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Panorama

Massa versus Macri, segundos afuera

Si Milei logra el milagro en el balotaje, su victoria tendrá un accionista mayoritario inequívoco: Mauricio Macri.

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Daniel Montoya 29 octubre de 2023

No le demos más vueltas. Cristina y Macri, aún con la pintura raspada, siguen siendo las dos figuras más gravitantes de la política argentina. Sea a través de su silencio activo o mediante su canto a los cuatro vientos, son los únicos dos líderes políticos que tienen capacidad de construcción o de destrucción ilimitada. Si hoy Cristina se hace muy visible, lo fulmina a Massa. Si hoy Macri no se vuelve visible, chau Milei. Punto y aparte.

En este sentido, la actual pregunta del millón es porqué Macri no tomó el mismo camino por la positiva de Cristina en 2019, en lugar de hacerlo vía la previa destrucción de su fuerza política Juntos por el Cambio

¿Fue su propio perfil de celebrity que le hizo insoportable imaginarse tocando la campanita en el Senado y llamando al orden a sus figuras incombustibles como José Mayans, en lugar de verse disputando un glamoroso torneo de bridge o en la tribuna de Qatar rodeado de jeques? 

¿O quizás fue una situación impuesta por la realidad de tener que ir a una paritaria que, a diferencia de aquella cómoda de Cristina con Alberto en 2019, lo forzaba a Macri a una negociación dura con un Milei en ascenso, lejano a éste de hoy yendo a su mansión de Acasusso con la escupidera en la mano y con un tatuaje de un 30% inamovible en su frente? 

Si bien solo Dios tiene las respuestas, los humildes mortales tenemos una certeza: si Milei logra el milagro en el balotaje versus un Massa en su mejor versión, su victoria tendrá un accionista mayoritario inequívoco: Mauricio Macri.

¿Presidente? Un puesto menor

Si fue cierto o no, poco importa. Lo que vale es que resulta verosímil, el único filtro válido en tiempos de inteligencia artificial y realidad aumentada dónde se torna imposible aislar lo real de la ficción. Bien lo dice el viejo adagio italiano: "se non è vero, è ben trovato". Hace unos años transcurría un duro debate entre el entonces presidente Néstor Kirchner y el mandamás del grupo Clarín, Héctor Magnetto. 

"¿Querés mi silla de presidente?", lo aguijoneó el difunto ex mandatario al enigmático capo del conglomerado mediático hoy anestesiado con una flamante licencia de 5G en el bolsillo adjudicada precisamente por el ministro Massa. 

"Para nada, ese es un puesto menor", lo cruzó Magnetto. Era en ese terreno dónde se mantuvo Macri, el de la centralidad por la ausencia y la influencia sotto voce, un método idéntico que aplicó Cristina por poco tiempo durante 2016 y que, quizás, hubiese sido mucho más prolongado si no fuera por la estupidez de una mesa judicial macrista que entendía que su desfile por Tribunales le pondría la dosis de Stevia necesaria al ajuste.

Si algo podía salir mal, salió pésimo. Más que pésimo, horrible, como todo cálculo político realizado sobre la base del rencor y la exacerbación de los viejos odios nacionales. 

El duro ajuste, antes que edulcorarse por las impactantes imágenes de las excavadoras en el sur impulsadas por las resoluciones del difunto juez Claudio Bonadío, sufrió un duro castigo en las urnas a manos de la Murga de Todos liderada por una cascoteada Cristina, un casi jubilado Alberto Fernández, un entonces devaluado Massa y un Axel Kicillof que, montado sobre un viejo Renault Clio, le metió una paliza por 16 puntos en la provincia de Buenos Aires a la alternativa interna más taquillera que tenía Macri, María Eugenia Vidal, el plan V. Más que plan V, plan F con F de fiasco.

Un poco de amor calabrés

El corazón tiene razones que la razón no entiende. A esta altura, quedó en dura evidencia el anzuelo que se tragó gran parte del electorado nacional con el latiguillo de Cristina de 2019: "Volvemos mejores". No solo que no volvieron mejores sino que volvieron en su peor versión, peleados entre sí y más viejos por los estragos que la biología nos impone a todos. Pero todo ello no importa, hoy está claro que no era sincera pero a los votantes peronistas les gustaba oírla. El amor es así, no se habla. El amor se ama.

¿Podrá reactivar Macri luego de su experiencia fallida un romance fulminante con su viejo electorado? ¿Estará latente en el no peronismo o antiperonismo un sentimiento equivalente a aquel que llevó a los peronistas a tragarse el anzuelo de Cristina y que hoy los lleve a enternecerse con el pedido, más bien cuento chino, que le hizo a Macri su pequeña hija Antonia de apoyarlo a Milei?

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En tal sentido, la verosimilitud de la solicitud de su hija no vale la pena analizarla demasiado sino su significado profundo: un político traiciona a su electorado como moneda corriente pero no un padre el pedido de sus hijos. De tal forma, Macri ubicó el inverificable pedido de su hija en una zona de amor, familia y sacrificio. ¿Habrá reacción al respecto de su antiguo electorado o, de mínima, la disposición a no irse a la costa ese fin de semana largo soleado de noviembre?

¿Habrá una respuesta positiva de sus votantes veteranos estigmatizados como "los viejos meados" por parte de los ruidosos adherentes juveniles de Milei, es decir, la predisposición al sacrificio de guardar sus crucifijos por unos días para cumplir con el pedido que le hiciera Antonia a su padre y líder que, aún cargando con un duro fracaso encima, los llevó a una victoria en 2015?

¿Será factible una inédita fusión entre las fuerzas del cielo mileistas y las fuerzas del meo macristas? Spoiler alert: es prácticamente imposible pero vale recordar algo siempre válido en política: los cadáveres se cuentan fríos. La pelea Massa versus Macri hoy está en desarrollo. Es golpe por golpe. Segundos afuera.

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