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Ganó Milei, ¿nacerá el mileísmo?

¿Inducirá Milei el parto del mileismo o apenas será como De la Rúa, Macri y Alberto Fernández, es decir, solo un interregno entre dos príncipes?

Ganó Milei, ¿nacerá el mileísmo?
Daniel Montoya 27 noviembre de 2023

No hay banco de datos en Argentina relativo a una cirugía mayor que no haya sido precedida por un estallido previo, tal como ocurrió en 1989 y 2001. Sí sabemos de gobiernos que, con la necesidad acuciante de activar un profundo proceso de reformas previas al Big Bang, no supieron, no pudieron o no quisieron llevarlas adelante.

Prima facie, daría la impresión y casi la certeza que Fernando de la Rúa, antes que nada, no quiso. "Conmigo un peso, un dólar". A confesión de parte, relevo de prueba. A juzgar por el testimonio brindado en su libro "Segundo tiempo", así como por todas las manifestaciones de simpatía hacia el flamante presidente Javier Milei en tiempos de la campaña electoral, queda claro que Mauricio Macri quiso pero no pudo ni supo como hacerlo. O una combinación de ambas cosas.

Mientras el difunto ex presidente no tuvo la voluntad, el actual aspirante a vicepresidente de Boca Juniors no encontró el camino para convertir una demanda de cambio, débil según su testimonio, en una hoja de ruta para la salida del estancamiento que ya alcanza más de una década pero, en lo sustancial, se remonta a principios de la década del 70. Es decir, un problema de fondo demasiado grande para alguien débil o, de igual modo, para alguien inseguro que, a la primera de cambio, lo tumbaría fácil al suelo el potro rebelde y arisco que es Argentina.

Es la famosa historia de las 70 toneladas de piedras repetida por Macri hasta el hartazgo. En cierta medida, es una confesión de impotencia y arrepentimiento como la que realizara Alfonsín respecto al fallido proyecto de traslado de la capital a Viedma de mediados de los 80. "Me debería haber mudado en carpa". Para Macri, léase entre líneas: "los debería haber enfrentado con más determinación".

El huevo y la gallina

A esta altura, resulta evidente que, en ausencia de voluntad política, poco vale el análisis relativo al programa y a los fierros políticos disponibles para llevarlo adelante. Si de mandato popular se trata, el mapa electoral del comicio que coronó presidente a De la Rúa es impactante. Una diferencia de más de 10 puntos en primera vuelta versus Duhalde, más un mapa nacional casi todo pintado de rojo con la excepción de apenas 4 provincias. De esa foto en octubre de 1999 a otra del entonces vicepresidente "Chacho" Álvarez renunciando al año casi exacto. Un verdadero récord Guinness político de la Alianza.

Formulado en pocas palabras, ¿qué sentido tiene preguntarse si viene primero el huevo o la gallina cuando se sabe que antes de ambas viene la voluntad política o, mejor dicho, la génesis de cualquier acontecimiento político sobre la tierra? Sin ella, un presidente electo ni siquiera entra a jugar el partido y se convierte en un triste interregno olvidado entre otros dos presidentes. En este caso, entre Carlos Menem y Néstor Kirchner.

Más aún, si de ausencia de voluntad política se trata, qué mejor exponente que el presidente saliente Alberto Fernández, quién con un mapa electoral impactante y un triunfo en primera vuelta al igual que De la Rúa más ¡los fierros políticos del peronismo!, le termina achacando a la mala suerte su fracaso político.

En definitiva, en la historia de esta democracia que festeja sus 40 años tenemos tres presidentes que, representando a las dos grandes tradiciones políticas nacionales, fueron incapaces para activar procesos de reformas necesarias en ausencia de grandes estallidos como el de 1989 y 2001. Los tres, en diferente medida, contaron con el amplio pero puntual respaldo de la voluntad popular. Uno de ellos tres inclusive con los súper fierros políticos del tradicional espacio del orden y la gobernabilidad, el de los machos alfa y de los rudos intendentes del conurbano bonaerense, el peronismo.

Así y todo no alcanzó. Si algo hermanó a las tres experiencias fue la ausencia de voluntad política, por supuesto, escudada en diferentes pretextos. La convertibilidad no se puede tocar, las 70 toneladas de piedras o, peor aún, la mala suerte de la pelota que nunca entra o no dobla. 

Al día de hoy, el taxímetro del flamante presidente Milei está en 0, se activará en la medida que exhiba manifestaciones indubitables de su voluntad política, es decir, aquellas acciones que logren el milagro de hacer funcionar a los jugadores de camiseta azul o amarilla como si estuvieran vestidos de violeta. 

No sería nada más y nada menos que la naturaleza de la acción política. Nunca hubo peronistas hasta que Perón lograra la magia de hacerlos funcionar como tal, así como no hubo nunca alfonsinistas, menemistas o kirchneristas hasta que Alfonsín, Menem o Kirchner lograran el hechizo de hacerlos sentir como tales. ¿Inducirá Milei el parto del mileismo o apenas será como De la Rúa, Macri y Alberto Fernández, es decir, solo un interregno entre dos príncipes?

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