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Geopolítica

Argentina y los BRICS

Participar del BRICS podría generar importantes beneficios para el país, tanto a nivel económico, más inmediatos, como en cuanto a la reforma del orden internacional en una dirección más favorable para Argentina, en el mediano y largo plazo.

Argentina se encuentra actualmente tramitando su ingreso. 
Argentina se encuentra actualmente tramitando su ingreso. 
Tomás Múgica 05 mayo de 2023

En septiembre de 2022 Argentina solicitó formalmente su incorporación a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). 

Durante los meses siguientes se sucedieron manifestaciones de apoyo por parte de representantes diplomáticos de los países miembros a la solicitud argentina, que será parte de la agenda de la próxima Cumbre del grupo, a realizarse en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 2 y 3 de junio de 2023. 

Por cierto, la conexión entre Argentina y los BRICS no es reciente: el país participó en tres de las Cumbres del grupo -en 2014, 2018 y 2022- bajo administraciones de distinto signo político y mantiene un sólido vínculo con todos sus miembros. 

Además de Argentina, la posible ampliación del grupo BRICS incluye a Arabia Saudita, Argelia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos e Irán, países que han solicitado formalmente su acceso. Otros Estados que han manifestado su interés en ingresar, pero no han aplicado formalmente todavía son Afganistán, Bahréin, Indonesia, Kazajistán, Nicaragua y Turquía. El ingreso requiere el consenso de los países miembro. 

La posible ampliación del BRICS tiene lugar en el contexto de una redefinición de su identidad. 

El grupo reúne a un conjunto de países que -con matices que obedecen a su posicionamiento geopolítico- cuestionan el orden internacional de la Posguerra Fría, liderado por Estados Unidos. Esa orientación, presente desde su origen en 2008, adquiere un nuevo significado en el contexto de la guerra en Ucrania y la intensificación de la competencia estratégica entre China y Estados Unidos, que profundiza la distancia entre sus miembros -especialmente Rusia y China- y Occidente.  

Al respecto, resulta significativo que ninguno de los restantes integrantes del grupo haya adherido a las sanciones occidentales a Rusia como respuesta a la invasión de Ucrania, conducta por cierto extendida en el conjunto del llamado Sur Global. 

Claro que no se trata de un bloque homogéneo. Existen tensiones significativas e intereses diferenciados entre sus integrantes. No se puede olvidar, por ejemplo, la disputa fronteriza entre China e India, las ambigüedades existentes en el vínculo entre China y Rusia (como su competencia en Asia Central) y el vínculo más cercano de Brasil, India y Sudáfrica -si se lo compara con los casos de Rusia y China- con las potencias occidentales, con las que comparten su condición de democracias. 

Más allá diferencias a su interior, hay una coincidencia central: el mundo que está tomando forma ante nuestros ojos es posoccidental. 

El BRICS responde a esa tendencia y busca convertirse en un foro que amplifique los intereses y las demandas del Sur Global, un colectivo muy heterogéneo, pero que comparte cuestionamientos respecto a los países desarrollados. La importancia de un orden multipolar; la reforma de los organismos financieros internacionales y de la ONU, a fin de que reflejen la nueva distribución de poder global; la necesidad de revisar el rol del dólar como moneda global; y la respuesta a la crisis ambiental desde la perspectiva de los países en desarrollo forman parte de esa agenda y aparecen con frecuencia en las declaraciones del grupo BRICS. 

Además de sus posicionamientos políticos, la agenda del BRICS incluye actividades de cooperación en diversas áreas, como cultura, tecnología, ciencia, agricultura, salud y bienestar social. Pero la carta fuerte son las herramientas de financiamiento multilateral, que buscan constituirse como alternativas a las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs) controladas por Estados Unidos y sus aliados. 

Ese es el rol del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) -con sede en Shanghái y cuya nueva Presidenta es la exmandataria brasileña Dilma Rousseff- que se suma a otras instituciones financieras patrocinadas por Beijing, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), del cual Argentina es parte. El NBD cuenta con un capital suscripto de US$ 50.000 millones, un capital autorizado de US$ 100.000 millones y una cartera de alrededor de 100 proyectos, por casi US$ 33.000 millones. 

Ya ha comenzado a sumar nuevos jugadores por fuera del BRICS: Bangladesh, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Uruguay fueron admitidos en 2021; Argentina se encuentra tramitando su ingreso actualmente.  Asimismo, el BRICS cuenta con el Acuerdo de Reservas de Contingencia (CRA), por US$ 100.000 millones, para proveer auxilio financiero a sus miembros. 

