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Una reforma electoral ambiciosa y compleja

Las PASO no lograron cumplir los objetivos para las que fueron creadas, debilitaron la identidad de los partidos y complicaron la gestión de los gobiernos.

Una reforma electoral ambiciosa y compleja
Enrique Zuleta Puceiro 05 enero de 2024

La reforma electoral propuesta por la Ley Ómnibus configura una de las iniciativas más ambiciosas del paquete legislativo elaborado por el gobierno de Javier Milei. De concretarse, no solo habrá abierto un nuevo ciclo en el desarrollo electoral del país. Habrá puesto en marcha tambien un proceso ambicioso de transformación de las bases de la representación política.

El empeño es difícil. El proyecto es confuso y difuso, redactado más a impulsos y prejuicios ideológicos y hoy más que explicables sentimientos antipolíticos que de una consideración serena de la experiencia reguladora de los últimos años. Se extraña esa necesaria "atención a las mejores prácticas internacionales" orientada a asegurar que toda nueva norma sea realmente necesaria, se beneficie de la participación ciudadana y cuente con fundamento en un análisis de impacto regulatorio previo" de que habla la propia exposición de motivos de la Ley Ómnibus.

Los anónimos redactores del proyecto optaron mas bien por disparar desde la cadera, apuntando al bulto, confiando seguramente en que la discusión será larga y los obstáculos probablemente insalvables. 

El objetivo fue tal vez doble. Por un lado, responder al clamor casi universal por la derogación del sistema de primarias abiertas simultaneas y obligatorias (PASO) y, por otro, abrir la posibilidad de una de las grandes utopías ideológicas del liberalismo conservador en la argentina: la instauración de un cambio en la representación proporcional, apuntando a un régimen de circunscripciones uninominales a imagen y semejanza del que se instaló en 1904 a través de la Ley 4.161 durante la presidencia de Julio A Roca. Una experiencia boutique muy fugaz que reflejo a pleno la vocación hegemónica del Partido Autonomista Nacional.

La propuesta ofrece varios aspectos de interés y merecerá un análisis más completo en notas sucesivas. Por el momento conviene analizar el primer aspecto, en la medida en que, de prosperar tendrá consecuencia las inmediatas sobre la organización y dinámica de las fuerzas politicas argentinas, en un momento de particular fragmentación y desorden organizativo.

El proyecto es enfático y terminante y se expresa con una prosa propia más bien de las reformas electorales de finales de los años '70. 

  • "Uno de los problemas estructurales de la Argentina es la crisis de representación política, producto de un sistema electoral que pone los incentivos de la clase política al servicio de sus propios intereses en lugar de promover la defensa de los intereses de los ciudadanos. El sistema electoral de listas cerradas beneficia solamente a aquellos con el poder de determinar la integración de las mismas en vez de otorgarle el poder a la ciudadanía. Se promueve una reforma profunda del sistema político para fortalecer la democracia y las instituciones de la República, estableciendo un sistema de elección de diputados nacionales en base a circunscripciones uninominales, eliminando las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, transparentando el financiamiento y fortaleciendo las instituciones democráticas de los partidos políticos y mejorando el funcionamiento del sistema electoral".

La eliminación de las PASO apunta así a operar como una de las palancas de un mecanismo bastante más complejo, asociado a cambios profundos en el sistema de representación. 

No solo apunta a restaurar a la autonomía de los partidos y a su libertad para organizarse libremente, liberados del paternalismo estatal y de una regulación altamente centralizada. Trata por sobre todo de transformar la naturaleza del vinculo representativo y, lo que es uno de los golpes mas claros a las oligarquías tradicionales, desmontar el sistema de financiamiento elaborado alrededor de las PASO, sin duda uno de los esquemas de subsidio público a la política más importantes del mundo. No solo busca transparentar el sistema. Apunta a desarticularlo y a instalar un sistema de libre competencia política sin ventaja alguna para quienes cuentan con el soporte del Estado.

