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Opinión

El cristinismo como partido provincial bonaerense

La boleta de Buenos Aires refleja la decisión del kirchenerismo de convertirse en una suerte de partido provincial.

La provincialización del kirchnerismo sería perjudicial para la gobernabilidad nacional.
La provincialización del kirchnerismo sería perjudicial para la gobernabilidad nacional.
Julio Burdman 01 julio de 2023

Una de las características del cierre de listas para las PASO, importante desde una perspectiva de análisis político de largo plazo, fue la decisión del kirchnerismo -o cristinismo- de convertirse en una suerte de partido político bonaerense. Queda reflejado en la boleta: Axel Kicillof, Eduardo De Pedro y Máximo Kirchner, los tres hijos políticos de la vice, ocupan los tramos principales.

Además de la presidencial, claro, que quedó a cargo de los dos ministros más importantes del gabinete de Alberto Fernández, Sergio Massa y Agustín Rossi.

En la reciente aparición pública de Cristina y Massa, en el contexto de la repatriación del "avión de la muerte", la vice dejó en claro que su candidato era De Pedro, y que la decisión final no la tomó ella. Boleta presidencial y boleta provincial están unidas en el papel, pero no en espíritu. 

La tendencia a la provincialización de la política argentina es de vieja data ya, y la venimos analizando en columnas anteriores. Saltar desde un distrito hacia la Nación, como el Frente para la Victoria santacruceño o el PRO porteño, es la excepción que construye la política nacional.

Pero lo que no teníamos, hasta ahora, era un provincialismo bonaerense. Eso sería de temer, ya que la provincia de Buenos Aires es tan grande y complicada, que la gobernabilidad del presidente depende de tener asegurada la lealtad del súper-distrito. Sola y Scioli en el kirchnerismo, Vidal en los años de Macri y Kicillof con Alberto y Cristina  Fernández, fueron eso. Una lealtad cuidadosamente diseñada: tres porteños "enviados" a la provincia por sus jefes políticos nacionales. 

De hecho, tal vez el nacimiento del kirchnerismo como tal fue cuando Néstor Kirchner "envía" a otra leal a disputar el territorio en su nombre: Cristina, la entonces primera dama, se enfrentó al duhaldismo entonces dominante. Psicoanalíticamente, parecía una dramática historia en la que el hijo Kirchner enfrentaba al padre Duhalde, y le ganaba, valiéndose para ello de sus respectivas mujeres en duelo.

Pero geopolíticamente, lo que hubo fue una conquista territorial a través de los votos. Kirchner ya había visto, en la década del noventa, la peligrosidad de la pelea Menem - Duhalde (o sea, Nación - Provincia), y luego, la debilidad de origen de De la Rúa por haber sido el único presidente con un gobernador bonaerense de otro color político. Cuando la provincia está rebelde, es problemática. Por eso, la "bonaerensización" del cristinismo luce como un problema para la gobernabilidad futura. Dado que Kicillof, aunque no tiene asegurada la reelección, es un candidato firme a lograrla. 

Si el candidato de Juntos por el Cambio o Milei ganan la presidencial, y tienen del otro lado de la General Paz a Kicillof, habrá problemas desde el día uno. La relación entre mandatarios será la unidad de medida de la gobernabilidad presidencial. Y ello también aplica a un eventual triunfo de Massa y Kicillof, ya que la buena sintonía entre ambos dependerá de importantes negociaciones presupuestarias por venir. Pero Massa, en todo caso, tendría un as bajo la manga: él también, como Kirchner en 2005, podría jugar con la conquista del territorio. Massa también es un actor potencial en la política bonaerense. 

No parece casual, en principio, que Massa haya impulsado la candidatura de su esposa y leal aliada política, Malena Galmarini a la intendencia de Tigre. Pero además, hay que recordar que la más importante innovación política de Massa, hace 10 años ya, fue la creación del "partido de los intendentes", casi todos de la Primera Sección, que llevó el nombre de Frente Renovador. Massa puso en jaque al kirchnerismo con ese instrumento electoral, que luego le fue arrebatado por Cristina: uno a uno, los intendentes rebeldes fueron volviendo al redil kirchnerista. Pero Massa, el creador de la fórmula, seguramente sabrá cómo crear otro FR.   

El punto, entonces, es la sustentabilidad del cristinismobonaerense. Además de Kicillof, en el cierre de las listas, vimos la fortaleza del nuevo PJ bonaerense, cuyo presidente es Máximo Kirchner. Podemos decir que Máximo finalmente pudo ejercer en forma plena la presidencia del partido en esta elección. 

Su propia creación política, La Cámpora, se superpuso con el partido. La Cámpora es una de las estructuras políticas más grandes de la Argentina, si la analizamos por cantidad de miembros y la influencia de los mismos en las burocracias de los estados nacional y bonaerense. Pero fue creada como una agrupación grande, y nacional. Tiene presencia en todo el país, y en todos los ámbitos, sin haber sido de ninguna provincia o ciudad en particular. Una suerte de sub-partidodentro de un peronismo hegemonizado por el kirchnerismo.

El modelo político de La Cámpora fue original, y eso le permitió cobijar a muchos jóvenes que se sintieron atraídos por el kirchnerismo en sus años dorados. Pero esa criatura de Máximo, y su cultura altiva de orga nacional e ideológica, va a chocar -ya está chocando, de hecho- con las bases municipales del peronismo bonaerense. Los intendentes sienten que La Cámpora se entromete en sus pequeños imperios locales, y se resisten a su presencia superestructural.

Ese conflicto entre La Cámpora, que es el cristinismo, y los intendentes bonaerenses ya está presente, y un Massapresidente seguramente lo explotará en beneficio de su propia gobernabilidad ejecutiva. Pero es probable que también pretendan hacerlo Larreta, Bullrich o Milei en caso de ganar la elección, aún si Kicillof es derrotado en manos de Grindettio Santilli. Gane quien gane, tanto en Nación como en la provincia, el territorio bonaerense será intensamente disputado en los próximos años.

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