La Cámara de Diputados sancionó el proyecto de Boleta Única de Papel, que había sido modificado en el Senado, que representa un cambio en la herramienta material del sistema electoral nacional.
Lo aprobado por el Congreso representa un cambio para la forma en la que se votan cargos ejecutivos y legislativos de la administración central, a lo cual las provincias podrán adherirse para generar un sistema consistente, o mantener sus mecanismos vigentes.
A pesar que el Gobierno había intentado avanzar con una reforma del sistema electoral, la única certeza para el año que viene es la modificación de la herramienta en la que la ciudadanía expresa sus preferencias. Esto significa que el sistema queda sin modificaciones, aunque lo aprobado por el Congreso podría tener algún efecto en el desenlace electoral y, desde ya, en los incentivos de los actores partidarios.
Un elemento que se debe destacar es que la Ley sancionada determina expresamente que no podrá haber un casillero para votar a todas las candidaturas de un mismo partido o frente. Esto significa que el año que viene, en las provincias que voten a sus representantes para ambas cámaras, los votantes tendrán que seleccionar un partido por categoría. A su vez, otra variable que se decidió fue que las candidaturas por partido político sean ordenadas de forma vertical, mientras que las categorías irán en el eje horizontal.
Aunque estos detalles parecen frívolos, el diseño de la boleta puede fomentar cierto accionar en algunos votantes dubitativos. La necesidad de marcar cada categoría facilita el "corte de boleta" y por ende aumenta las probabilidades de fragmentación en el sistema de partidos.
Sin embargo, cualquier premisa donde se afirme el efecto del tipo de boleta en el sistema de partidos debe ser relativizada. Aunque el mecanismo con el que se vota puede definirse a partir de los intereses particulares de quienes lo diseñan, el efecto final estará siempre condicionado por la voluntad del votante. Es por ello que hablar de que la instauración de la BUP puede tener un efecto en el sistema de partidos es engañoso.
La fragmentación es uno de los riesgos destacados por los detractores de la iniciativa, pero el principal argumento es que le quita importancia a la estructura partidaria territorial en su tarea de asegurar la disponibilidad de boletas. En un contexto de deshielo del sistema de partidos, supuestamente facilitaría la irrupción de fuerzas nuevas sin presencia geográfica.
Tal vez lo más interesante será ver cómo reaccionan las legislaturas provinciales frente a la inminente discusión interna que les tocará tener. Las provincias deben decidir cómo acoplan sus elecciones distritales a la flamante BUP.
El caso de la Provincia de Buenos Aires es paradigmático, no sólo por su peso demográfico sino por el contexto de enemistad política con el Gobierno Nacional. El gobernador bonaerense puede decidir ser consistente con la opinión de su partido en el Congreso y defender la persistencia de la boleta de papel en su distrito.
Para las elecciones legislativas venideras, esto significa que en las elecciones subnacionales, el efecto arrastre se producirá desde abajo hacia arriba, donde los intendentes ganarían poder en la definición de las candidaturas legislativas provinciales.
