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Análisis

Radicales y peronistas: ochenta años de trompadas, tiros, golpes y acuerdos

La UCR y el PJ empezaron mal, siguieron peor, complotaron y apoyaron golpes de Estado pero también se unieron contra las dictaduras para lograr o conservar la democracia

Raúl Alfonsín junto a Antonio Cafiero, durante la Semana Santa de 1987.
Raúl Alfonsín junto a Antonio Cafiero, durante la Semana Santa de 1987.
Oscar Muiño 15 noviembre de 2023

El radicalismo y el peronismo nacieron adversarios, combatieron alguna vez como enemigos, otras se aliaron contra las dictaduras y los levantamientos militares.

En 1943 fueron derrocados los conservadores que habían volteado a Hipólito Yrigoyen. Los comités radicales festejaron.  Pero lo que vino no fue un llamado a elecciones sino una áspera dictadura militar curiosa: reaccionaria  en materia de costumbres, intolerante en religión, vertical en su estructura... pero transformadora en lo social. La herencia de esa dictadura fue la candidatura del coronel Juan Perón.

Un año antes había muerto Alvear. No dejó herederos y se encaramaron en la conducción radicales antipersonalistas. Resultado, buena parte del yrigoyenismo, los jóvenes de FORJA y otros se alejan y se integran a las listas de Juan Perón, que también había reclutado sindicalistas socialistas y políticos conservadores.

Los años más duros

En febrero de 1946, Perón gana la presidencia.  Lo acompañan boletas del Partido Cívico y Laborista... ¡pero también de la UCR Junta Renovadora, con logo y todo! La mayor parte del radicalismo queda en la UCR y será oposición. La administración justicialista ganó democráticamente pero ejerce una dureza dictatorial. Los opositores no pueden hablar por las radios (aún no hay TV) y los diarios y revistas son prolijamente comprados o captados por el peronismo, cuando no clausurados como La Prensa. Apenas La Nación se permite criticar algunos aspectos del régimen.

Perseguidos, encarcelados, disminuida su representación por leyes arbitrarias, la UCR resiste sin chance de ganar. Pierde dos a uno casi todas las elecciones siguientes. Cuando la persecución arrecia, algunos radicales se exilian en el Uruguay, otros van presos, como Ricardo Balbín.  El justicialismo pierde su encanto, se acaba la plata, llega el ajuste. La persecución se agranda. Los radicales conspiran y participan de diversos complots. Los universitarios radicales desafían al justicialismo en la calle. Hay radicales en los Comandos Civiles que acompañan la Revolución Libertadora que derroca a Perón en 1955.  Hay ministros radicales en la Libertadora.

El peronismo es excluido de la vida institucional. No podrá presentar candidato presidencial hasta 1973. Pero las relaciones comienzan a ser tripartitas: militares, peronistas, radicales. Desde 1946, los militares y los peronistas, juntos, habían vencido a los radicales. En 1955, los militares aliados con el radicalismo echan a Perón.

No hay fraude anti-radical como en la infame década 1930-43, pero sí proscripción al peronismo. Dos fórmulas para excluir a las mayorías.

Echado Perón, el radicalismo se divide. El sector minoritario sabe que solo no gana y acude a Perón, acuerda con él: Arturo Frondizi gana los comicios de 1958 con votos justicialistas.

Desde ese momento, Perón desde el exilio deviene Gran Referí. Se aliará con un radicalismo contra el otro radicalismo, con los militares contra los radicales. O con los radicales contra los militares.

Balbín también juega. El jefe radical convoca el 12 de marzo de 1962 la Asamblea de la Civilidad. Lo hace junto con el peronismo. Asisten también la Unión Cívica Radical Intransigente (luego Partido Intransigente). Adhieren los pro-radicales Socialista Argentino y Demócrata Progresista, y los properonistas Conservador Popular y Federal, además de los democristianos. No invita a ninguno de los partidos de la derecha liberal conservadora. Este encuentro abre el camino a las elecciones que consagrarán a Arturo Illia un año después.

La presidencia Illia es saboteada por el peronismo. Una gigantesca ola de toma de fábricas invoca la lucha gremial pero su verdadero objetivo es desestabilizar al gobierno radical, cuyas políticas sociales compiten con el PJ. Tan golpistas son los jefes sindicales que, derrocado Illia por los militares, asisten al juramento presidencial del general Juan Carlos Onganía.

