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Biden, de cara a dos años de gobierno dividido

Biden se enfrenta a unas elecciones de medio termino con una aprobación cercana al 40%.

Joe Biden tiene hoy una aprobación de sólo 41,2%.
Joe Biden tiene hoy una aprobación de sólo 41,2%. -
Santiago Alles 30 agosto de 2022

 Las elecciones de medio término son siempre difíciles para el presidente. Obama sufrió duras derrotas tanto en 2010 como en 2014, Trump perdió la mayoría en la Cámara de Representantes en 2018; y antes, en 2006, Bush perdió ambas cámaras. En esta ocasión, además, el presidente llega a las mid-terms con niveles de aprobación muy bajos. Sin embargo, de acuerdo a RealClearPolitics, Joe Biden tiene hoy una aprobación de sólo 41,2%, tras escalar unos cuatro puntos en el último mes desde un abismal 36,8%. Y su favorabilidad, es decir la diferencia entre imagen positiva y negativa, es -14.4 puntos porcentuales. FiveThirtyEight brinda estimaciones casi idénticas. Y esta imagen negativa se extiende a otras figuras clave del Partido Demócrata en el poder, como la vicepresidenta Kamala Harris (-16,4), el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer (-16,5), y la Speaker de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (-20,5). En los Estados Unidos, la aprobación de un presidente en sus primeros dos años (muy) raras veces cae debajo de los 40 puntos; hoy ese nivel parece un techo casi tanto como un piso.

Tales niveles de desaprobación se explican por una Administración demócrata que no ha sido capaz de dar respuestas a un contexto económico difícil. La inflación, tras acelerar progresivamente durante 2021, alcanzó el 9,1% anual en junio pasado, muy por encima de los niveles a los que está habituado el votante estadounidense. Como referencia, la inflación anual osciló entre 1,5% y 2.3% durante 2019, el último año pre-pandemia. Y este contexto económico se proyecta sobre el humor general: el tracker de Gallup indica que más de un tercio de los votantes consideran que la situación económica es el problema más importante del país, lo que representa el nivel más alto en cinco años. La percepción de una Administración débil y sobrepasada predomina no sólo entre la oposición republicana: el ala progresista del Partido Demócrata también ve con frustración la falta de resultados.

Durante las últimas semanas, sin embargo, la narrativa ha gradualmente girado en favor el gobierno. La Administración, por un lado, ha logrado algunas victorias legislativas. En particular, los demócratas lograron pasar por el Congreso un paquete de medidas ambientales, impositivas y de servicios de salud, que si bien más pequeño que la propuesta inicial, ha sido un éxito significativo. Y a ello se suma Dobbs, el fallo de la Corte Suprema que anuló Roe v. Wade, y puso al derecho al aborto en el centro del debate político. La serie de Pew Research Center muestra con claridad cómo creció el interés de los votantes en el tema tras el fallo, lo que da oportunidad a los demócratas para movilizar votantes—principalmente mujeres en áreas suburbanas. Esta renovada movilización puede ser crucial en algunas elecciones de senadores, que posiblemente se definan por márgenes estrechos.

¿Cuáles son entonces las expectativas del Partido Demócrata en un contexto así? A dos meses y medio de distancia, las perspectivas en la renovación del Senado no son, a pesar de todo, malas. Este año se renuevan 35 bancas; la batalla estará concentrada alrededor de siete u ocho de ellas. 

Los demócratas, por un lado, deben defender 14 escaños para conservar su (ajustadísima) mayoría, y cuatro estados lucen cruciales. Georgia, Nevada, y Arizona representan el ascenso del Partido Demócrata en el Sun Belt en ciclos recientes. Raphael Warnock (GA) y Mark Kelly (AZ) ganaron sus bancas por márgenes ajustados en dos estados considerados como sólidamente republicanos poco tiempo atrás. Las encuestas sugieren que Warnock va delante por menos de un punto, por lo que la elección posiblemente se resuelva en una segunda vuelta, tal como ocurrió dos años atrás. Kelly y Catherine Cortez Masto (NV), en un estado más favorable a los demócratas, aparecen en las encuestas con una ventaja de sólo dos o tres puntos. Y Maggie Hassan luce en una posición algo más holgada para conservar su banca en New Hampshire. Si los demócratas logran conservar estas cuatro bancas, casi con seguridad asegurarán las 50 bancas que le dan control del Senado. 

El Partido Republicano, por otro lado, pone en juego 21 lugares, de los cuales tres parecen en riesgo. Pennsylvania es posiblemente la mejor oportunidad demócrata para ganar un escaño en poder de la oposición. El retiro de Pat Toomey abrió paso a la candidatura de Mehmet Oz, quien no logró aun hacer pie, y en las encuestas aparece detrás del vicegobernador John Fetterman. Los candidatos republicanos aparecen delante en Wisconsin y North Carolina, pero los márgenes son en ambos casos estrechos. Ron Johnson (WI), quien busca un tercer período, está virtualmente empatado con el vicegobernador Mandela Barnes en las encuestas, en un estado donde las elecciones se vienen resolviendo por diferencias de alrededor de un punto porcentual. Y en North Carolina, la ventaja republicana en la competencia para reemplazar a Richard Burr tras su retiro, parece haberse estrechado a sólo un punto. 

Los demócratas enfrentan, en cambio, un panorama sombrío en la renovación de la Cámara de Representantes. La victoria electoral de dos años atrás permitió al Partido Demócrata retener el control de la cámara, pero con una ventaja estrecha, que ahora, en un contexto económico y electoral desfavorable, será muy difícil defender. Es cierto que el re-trazado de distritos ha reducido el sesgo pro-republicano de la elección, pero posiblemente eso no sea suficiente. Los modelos predictivos, como FiveThirtyEight, atribuyen una sólida ventaja a la oposición. Y los ratings cualitativos, como The Cook Political Report, también. Los republicanos recuperarán la Cámara de Representantes.

Los próximos serán dos años muy largos para la Administración Biden. En un escenario político altamente polarizado, perder el control del House anticipa, casi con seguridad, el estancamiento de la agenda de gobierno. Es cierto que algunas victorias legislativas indican que, contra todo pronóstico, el gobierno ha sido capaz de llegar a acuerdos con la oposición, pero es dudoso que esa estrategia funcione en la Cámara de Representantes. Más aun, la larga sombra de las elecciones presidenciales comenzará a cernirse sobre un presidente que en noviembre cumplirá 80 años. Los republicanos tendrán crecientes incentivos para confrontar, como un modo de diferenciarse, mientras que las principales figuras demócratas estarán ocupadas en tomar posiciones para competir, si Biden optara por no buscar la reelección. Biden podrá intentar dilatar esa decisión para conservar poder, pero cuanto más lo haga, mayor será el daño a las oportunidades demócratas, por lo cual, a medida que avancen los primeros meses del año próximo, las presiones internas serán también crecientes.
 

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