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Por Luis Tonelli y Juliana Montani

Contra todas las apuestas

La cuestión clásica y central para la ciencia política moderna parece haber dado paso a una especie de fetichismo de las candidaturas.

Lo único importante parace ser encontrar al “candidato” que atraiga suficientes votos.
Lo único importante parace ser encontrar al “candidato” que atraiga suficientes votos.
25 agosto de 2022

Por Luis Tonelli y Juliana Montani

La cuestión clásica y central para la ciencia política moderna parece haber dejado paso a una especie de fetichismo de las candidaturas. Aquí lo importante es encontrar al “candidato” qué atraiga la suficiente cantidad de votos para llegar a la Casa Rosada. Si es en primera vuelta, sería fantástico, pero no estaría nada mal saliera aunque sea del balotaje. 

La verdad que las elecciones son un poquito más importante que esta simple constatación epidérmica de una señora o un señor que recibe los votos necesarios y llega al poder. 

Aunque los “científicos sociales de la Nueva Política” postulen en sus libros escritos en letra tamaño 14 que la ciudadanía hoy es la GENTE, un conjunto amorfo de individuos a los que no les interesa la política  (o más aún, la odian), que están interesados en si el candidato se peina el jopo o no tiene jopo, que deciden su voto el mismo día que las elecciones, que la campaña electoral es lo más importante, y las encuestas el instrumento “científico” que permite ir moldeando al candidato al gusto de sus consumidores.

Lo que estos “especialistas” sostienen convincentemente, o no tanto, en los programas dedicados al espectáculo de la política es que si la sociedad cambia, entonces la política debe cambiar. Algo que puede ser postulado teóricamente, pero que finalmente uno debe analizar los datos para confirmar lo que parecía una verdad de Perogrullo.

Se dice que estamos en una sociedad donde la gente se comunica de un modo diametralmente distinto a cómo se hacía unos años más. Hoy el smartphone es un órgano más de nuestro cuerpo, y para algunos homínidos claramente es el órgano más importante de su cuerpo. 

Estos smartphone no solo permiten comunicarse a los seres humanos donde quieran que estén, sino que permiten la participación en esas riadas de comunicación política que son las redes sociales. En la opinión muy respetada del Zymung Bauman, todo se ha vuelto líquido, lo que remeda el viejo dictum de Marx de que todo lo sólido se disuelve en el aire.

Sinceramente, si todas estas sesudas afirmaciones dichas en tono todavía más sesudo fueran ciertas la verdad que las continuidades, patrones y repeticiones que encontramos en las elecciones deben ser un milagro sin parangón. Por lo pronto, que elección tras elección haya dos modos principales que reúnen idiosincrasias diferentes (llamémoslos el modo peronista y el modo NO peronista) no indica que quizás la metáfora de la clientela indeterminada, indecisa, y sujeta a la campaña electoral, como perritos de Pavlov, no es la correcta para tratar con un electorado obtuso.

Qué asimismo, y como ya había señalado el recordado Manuel Mora y Araujo en su libro El Voto Peronista, el voto se encuentra fundamentalmente explicado por la pertenencia a los estratos sociales y a quien se votó anteriormente. Dada la fragmentación partidaria relativa en la Argentina el predictor más eficiente, después del demográfico, es a que “modo” se votó en la elección anterior.

Uno podría decir, aunque admitimos que tenga un tanto de boutade, los votos en la Argentina están, más o menos, donde siempre están, pero los que se mueven son los políticos (en sus roscas, alianzas y rupturas).

Volviendo al tema de la competencia, que decíamos que se había olvidado, y mea culpa, lo olvidamos después de desviarnos por temas conexos. En las elecciones argentinas presidencialista desde 1983 ha prevalecido, en general, una competencia centrípeta. O sea que quiere conquistar el centro para así llegar al poder. 

Como se dice en Ciencia Política, el que conquista al median voter es el ganador. Una variante de la competencia centrípeta tout court es la que está precedida de una estrategia centrífuga, polarizante, para barrer a los candidatos centristas, y después al final de la campaña converger sobre el centro porque los votos mayormente están allí.

Hemos realizado investigaciones que nos dicen que en la Argentina se da un sistema polarizado electoralmente pero no polarizado ideológicamente. La polarización electoral se da en dos modos, cómo ya hemos consignado, y esto implica que no hay dos modos y un centro, como se nos repitió durante mucho tiempo, sino que son dos modos que tiene dos centros: un centro peronista y un centro NO peronista. Los electorados allí son moderados, pero no cruzan la frontera de votar al otro centro, mayormente. P

ara decirlo de otro modo, aquí Corea del Sur tiene un Norte, y Corea del Norte un Sur, pero las fronteras son estrictas. Y la razón de ser de cada modo no es ideológica sino pre política. En la Argentina, el peronismo se presenta como esparcido del poder, y el NO peronismo como el partido de las instituciones. 

Con esta composición, el modo que se divide pierde frente al que no se divide (como fue la derrota de Mauricio Macri en el 2019). Si ninguno de los modos está lo suficientemente cohesionado, el balotaje lo decidirá tirando una moneda en el aire (triunfo raspando de Macri frente a Daniel Scioli). Si los dos modos están fragmentados, entonces moneda en el aire, como en el 2003.

Todo esto lo decimos previamente para que se entienda estos últimos párrafos de conclusiones actuales y provisorias. El ingreso de Sergio Massa al gobierno es una promesa de cambiar la competencia centrifuga (bah, la grieta) por una competencia centrípeta, o sea, hacia el centro del electorado. Massa no es ni de izquierda ni de derecha sino todo lo contrario, La vicepresidenta, ante la crisis fulminante que amenazaba lo peor, admite a Massa para que se llegue a las elecciones pero obviamente tiene la piedra pómez para esmerilarlo todo lo posible y no sea el nuevo jefe del peronismo.

Y aquí a la oposición se le presenta un tremendo problema. No hay peor cosa que para un polarizador como Mauricio Macri (hace tiempo que se le reventaron los globos amarillos) que el opositor le ocupe el centro ya que le puede comer parte de su electorado. 

O sea, no fue solamente un acto de moralina que Lilita Carrió blandiera su rosario, sino que cuando uno revisa los nombres de sus flambeados en el infierno, son todos políticos centristas. Dicho de otro modo, si Macri es candidato, pueden darse tensiones en Juntos por el Cambio muy difíciles de administrar.

Todos nerviosos, todos excitados. Y sin embargo falta tanto! 

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