(Columna de Tomás Mugica)
El acuerdo nuclear entre Irán, el G5+1 y la Unión Europea es la expresión de importantes cambios sistémicos.
El mundo que hemos conocido se transforma sin cesar. Luego de dos años de negociaciones, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania (G5+1) y la Unión Europea (UE), por un lado e Irán, por el otro, llegaron finalmente a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní.
El acuerdo firmado en Viena el 14 de julio marca un hito, especialmente para la relación entre Estados Unidos e Irán: tras casi 36 años ?desde el secuestro de 66 diplomáticos y ciudadanos norteamericanos en la embajada de Estados Unidos en Teherán? aparece en el horizonte la posibilidad cierta de un Oriente Medio en el cual esos dos países dejen de ser enemigos irreconciliables y pasen a una nueva fase de su relación, más pacífica y posiblemente cooperativa. El acuerdo alcanzado implica, en lo esencial, un freno al programa de Irán para desarrollar armas atómicas durante un período de diez años, a cambio de un levantamiento de las sanciones económicas que vienen ahogando su economía. Irán deberá reducir drásticamente sus reservas de uranio enriquecido y el número de centrifugadoras, así como rediseñar instalaciones nucleares, entre otras medidas. La Agencia Internacional de la Energía Atómica (AEIA) actuará como organismo de verificación y podrá acceder, a través de un mecanismo preestablecido, a los sitios que se consideren sospechosos de albergar desarrollos nucleares con fines bélicos.
En contrapartida, las potencias firmantes ?entre las cuales se encuentran China y Rusia, países que mantienen sólidas relaciones con el régimen surgido de la Revolución Islámica- se comprometen al levantamiento de las sanciones económicas contra Irán, en la medida en que este país demuestre cumplir con los términos del acuerdo. El embargo sobre armas convencionales continuará por cinco años y el embargo sobre tecnologías relacionadas con misiles balísticos por ocho años. El acuerdo alcanzado fue ratificado el 21 de julio por el pleno del Consejo de Seguridad, lo cual da inicio al levantamiento de sanciones por parte de ese organismo. Ahora resta que la Unión Europea y Estados Unidos dejen sin efecto sus propias sanciones. En este último caso, Obama enfrenta un escenario complejo, ya que el tratado debe someterse a ratificación del Congreso. Allí el Presidente enfrenta no sólo por la oposición de los republicanos ?en plena año electoral buscan presentarlo como un presidente débil frente a los enemigos de Estados Unidos? sino también las dudas de algunos miembros de su partido. Como parte de su tarea de persuasión, el presidente norteamericano anticipó que en caso de rechazo piensa utilizar el veto. Si ese es el caso, la voluntad presidencial sólo podría ser torcida por una mayoría legislativa de dos tercios, con lo cual Obama tiene buenas posibilidades de lograr su objetivo.
En el frente externo, Estados Unidos deberá enfrentar ahora la difícil tarea de tranquilizar a sus principales aliados en Oriente Medio: Israel y Arabia Saudita. Israel considera a Irán una amenaza a su propia existencia, señala el apoyo iraní a otros enemigos de Israel, como la organización armada Hezbollah e incluso Hamás, y ha sido claro en su rechazo a cualquier negociación que implique algo menos que el desmantelamiento total del programa nuclear iraní. Arabia Saudita es el principal rival regional de Irán y es la referencia estatal más importante de la rama sunnita del Islam, así como Irán lo es de la rama chiíta. Iraníes y sauditas suelen apoyar a bandos diferentes en los diversos conflictos que se desarrollan en la región: el caso más reciente es el de Yemen. En suma, más allá de sus diferentes intereses, tanto Israel como Arabia Saudita entienden que el acuerdo alcanzado con el régimen iraní abre la puerta para un futuro Irán potencia nuclear y es una amenaza para su seguridad.
El acuerdo también tiene impacto sobre la política interna de Irán. A pesar de las resistencias, que las hay, el pacto nuclear marca el triunfo de posiciones reformistas dentro del régimen iraní. Si bien el ayatollah Alí Jamenei, líder supremo de Irán, ha rechazado la idea de un acercamiento con Estados Unidos, está claro que no ha vetado el acuerdo alcanzado, que implica un cambio sustancial en la posición internacional de Irán. Así, el gobierno encabezado por el presidente Hasán Rohani, tiene muchas posibilidades de conseguir la aprobación del acuerdo por parte del Parlamento y de seguir adelante con la política actual. Entre los frutos esperados de esta nueva política el más importante es un renovado crecimiento económico, a partir del acceso a fondos congelados, crecimiento de las exportaciones y aumento de la inversión extranjera. En el ocaso de su presidencia, Barack Obama busca dejar su legado, también en materia de política exterior. El acuerdo logrado con los iraníes expresa algunas tendencias de su administración en este campo: la preferencia por la diplomacia por sobre el uso de la fuerza y una inclinación por el multilateralismo ?aun el multilateralismo acotado como el del G 5+1? comparado con el unilateralismo de la administración de George Bush hijo.
Pero más allá de las preferencias personales o partidarias, el acuerdo con Irán es expresión de importantes cambios sistémicos. El más importante de ellos es la creciente incapacidad de una sola potencia ?Estados Unidos es la única potencia de alcance global? para imponer de manera unilateral su voluntad. Es lo que algunos analistas, como Brzezinski, llaman un mundo “poshegemónico”.
Justamente, en un mundo en el cual el poder está más repartido, Obama ha comprendido que frente a la resistencia iraní, la opción de terminar por completo con el programa nuclear de ese país no era viable. Y no lo era porque requería el uso de la fuerza, una opción que encontraría resistencia de parte de otras grandes potencias, como China y Rusia. Pero además porque podría tener consecuencias imprevisibles para la región: un vacío geopolítico que allane el avance del Estado Islámico (EI) ?enemigo común de las potencias occidentales, de Irán, de Israel y de los Estados árabes? sería la más peligrosa. En ese sentido, el acuerdo implica un reconocimiento por parte del actual gobierno norteamericano de las tendencias dominantes en un sistema internacional multipolar e inestable. El gobierno de Obama ha mostrado su preferencia por un orden que brinde previsibilidad, aun cuando no exprese de manera completamente satisfactoria los intereses norteamericano.