Construir una decisión consensuada y sustentable

Al analizar las consecuencias de una eventual participación argentina en el grupo, se imponen dos advertencias previas. 

  • Primero, la decisión de participar en un grupo de este tipo debe ser parte de una estrategia de política exterior de largo plazo, que sopese costos y beneficios en relación a objetivos nacionales prioritarios, como el crecimiento económico y el combate a la pobreza, la protección de los recursos naturales y la integridad territorial. Ello implica que se requieren consensos domésticos para que sea sustentable: la decisión debe involucrar a las principales fuerzas de la oposición política. En otras palabras, el BRICS no debe caer dentro de la lógica de la grieta. 
  • Segundo, la experiencia histórica aconseja evitar posicionamientos excesivamente influidos por afinidades ideológicas, manteniendo un equilibrio entre valores compartidos por la sociedad argentina -como los ligados a la defensa de la democracia y los derechos humanos-y una indispensable cuota de pragmatismo. 

Dicho esto, ¿cuáles serían las implicancias de una eventual incorporación de Argentina al BRICS? Dos consideraciones son importantes al respecto. En primer lugar, parece claro que la inclusión en el BRICS podría abrir nuevas oportunidades para el fortalecimiento de vínculos comerciales y financieros con los demás socios, aunque el impacto concreto es todavía difícil de estimar. 

El grupo incluye tres (Brasil, China e India) de los cuatros principales socios comerciales de Argentina. 

Más allá de Brasil, con el cual Argentina está unidad por una densa trama de intereses económicos en el marco del Mercosur, China es un importante jugador como prestamista y en materia de Inversión Extranjera Directa (IED), dirigida especialmente a la infraestructura y la extracción de recursos naturales. Más atrás, India también está creciendo en cuanto a IED. 

Segundo, en el presente contexto internacional la incorporación al BRICS constituye una manifestación de preferencias a nivel político. El BRICS no es un foro meramente económico: ser parte del grupo indica el respaldo a un orden multipolar y a la reforma de algunos aspectos significativos del orden liberal internacional, ya señalados. Puesto de otra forma, supone cuestionar -aunque no necesariamente enfrentar- a Estados Unidos y sus aliados de Occidente. Es por ello que es importante entender al grupo como uno de los tableros -en un mundo multiplex- en los cuales Argentina participa, sin que ello suponga un alineamiento, lo cual obliga a ser cuidadoso con los matices. Por ejemplo -en una cuestión relevante para el BRICS- aunque no se ha sumado a las sanciones contra Rusia, el gobierno argentino sí ha condenado la invasión a Ucrania en diversos foros internacionales, una línea de acción que debería sostenerse. 

Por último, una nota sobre el estilo de la política exterior, que suele ser tan importante como el contenido. 

Teniendo en cuenta la vulnerabilidad externa de Argentina en materia financiera -la estabilidad macroeconómica del país depende en buena medida de los recursos aportados por el FMI, institución en la cual Estados Unidos ejerce influencia preponderante- la forma de presentar una eventual incorporación al BRICS adquiere especial importancia. En este sentido, se debe evitar comunicar la participación en el grupo como parte de una acción anti-hegemónica dirigida contra Estados Unidos y sus aliados. 

En resumen, participar del BRICS podría generar importantes beneficios para el país, tanto a nivel económico, más inmediatos, como en cuanto a la reforma del orden internacional en una dirección más favorable para la Argentina, en el mediano y largo plazo. 

Es importante, sin embargo, que esa participación sea fruto de un análisis cuidadoso, cuente con consenso a nivel doméstico y se implemente con la habilidad diplomática requerida, atendiendo a los matices y el pragmatismo que suelen hacer la diferencia en política exterior. 

Más allá diferencias a su interior, hay una coincidencia central: el mundo que está tomando forma ante nuestros ojos es posoccidental. El BRICS responde a esa tendencia y busca convertirse en un foro que amplifique los intereses y las demandas del Sur Global, un colectivo muy heterogéneo, pero que comparte cuestionamientos respecto a los países desarrollados.

La decisión de participar en un grupo de este tipo debe ser parte de una estrategia de política exterior de largo plazo, que sopese costos y beneficios en relación a objetivos nacionales prioritarios, como el crecimiento económico y el combate a la pobreza, la protección de los recursos naturales y la integridad territorial.

La experiencia histórica aconseja evitar posicionamientos excesivamente influidos por afinidades ideológicas, manteniendo un equilibrio entre valores compartidos por la sociedad argentina -como los ligados a la defensa de la democracia y los derechos humanos-y una indispensable cuota de pragmatismo. 


 

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