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Opinión

Un electorado que no regala nada

En 2015 la demanda era de cambio, pero el problema era quién la expresaba mejor, si el moderado Massa o el más radicalizado Macri.

La búsqueda de cambio no significa oposición ideológica.
La búsqueda de cambio no significa oposición ideológica.
Carlos Fara 30 junio de 2023

El cierre de listas terminó confirmando que estamos en uno de los escenarios de mayor incertidumbre política, económica y electoral desde el regreso a la democracia. Tres gobiernos seguidos con balance negativo fue demasiado para la paciencia ciudadana.

Las sociedades se mueven a partir de tendencias y coordinan comportamientos inconscientemente para concluir en determinadas situaciones. No hace falta un infinito chat de Whatsapp para que se alineen muchos comportamientos. En este caso la discusión será acerca de quién expresa mejor el cambio que demanda la mayoría y lo puede hacer. Es decir, ideas + capacidad política.

Hasta acá ningún candidato supera el 30 % de los votos porque no logra sintonizar adecuadamente con aquella demanda y no está generando la confianza suficiente para que una primera minoría diga "es él/ella". En la mayoría de los comicios post 1983 el resultado era bastante previsible, más allá de los detalles socio electorales. En 1989 era Menem y su reelección en 1995. En 1999 era De la Rúa. En 2007 y 2011 era Cristina, y en 2019 Alberto con Ella. Las dos excepciones hasta acá fueron 2003 y 2015.

En 2003 el batifondo pos crisis desencajó por completo las percepciones ciudadanas, aunque había una cierta certeza de que había una gran demanda de cambio que implicaba alejarse de la etapa Menem - De la Rúa. Giro a la izquierda, que vuelva el Estado y ponga orden. Las reformas pro mercado no parecían tan buen negocio. El que iba al balotaje contra el riojano era el próximo mandatario.

En 2015 la demanda también era de cambio, pero el problema era quién la expresaba mejor, si el moderado Massa o el más radicalizado Macri. El debate terminó de zanjarse en la segunda vuelta, no sin cierta perplejidad, dado la escasa diferencia de 700.000 votos en un mar de 25 millones de votantes.

En esta ocasión nadie puede asegurar nada, mucho menos con un público esquivo a responder encuestas electorales, introduciéndole sesgos muy difíciles de mensurar. Frente a esa incógnita, los consultores nos aferramos a los pisos y techos históricos. Sin embargo, eso queda en veremos cuando está sobre la mesa un nuevo actor potente que puede desbaratar todo tipo de presunciones racionalmente construidas.

La llegada de Milei con tono amenazante al statu quo indica claramente que una parte significativa se hartó del fracaso de las dos grandes coaliciones, pero no lo dispara lo suficiente como para que sea crea que tiene el futuro comprado. La dinámica lo puso en la cancha, ahora hay que ver si está a la altura de las circunstancias en cuartos de final o semifinal.

El mensaje provisorio del electorado a los actores es "ahora muestren qué tienen además de trayectoria, carisma o disrupción, no te la vamos a hacer fácil". El libertario se estancó, aunque en una meseta alta. Massa es demasiado nuevo como pre candidato para ver si logra captar el núcleo duro peronista / kirchnerista. Mientras que en Juntos por el Cambio hay un final abierto. Larreta, gran favorito hace un año, se quedó sin impulso. Bullrich llega en su mejor momento, pero tampoco logra dispararse.

Si este electorado efectivamente se hubiese corrido a la derecha, Bullrich + Milei tendrían la mayoría de las preferencias... pero eso no está ocurriendo. Tampoco tienen consenso las grandes propuestas libertarias: la gran mayoría de los encuestados se opone a la dolarización, el cierre del Banco Central y a la privatización de las empresas del Estado que dan pérdida. ¿Entonces? Lo que la mayoría está diciendo es que quiere un cambio profundo del estado de situación, sin necesariamente adherir a soluciones radicalmente opuestas ideológicamente.

Interpretar cuánto y qué tipo de cambio se demanda, será la tarea más difícil para los equipos de campaña presidenciales. Si no sucede nada excepcional, seguiremos en "la luna de Valencia" por bastante tiempo. Dada la crisis estructural presente, suena probable que la mayoría sea bien exigente, postergando la gran definición para el final de la final.

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