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La falta de un ordenamiento político claro hace que se multipliquen las candidaturas  y se planteen diversas alianzas electorales.

La Casa Rosada tiene incontables candidatos a ocuparla en 2023.
La Casa Rosada tiene incontables candidatos a ocuparla en 2023. Archivo
Carlos Fara 28 abril de 2022

Cuando la situación política está desordenada desde la cabeza, todo el cuadro se desmadra. Cualquiera se convierte en aspirante presidencial por las dudas, y cualquier alianza es factible. Por el contrario, cuando los liderazgos están claros, los audaces “meten violín en bolsa” y solo se acercan a la mesa de negociación para obtener algo, aunque sea módico. Así de poderoso es el ordenamiento político: actúa de manera conciente o inconciente sobre todo el sistema.

Esto es algo que hoy predomina en el sistema político argentino. Más de uno o una piensa: “si Alberto llegó a presidente y hasta aspira a la reelección ¿por qué yo no?”. Así se va fragmentando el cuadro hasta llegar a una multiplicación de hipótesis, fruto de la incertidumbre y el desconcierto. Lo que hace poco parecía raro va cobrando volumen. Macri, Schiaretti, Capitanich, Morales, Milei, Massa, Wado se han ido sumando a la categoría de pre candidatos desde la pos elección legislativa, además de los que ya había.

No solo se trata de candidaturas, sino también de posibles reconfiguraciones del cuadro de alianzas conocidas hasta acá. ¿El Frente de Todos va partido a 2023? ¿Si Milei se suma a JxC, se van el radicalismo y Carrió? ¿Vuelve a reflotarse una gran coalición de centro moderado con piezas de todas las partes? ¿Habrá nuevamente tercera vía peronista con los no kirchneristas? Todo es posible, nadie cierra ninguna alternativa, sencillamente porque los otros jugadores dejan todas las puertas abiertas.

Obviamente a esto se le suma la incertidumbre socioeconómica. ¿Habrá hiperinflación? ¿Se podrá producir un estallido social? ¿Eso traerá un Bolsonaro a la Argentina frente la hipótesis de caos? ¿Hay lugar para un outsider de último momento? El problema no es que muchos de estos escenarios suenen disparatados. El problema es que los actores empiecen a tomar decisiones por las dudas, y disparen un dominó solo por diagnósticos falsos. Es la peor situación: la de la profecía autocumplida. Nadie quería que sucediera, pero terminó ocurriendo porque la mayoría reaccionó por efecto manada.

Otro de los aspectos de este juego desordenado son las hipótesis respecto a lo que demanda la sociedad. El gran debate en la oposición es: ¿esto se está corriendo al centro, o directamente se corre a la derecha? ¿esto implica también una demanda sobre liderazgo fuerte, más que sobre algo moderado? ¿el desorden pide inexcusablemente mano dura en todos los aspectos? ¿la moderación se licúa por obra de los halcones, o porque la sociedad finalmente tiende a polarizarse en los extremos? ¿acaso Argentina 2021, Chile 2021, Perú 2021 y Francia 2022 no muestran que el centro moderado es una falacia y que el negocio real es la radicalización? Demasiadas e importantes preguntas sin respuestas, pero precisamente porque no tienen respuesta fácil ni rápida, hacen volar la imaginación de los actores, desarrollando estrategias que tienden a confirmar sus temores / conveniencias. 

Todo este cuadro le hace pensar a Macri, por ejemplo, que tiene una chance en 2023 solo porque el desmadre es cada vez peor: la gente le dará una nueva oportunidad por comparación con el fiasco Alberto – Cristina y porque sus contendientes internos están flojos de papeles. Massa cree que es lo mejor que le podría pasar al oficialismo, en donde ni el presidente, ni la vicepresidenta logran ser hoy el nuevo común denominador. Morales intuye que su vocación de poder, su experiencia política y de gestión y su rol de mandamás del partido lo proyectarán por sobre Manes –sin experiencia- y que en una gran primaria, él será el centro frente al extremo Macri. Y así sucesivamente.

“Cuando todo el mundo se equivoca, todo el mundo tiene razón” rezaba el dramaturgo francés Pierre-Claude Nivelle de La Chaussée. Hay vari@s o much@s que están haciendo un cálculo erróneo, imaginando una sociedad que demanda cosas a partir de datos parciales y fuera de contexto, y así provocar el error ajeno. El que menos se equivoque se llevará el premio.

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