La dictadura de Onganía, consentida al comienzo,  se va tornando intragable. Comienza la violencia en Argentina. La dictadura se va degradando. Balbín hace otro esfuerzo: el 11 de noviembre de 1970 inventa La Hora del Pueblo junto con Jorge Daniel Paladino, el delegado personal de Juan Perón, quien sigue exiliado en Madrid. Otra vez acuden los socialistas, los demócrataprogresistas, los conservadores populares y se suma el bloquismo sanjuanino. Balbín promueve la reconciliación nacional: "dejamos atrás resentimientos y enconos para eliminar las antinomias".  El objetivo es, una vez más, recuperar la democracia para todos, incluido el PJ.

La dictadura se hace la distraída. Pero el crecimiento de las guerrillas izquierdistas convencen a las Fuerzas Armadas de repatriar a Perón, el único que puede poner fin, creen, a la lucha armada. El general Alejandro Lanusse, que ha sufrido prisión por intentar derrocar a Perón en 1951, es el presidente militar que lo trae de vuelta.

Perón regresa al país y se abraza con Balbín. Ambos aprietan y el gobierno cede: las elecciones del 11 de marzo de 1973 las gana el peronismo con Héctor Cámpora: 49 por ciento contra poco más del veinte por ciento de Balbín. La Juventud Peronista y la Juventud Radical  coinciden: el voto del 11 de marzo  "se hizo a través del Frejuli [justicialismo] , la UCR, la APR y otros. , claro pronunciamiento del pueblo argentino en pro de la liberación y la ruptura de los lazos de dependencia que nos atan al imperialismo" (Juventudes Políticas, agosto 2 de 1973).

El abrazo histórico entre Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín.
El abrazo histórico entre Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín.

El peronismo ortodoxo obliga a dimitir al presidente Cámpora para convocar a nuevas elecciones. Quiere que gobierne Juan Perón. De repente, la noticia imprevista: "Yo con Balbín voy a cualquier lado", dice el viejo general.  Perón estaría deseoso de una fórmula peronista-radical. En la práctica, Perón-Balbín. Alfonsín e Illia se oponen, los balbinistas esperan largos días. La oferta no llegará, bloqueada por la derecha peronista. El 23 de septiembre Perón arrasa: casi siete millones y medio de votos, más del sesenta por ciento. Balbín llega a los tres millones, con el 24 por ciento. La derecha tradicional de Francisco Manrique apenas cosecha el 12 por ciento y 1,5 el trotskysmo.  

Son malos tiempos. Los militares se reagrupan en todo el continente, apoyados por Estados Unidos en la lucha global contra la Unión Soviética. El 11 de septiembre un cruento golpe militar derrocó en Chile al gobierno constitucional del socialista  Salvador Allende, quien muere en los combates. Las juventudes peronistas y radicales confluyen con casi todos los partidos en un inmenso acto.

Peronistas y radicales pelean, a veces a palazos, por los centros estudiantiles. En diciembre, la Franja Morada conquista la Federación Universitaria Argentina, cuya presidencia retiene hasta hoy. Perón y Balbín toman decisiones: en marzo de 1974 diputados radicales y peronistas votan la ley universitaria, más cercana al reformismo radical que a la tradición vertical del primer peronismo; la intervención a ciertas provincias se limita al Poder Ejecutivo y a pedido de Balbín, no incluye Legislaturas ni intendencias ni concejos deliberantes. Balbín no cogobierna, pero es escuchado y diversas veces Perón acepta su punto de vista.

El 21 de marzo de 1974 el radicalismo y otros siete partidos se reúnen con el presidente Perón para afianzar el proceso institucional.  Están los comunistas y hasta los aramburistas, pero no son invitados los de la derecha liberal de Alvaro Alsogaray ni de los partidos provinciales que han respaldado la dictadura.

La violencia no cesa. La interna peronista se pelea en la política, en los medios y sobre todo a los tiros. Perón se murió pronto e Isabel Perón no tuvo talento ni decisión para continuar el diálogo con el caudillo radical. Sigue recibiendo a Balbín hasta que éste se harta de no lograr resultado alguno. El gobierno peronista irá a los tumbos. Isabel Perón será derrocada  en 1976.

