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Unión Europea

¿Todo sigue igual?

El bloque regional atravesó su proceso electoral cargado de expectativas distópicas pero con un resultado moderado que confirma algunas tendencias occidentales.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. .
11 junio de 2024

El domingo terminó un proceso electoral que define la distribución de las 720 bancas del Parlamento Europeo. Las encuestas preveían escenarios en los que las formaciones euroescépticas podrían llegar a bloquear un acuerdo entre los partidos tradicionales. 

Estas predicciones fueron funcionales a la estrategia de la mayoría de los oficialismos nacionales que están en línea con la actual dirección del bloque. La posibilidad de un avance sin precedentes de partidos soberanistas avivó el miedo a un retroceso en los beneficios de la integración europea.

El resultado dio un panorama legislativo significativamente más similar al de 2019 de lo que se podría prever. Los partidos euroescépticos crecieron sobre el total y especialmente en los estados del sur. Sin embargo, aunque se observa una tendencia creciente en la evolución del voto de estas formaciones partidarias, no significó una irrupción parlamentaria que pueda generar poder de chantaje frente a los proyectos legislativos principales ni la designación de autoridades.

Las elecciones europeas son un terreno más cómodo para las oposiciones nacionales que para los oficialismos. La oposición tiene mayor margen discursivo para criticar, no solamente las fallas en la gestión europea, sino también la falta de influencia del Estado nacional en el bloque. Mientras que los partidos que forman parte de los ejecutivos nacionales le deben mayor responsabilidad a las a los agentes supranacionales.

De cualquier manera, no se produjo nada parecido a un deshielo del sistema de partidos. El escenario poselectoral, a pesar de un leve giro a la derecha, es similar al del 2019 y es de esperar una nueva alianza de los partidos tradicionales que reelijan a Ursula von der Leyen al frente de la Comisión Europea.

A su vez, entre los partidos de derecha que tienen sus reparos frente al proceso de integración supranacional no hay homogeneidad. Identidad y Democracia presenta posiciones significativamente más duras que los Conservadores y Reformistas.

Estas diferencias son claras en los discursos de dos de sus referentes más significativos. Por un lado, Georgia Meloni como representante del partido de los Conservadores, exige una mayor representación de Italia en el bloque para torcer la política migratoria así como algunos aspectos de la política comercial y monetaria. 

Sin embargo, Marine Le Pen como parte de Identidad y Democracia tiene posturas que van en contra de la integración en sí misma. Más allá del clivaje partidario que los divide, sin duda influye la ética de la responsabilidad, en otras palabras, el teorema de Baglini. En este sentido, habría que evaluar la evolución de la Agrupación Nacional en caso de lograr llevar a un escenario de cohabitación al semipresidencialismo francés.

La principal consecuencia de los resultados electorales son el llamado a elecciones legislativas del presidente Emmanuel Macron, que abre la puerta a la posibilidad de convivencia de un jefe de Estado liberal con un jefe de gobierno nacionalista. Este esquema reduciría la amenaza a la integración de un control absoluto del Poder Ejecutivo de la Agrupación Nacional, aún más en un contexto de debilidad de liderazgo de la coalición oficialista alemana.

En Alemania, a pesar del buen resultado de los derechistas AfD, su división con el resto de formaciones nacionalistas les quita importancia en el nuevo escenario legislativo. La amplia mayoría de los partidos europeístas no les deja margen a los euroescépticos, más aún en su fragmentación. Lo que es bueno en el ámbito electoral nacional, esto siendo la ausencia de ataduras extra fronterizas y le mayor margen de maniobra discursiva, también les quita influencia a la hora de torcer las directivas del bloque.

En cada elección del bloque regional se pone en juego el concepto de ciudadanía europea en sí mismo, un fenómeno en construcción que es clave para pensar el futuro del proceso de integración. A partir de los resultados puedo afirmar que no debería haber cambios en la evolución de las principales políticas supranacionales. Mientras que el crecimiento de los nacionalismos conservadores no ha tenido el impacto esperado, si se debería remarcar la confirmación de su tendencia positiva para analizar el mediano y largo plazo. 

Algo que afecta de lleno a la construcción de ciudadanía, es el persistente y elevado ausentismo electoral. El desinterés por la política afecta especialmente las elecciones supranacionales, algo que no guarda relación con la afectación ciudadana directa que tienen las decisiones de estos representantes en la vida pública.

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