Partidos

Controlar las trincheras

El sistema de partidos argentino ha sufrido un terremoto con el surgimiento de Javier Milei y ahora le toca a las estructuras partidarias adaptarse al nuevo escenario.
Los expresidentes buscan tener el liderazgo formal y real de sus estructuras partidarias.
14-10-2024
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La democracia implica que las instituciones representativas sufran cambios en la medida que las demandas sociales, y los contextos en los que estas nacen, van mutando. 

Posiblemente la institución fundamental de nuestras democracias representativas son los partidos políticos, que por más desprecio social que acumulan, siguen siendo agentes imprescindibles para el funcionamiento del sistema.

La calidad de una democracia depende, en gran medida, en que estos agentes funcionen como plataformas estables para que quienes pretenden representar los intereses y demandas de sus votantes. La estabilidad de los partidos es un factor tan clave como debatible en lo relacionado a su efecto sobre la calidad de una democracia contemporánea, o poliarquía. 

Por un lado, en una sociedad cada vez más desinteresada por la actividad de la política partidaria, un sistema inestable de espacios políticos cambiantes podría fomentar esta apatía y poner en riesgo las bases del régimen representativo. Sin embargo, en el otro extremo, un sistema de partidos pétreo, obstaculizara la alternancia real de la clase política limitando la adaptabilidad de la democracia al cambio social.

En el año pasado en Argentina ha habido un sismo del sistema político, con la irrupción de una tercera fuerza sobre un esquema bi-coalicionista que logró tener siete años de hegemonía. Las últimas elecciones presidenciales le dieron la bienvenida a un escenario multipartidario de tres espacios con identidades e intereses diferenciados.

El surgimiento de La Libertad Avanza pudo haber puesto en riesgo gran parte del espectro partidario, sin embargo, no parece que el año que viene vayamos a ver grandes cambios en la oferta electoral.

Porcentaje de votos en elecciones legislativas nacionales por fuerza política.

En apariencia, LLA llegó a la presidencia gracias a un rediseño de las preferencias de los votantes de derecha y de centroderecha, que optaron por una opción más radical que los herederos de Cambiemos. Sin embargo, la base electoral del oficialismo se está tornando cada vez más diversa y, aunque amenaza con desgastar a Juntos por el Cambio en todas las provincias, el peronismo también sufre sus consecuencias.

La desintegración de Juntos a nivel nacional contrasta con las coaliciones de gobierno de diez distritos subnacionales en donde el sello consiguió la gobernación. Las próximas elecciones legislativas serán un punto intermedio para la mutación de esta fuerza, que se encamina a dividirse completamente para las elecciones del 27.

En este proceso, se está destacando la importancia que le dan los principales referentes políticos a ubicar posiciones de poder en las estructuras partidarias. En el caso del PRO, Mauricio Macri retomó el control del partido frente al riesgo de pérdida de identidad. Aunque hoy las contradicciones del PRO representan un riesgo para su supervivencia en el sistema, está asegurada la posibilidad de continuar un camino independiente del destino del Gobierno.

Del lado del peronismo, la intención de Cristina Kirchner de ser la primera presidenta del Partido Justicialista nacional está más relacionada con el objetivo de supervisar las posturas, hasta ahora heterogéneas, del partido con respecto a las iniciativas oficialistas. A su vez, la necesidad de controlar las listas oficiales del PJ en provincias donde el partido se ha alejado de la línea nacional, llevan a la ex presidenta a buscar la máxima posición en la estructura partidaria.

¿Por qué JxC está en un camino de desintegración a nivel nacional y los herederos del Frente de Todos seguirán unidos? 

La coalición de centro derecha tuvo un mayor nivel de institucionalidad en su alianza, lo que le dio estabilidad por casi una década pero también llevó a que se mantenga la identidad y cierta autonomía de los partidos que la componen. El nacimiento de una formación que creció inicialmente sobre la base del electorado del PRO produjo un terremoto en la alianza.

Entre las legislativas del 21 y las del 23, JxC sufrió la peor caída de votantes de cualquier fuerza en los últimos años. Sumado a que el nuevo Gobierno llevó a sus filas a algunos referentes de peso de los partidos que integraban la coalición, el destino de la alianza a nivel nacional estaba escrito, aunque aún sobreviven sus ramificaciones provinciales.

En cambio, el FdT-Unión por la Patria está atravesando un proceso similar al de JxC en 2019, donde lejos de romperse, se mantuvieron unidos como la oposición más legítima. La diferencia principal entre las coaliciones es el claro dominio de la estructura de un partido (el PJ) sobre sus aliados, como así la relevancia de su dirigente con más trayectoria. 

Si Cristina logra llevar a la presidencia del partido, la coalición podrá perder algunos referentes que se mudarían a la formación de centro en construcción liderada por el peronismo cordobés, pero ganarían en identidad y fidelización de sus votantes. En un contexto de incertidumbre y fragmentación electoral, casarse con el piso de votantes kirchneristas no parece una mala decisión.