Juntos contra el Proceso

Durante la dictadura militar, algunos radicales y cierto peronismo acompañarán al Proceso. Son los menos. Balbín y el PJ se mantienen opositores. Raúl Alfonsín hace lo mismo que Deolindo Bittel y Herminio Iglesias, las máximas autoridades del PJ: denuncian ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos las atrocidades represivas de la dictadura de Videla.

Ocupadas las Malvinas por la Junta Militar, la mayor parte de la dirigencia política acompaña públicamente la recuperación. Unos pocos - sobresale Raúl Alfonsín - advierten y denuncian el peligro de una derrota que cueste sangre y comprometa, además, los derechos argentinos a recuperar las islas.

Poco antes, un moribundo Balbín ha impulsado otro encuentro democrático: la Multipartidaria. Otra vez la UCR convoca al justicialismo para presionar a las Fuerzas Armadas y obligarlas a convocar a elecciones. Como siempre, incluye partidos menores: el MID, el Intransigente y el Demócrata Cristiano. Como ha hecho en la Asamblea de la Civilidad y en la Hora del Pueblo, Balbín excluye del llamado a las fuerzas conservadoras, siempre vinculadas con las dictaduras, a quienes han dado y dan funcionarios y respaldo político.

En la campaña electoral de 1983, la UCR recupera un músculo que nunca ha logrado frente al peronismo. Alfonsín convoca a "los peronistas de Perón y Eva Perón" y gana la elección. Alfonsín asumió frente a los únicos dos presidentes civiles sobrevivientes: Arturo Frondizi e Isabel Perón.

La victoria de la UCR estremece al justicialismo. Furiosos, muchos peronistas niegan legitimidad a Alfonsín, a pesar que ha triunfado en comicios ejemplares. Isabel devolvió aquel el gesto.  Amonestó a los peronistas que querían desestabilizar a Alfonsín.

El gremialismo peronista decide golpear desde el principio con sus sindicatos recuperados para horadar al nuevo presidente. Otro sector, minoritario, reconoce hidalgamente la victoria radical. Duhalde entonces oscuro intendente de Lomas de Zamora, fue a la Casa Rosada a señalar otro complot, esta vez de militares y peronistas contra Alfonsín. Encabezada por Carlos Menem y Antonio Cafiero nace la Renovación Peronista que parece copiar hasta las palabras del Movimiento de Renovación y Cambio. Su propósito, democratizar el peronismo, convertirlo en un partido con las reglas tradicionales del liberalismo político.  Hay resistencia pero finalmente la Renovación se impone. Y el justicialismo vuelve a ser competitivo.

El alzamiento de los oficiales carapintada en 1987 pone a prueba la democracia. Por primera vez, el peronismo respalda a un gobierno no peronista para enfrentar a la sedición militar. Es el ingreso definitivo del justicialismo al sistema, su repudio explícito al golpismo. Esto no implicaba, por supuesto, abandonar el asedio al gobierno alfonsinista desde los sindicatos y anchas franjas del PJ.

El acuerdo de renovadores peronistas con alfonsinistas sufre un severo revés en 1990 en la provincia de Buenos Aires. Su proyecto común de reforma de la Constitución provincial es derrotado por un heterogéneo amontonamiento de dirigentes y corporaciones de derecha, que incluye a los militares carapintada y a legisladores ultraliberales, quienes aprovechan la insatisfacción popular con radicales y peronistas por la marcha de la economía. 

La primera presidencia Menem (1989-95) sostiene duros enfrentamientos ideológicos y políticos con el alfonsinismo. Al borde de la ruptura, ambos jefes pactan una Reforma Constitucional. El resto de las corrientes  partidarias se integrarán al debate y sanción del nuevo texto constitucional.

Durante el segundo mandato de Menem, surge un potente Frepaso, que incluye franjas de centroizquierda y peronistas anti-menemistas. En 1997 converge con la UCR, triunfan en las elecciones legislativas y conquistan la presidencia con la Alianza, una fórmula mixta radical-peronista disidente: Fernando de la Rúa-Chacho Alvarez.

