a improvisar, sin mayor preparación, una oferta política de contenidos tangibles: seguridad ciudadana, salud, inflación, educación, empleo, impuestos, equidad intergeneracional, estabilización económica, integración al mundo. Por primera vez en muchos años, la política se vio forzada a asumir necesidades y expectativas del ciudadano común. 

Un efecto adicional, derivado en gran medida de lo anterior, es el vuelco general hacia una política moderada. El margen para las posiciones identitarias, las proclamas ideológicas o las promesas en el vacío fue mínimo. Una clase media indignada e impaciente impuso, sobre el final, la agenda de la política entendida como gestión. 

El ciclo político que acaba de iniciarse fija límites muy claros al voluntarismo de los principales actores de la competencia electoral. Minimiza la influencia temática del AMBA y también la gravitación de los grandes medios nacionales. 

El voto del 14-N no solo ratifico los resultados de las PASO. También aclaró algunas dudas acerca de la declinación posiblemente irreversible del voto de pertenencia en electorados que se suponían cautivos. Fracasaron las estrategias clientelares y el peso de la logística y la infraestructura movilizadoras. El trade-off entre favores y votos no funcionó. Cobran importancia nuevas y más profundas razones del voto, que obligaran a la política a refinar su relación con la sociedad. 

Si algo demuestra el resultado de las elecciones intermedias es que la política en la Argentina es bastante más estructurada y estable de lo que muchos se resisten a reconocer, La democracia, a pesar de muchas dificultades e insuficiencias, funciona. Los niveles de participación son los normales en cualquier democracia consolidada y el sentido del voto no está predeterminado. Más aun, la opinión pública revela un nivel de esperanzadora neutralidad frente a la militancia ostensible de la gran mayoría de los medios de comunicación, tanto nacionales como provinciales. 

Desde esta perspectiva, se comprende el entusiasmo de unos y otros por el resultado. No es extraño que no haya ganadores ni perdedores netos. Bien podría ser un síntoma de que el sistema político ha comenzado a funcionar en su búsqueda de equilibrio y oportunidades para todos. Después de todo, este es precisamente el sentido de unas elecciones intermedias en cualquier democracia constitucional consolidada.


 

últimas noticias

Lee también