La formula escogida es la derogación lisa y llana de la llamada "Ley de democratización de la representación política, la transparencia y l equidad electoral" (Ley 26.571 de diciembre del 2009), una de las piezas centrales del régimen electoral y de partidos hasta hoy vigente. La derogación alcanza a todo un sistema de disposiciones correlativas y concordantes y de regulaciones múltiples nacidas al amparo del sistema de las PASO. 

De prosperar en el Congreso, el nuevo régimen dejará atrás un experimento consensuado entre el peronismo y el radicalismo, cuyos efectos destructivos sobre el sistema de partidos se prolongarán en el tiempo. 

Nacido de un pacto de conveniencia entre el entonces Jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina y la conducción radical de la época a cargo del santafesino Mario Barletta, la reforma buscó garantizar la continuidad de un esquema de competencia bipolar entre las dos grandes fuerzas políticas. La idea era favorecer la emergencia de corrientes internas, garantizando al mismo tiempo un control férreo de la competencia final, preservándola de la amenaza de terceras fuerzas. La hipótesis del oficialismo era la de que el sistema de las PASO fragmentaría a la oposición, liderada en aquel entonces por nueve candidatos y, al mismo tiempo desalentaría aventuras de terceros candidatos y obstaculizaría el surgimiento de una tercera gran fuerza electoral.

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El sistema ha estado muy lejos de concretar los efectos deseados. Más bien, al contrario. Tampoco sirvió para consolidar el sistema de partidos. Contribuyó más bien a su pérdida de identidad y consistencia interna. Si bien favoreció la configuración de coaliciones electorales exitosas, fue al precio de una profunda debilidad para afrontar las responsabilidades del gobierno. 

Parte importante del fracaso gubernativo de los dos gobiernos nacidos de las elecciones de 2015 y 2019 puede atribuirse al debilitamiento de los partidos, a su escasa consistencia e incapacidad operativa a la hora de los compromisos y responsabilidades en el gobierno. Las PASO han generado un sistema de campaña electoral permanente, han diluido todos los mecanismos de concertación política interna y han desencadenado fuerzas centrífugas hasta hoy imposibles de controlar.

Gran parte de la veintena de dirigentes que emergieron en el terreno favorable de las PASO sucumbieron con derrotas estruendosas. Si el sistema se mantuvo hasta el final fue por el acuerdo férreo entre Alberto Fernández con los dirigentes del PRO. El rechazo fue unánime y si se mantuvo fue por una inercia institucional solo explicable a la luz de la fastuosa financiación pública, a cargo de todos los contribuyentes. 

La renovación de la política no vino de la competencia y la campaña permanente de las PASO. Vino desde el hartazgo de la sociedad con la política y de su búsqueda de nuevas formas de representación y expresión política, que terminaron beneficiando a outsiders como Milei, un personaje no muy diferente a los que accedieron en los últimos tiempos a la Presidencia de casi todos los aires de la región.

El daño de las PASO sobre la vida interna de los partidos ha sido profundo y difícilmente reparable. El sistema contribuyó a desdibujar la identidad de los partidos. Destrozó liderazgos emergentes, rompió los procesos de trasvasamiento generacional y, sobre todo, paralizó los escasos vestigios de democracia interna que venían esbozándose a partir de la crisis de 2001. 

Las "nomenklaturas" que gobernaban y siguen gobernado las estructuras partidarias se consolidaron y se cristalizó un modelo de campañas electorales orientadas exclusivamente a los candidatos, con costos multimillonarios imposibles de afrontar sin el acceso a recursos oscuros, como los presupuestos públicos, el juego o el narco. 

Lo importante es que el rechazo de la sociedad a las PASO no se interprete a partir de este momento como una licencia volver a tropezar con las mismas piedras. Las reformas electorales requieren, sobre todo, consensos amplios y, sobre todo, una idea clara acerca de la necesidad de avanzar hacia cambios profundos en la capacidad de las fuerzas políticas para representar a la sociedad. Más aún: el objetivo no es solo el de representar. Sobre todo, debe ser útil para gobernar. 

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