La fórmula presidencial, Fernando De la Rúa y "Chacho" Álvarez.
La fórmula presidencial, Fernando De la Rúa y "Chacho" Álvarez.

Luego de marchas y contramarchas que evocan el sainete criollo, Eduardo Duhalde asume la presidencia. Pide y logra el respaldo de Alfonsín. Una suerte de cogobierno de hecho, con apoyo parlamentario, que logra evitar el estallido, con un alto costo.

El derrumbe de la Alianza pone al radicalismo en la peor crisis de su historia. Se rompe en tres pedazos y su candidato oficial saca muchos menos votos que sus desprendimientos liderados por Ricardo López Murphy y Elisa Carrió.

 A pesar de la debacle, la UCR conserva seis gobernaciones.  El nuevo presidente, Néstor Kirchner, promueve un acuerdo con un sector radical, que en realidad es una cooptación. Nace la Concertación Plural, con la fórmula Cristina Fernández-Julio Cobos. El articulador radical es Alfredo Cornejo, intendente de Godoy Cruz. El pacto se deshace rápido - el voto de Cobos derrota la propuesta ruralista K en el Senado - pero varios radicales, como el santiagueño Gerardo Zamora se pasan al proyecto kirchnerista.

Hay episodios menores: en Misiones, el PJ y la UCR son abandonados por anchas franjas que convergen en la Renovación, con el propósito de vencer al caudillo menemista Ramón Puerta.

A pesar de deserciones y derrotas, la UCR será el eje de la resistencia al kirchnerismo, sobre todo por el ocaso de Elisa Carrió. Juntos, radicales, lilitos y socialistas convergerán en una fuerza de centroizquierda potente: UNEN.

Las tentaciones autoritarias del kirchnerismo y el riesgo  de que acumule la suma del poder cambian el cuadro. Por primera vez aparece con chances una fuerza política de derecha que niega toda herencia con las dictaduras militares. Esa derecha democrática funda el PRO.

Llega Mauricio Macri. En la Convención radical de Gualeguaychú, un sector numeroso promueve incluir a Sergio Massa en la coalición anti-K. Pierde y la Convención decide ir con Macri. Carrió le da su bendición y el radicalismo  acepta un rol secundario. Nace Cambiemos.

Cambiemos gana y Macri gobierna 2015-19, sin influencia de la UCR, convertida en segundona que acompaña.  El kirchnerismo corea "Macri, basura, vos sos la dictadura!", lo cual es falso y obturará la crítica cuando emerjan otros candidatos que sí levanten, efectivamente, las banderas dictatoriales desde La Libertad Avanza.

En el cuatrienio hay una fuerte lucha contra el kirchnerismo. Al final del mandato migra al macrismo la principal espada del Senado K durante la década, Miguel Angel Pichetto, quien crea para la ocasión el Peronismo Republicano. La fórmula Macri-Pichetto, con apoyo radical, es derrotada por Alberto Fernández- Cristina Fernández.

En la campaña presidencial actual, el kirchnerismo estaba tan debilitado que apenas pudo consentir a Sergio Massa, un candidato aliado pero que pertenece a otra fuerza, el Frente Renovador. Tampoco el radicalismo se animó a pelear las candidaturas con Gerardo Morales ni con Facundo Manes. Hizo propia la interna del PRO y se partió entre Rodríguez Larreta y Bullrich, cuya perfomance demuestra que ninguno era un candidato atractivo, y cualquier pudo haber sido desafiado por los apocados radicales.

El dato notable de 2023 es que por primera vez desde los años cuarenta compite una fórmula presidencial que retoma las banderas autoritarias y los basamentos económicos de las dictaduras militares. Aquellos sectores que sólo pudieron gobernar gracias a los golpes buscan hoy la Casa Rosada por el voto popular. Habrá que ver cuántas macanas se han cometido en las últimas décadas para la aparición de una fuerza extinguida. Una fuerza que se atreve a ofender al radicalismo y al peronismo, sin censurar ni una vez a las dictaduras.  Una fuerza que cuestiona el primer presidente elegido por la soberanía popular, y culpa de todos los males a los cuarenta años que nacen en 1983, lo cual supone que con la dictadura estábamos mejor.

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