Como todas las especies, palomas y halcones comparten algún grado de parentesco dentro del reino animal. Estas dos aves se diferencian en un punto particular del árbol biológico: el orden. Tanto estas aves como la palabra en cuestión revisten otro sentido en la política argentina y en especial para Juntos por el Cambio. El orden es central en un contextos de múltiples liderazgos, como es el caso de la coalición opositora, más aún cuando en muchas provincias la distinción partidaria se diluye en favor de una nueva interna opositora: la moderación vs la intransigencia.
El origen de la utilización de estas categorías biológicas en la política viene de la mano del debate monetario. Simplificando las diferencias, los halcones se enfocan en mantener una tasa de inflación mínima sobre cualquier otra cosa, mientras que las palomas serían quienes se enfocan en el desempleo o en otras variables sociales. El traslado de estas categorías a la interna opositora plantea la necesidad de distinguir a los diversos miembros de Juntos por el Cambio a partir de su opinión o posibilidades de dialogo con el adversario.
En Juntos la cuestión de la dureza con la que se habla del kirchnerismo, o en su defecto de los oficialismos justicialistas, es determinante en la disputa de sus liderazgos. A nivel nacional las diferencias están claras y se identifican con algunos indicadores discursivos. Mientras que los dialoguistas consideran necesario un acercamiento con sectores "racionales" del Frente de Todos y otras fuerzas provinciales aliadas, del otro lado entienden que para el Cambio sea posible es preciso más coraje y menos acuerdos. Esta posición se relaciona con dos elementos claves en la construcción del renovado relato "anti-K". Por un lado, se adjudica la culpa de los fracasos de la gestión de Cambiemos al gradualismo y los buenos modales en materia de comunicación y negociación política. A su vez, el crecimiento de la antipolítica los lleva a tentarse para imitar su discurso y modos.
La alianza opositora fundada para las elecciones de 2015 se caracteriza por un elemento principal: su antikirchenrismo. Bajo ese eje rector se juntó el PRO, la UCR y la CC, para desanclar del poder a una fuerza política que iba en búsqueda de su cuarto mandato consecutivo. Esto les presentó el desafío originario de buscar una causa que los convoque en sus diferencias, reto semejante al que vive actualmente la coalición. Hay dos diferencias fundamentales para analizar esta continuidad; el gobierno kirchnerista llegará a la elección mucho más desprestigiado que en 2015 y Juntos por el Cambio se ha ampliado hasta niveles inimaginables. La incorporación de algunos sectores, con claros intereses internos por detrás, genera que el espacio abarque todo el espectro ideológico.
De la misma manera que la cuestión del FMI sirve al Frente de Todos como unificador (es el punto más fuerte en el discurso anti macrista) al mismo tiempo que diversificador (con el kirchnerismo duro en contra del acuerdo de Guzmán) en Juntos por el Cambio tienen a la intransigencia opositora. Hablar de las diferencias entre López Murphy y Stolbizer obliga a mencionar todas sus opiniones y posiciones históricas. Esta variedad de ideologías dentro de la coalición hace que sea necesario unas categorías ordenadoras para formalizar las diferencias. Para polarizar una primaria en dos opciones competitivas y que logren mostrar el electorado, tanto sus razones para estar juntos como separados, la distinción entre halcones y palomas puede ser la mejor opción.
Ya descartada la posibilidad de suspensión de las PASO, en JxC está todo dado para que se de un escenario de tal atomización de su oferta que termine complicando el proyecto colectivo. La inflación de candidaturas es algo predecible de cara a cualquier elección, por lo que sabemos que de los autoproclamados candidatos quedarán pocos para el cierre de listas. Sin embargo, con más de 9 posibles precandidatos el riesgo de que la coalición vaya con más de tres listas es latente. Aunque varias de las aspiraciones no se condigan con posibilidades electorales y se usen como herramienta de negociación, en un contexto interno polarizado pueden ser buenas herramientas para dividir el voto del adversario. Por ejemplo, a Rodríguez Larreta le conviene que se presente López Murphy para dividir sacarle votos liberales a Bullrich, tanto como ella tiene interés en que Manes sostenga su candidatura.
Si no prima el dialogo entre los dos lideres principales del PRO, este incentivo particular a la fragmentación del espacio no solo complica las posibilidades colectivas en unas elecciones generales, sino que puede terminar en un resultado inesperado. Siguiendo con los ejemplos, con candidaturas presidenciales confirmadas de Larreta, Bullrich y Vidal dentro de la interna, el radicalismo unido con Manes (dentro o fuera de las PASO opositoras) podría alzarse como favorito.
No queda mucho tiempo para que Juntos por el Cambio termine de ordenar las aspiraciones de sus miembros y decida que oferta le presentará a la ciudadanía en 2023. Mientras que lo más natural y comprensible para el votante sería optar entre palomas o halcones, todos los incentivos políticos individuales parecen ir en dirección contraria.