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Alberto y la "gran Clinton" de 1994

El expresidente de EE.UU. cayó en las intermedias de 1994, pero logró reponerse y ganó las presidenciales de 1996

Alberto y la "gran Clinton" de 1994
15 noviembre de 2021

En las elecciones de medio término de 1994 en Estados Unidos, Bill Clinton sufrió una severa derrota.  En sus primeros dos años de gestión había impulsado la reforma del sistema de salud que fracasó e impulsó una agenda progresista en temas culturales que no formaban parte de las prioridades del estadounidense medio.

Del otro lado, los republicanos liderados por Newt Gingrich impulsaban una agenda conservadora con una serie de iniciativas plasmadas en el documento "Contrato con América". Su triunfo fue contundente y las dos cámaras del Congreso pasaron a ser controladas por los republicanos por primera vez desde 1953.

Clinton tenía por delante un escenario muy complejo para su reelección en 1996. Su índice de popularidad era muy bajo, muchos demócratas consideraban inconveniente que se presentase para un nuevo mandato y por eso sorprendió cuando a fines de 1994 anunció que lo haría.  

En ese momento se decidió a poner en marcha una estrategia diseñada por el consultor Dick Morris. Básicamente consistía en ubicar al Presidente como el vértice de un triángulo cuya línea de base tenía en un extremo a los republicanos conservadores y en el otro a los demócratas más progresistas.  

De esa manera Clinton procuraba ubicarse por encima y equidistante de la polarización, lo cual implicaba apropiarse de parte de la agenda de los ganadores de las legislativas. Se fue corriendo políticamente al centro y fue clave la prosperidad económica de esos años: durante su presidencia el PIB creció 3,6% anual promedio, un porcentaje al que ninguno de sus sucesores siquiera se acercó.

De la mano de la expansión de la actividad, en 1998 Estados Unidos logró, durante un gobierno demócrata, el primer superávit fiscal en décadas, curiosamente un viejo sueño de los republicanos y que había dominado la agenda pública en esos años. En las elecciones presidenciales de 1996, Clinton obtuvo su reelección.  

Las diferencias entre Argentina y Estados Unidos son inmensas, pero una experiencia como la de Clinton debería ser tenida en cuenta por Alberto Fernández. El camino de la radicalización es inviable porque no cuenta con financiamiento para transitarlo ni con los votos necesarios en el Congreso.

Retomar el mensaje inicial del Gobierno orientado al centro parece ser la mejor alternativa para transitar sin sobresaltos los próximos dos años y mejorar las chances electorales del oficialismo.  

En Argentina está la experiencia de Cristina Kirchner. Luego de la derrota del oficialismo en las legislativas de 2009 y en un momento en el que se publicaban infinidad de artículos y libros que daban por terminado el ciclo kirchnerista, algunas iniciativas del Gobierno y un contexto externo muy favorable le dieron un gran impulso a la economía. Si bien resultaría efímero, fue suficiente para que Cristina en 2011 obtuviese la reelección con el 54% de los votos y una diferencia de 37 puntos con relación al segundo.  

Las situaciones son distintos y el peso político de los protagonistas es otro, pero la disyuntiva es la misma: una agonía de dos años o procurar revertir la situación. El camino de resolver temas concretos con acuerdos en el Congreso, mejorar la performance del gobierno en distintas áreas y establecer con claridad las prioridades de la gestión a partir de escuchar el mensaje de las urnas, está abierto para ser transitado si hay voluntad política de hacerlo.

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