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Estrategias

Lo que política non da, comunicación non presta

El peronismo cordobés retuvo la capital con una diferencia inesperada para los espectadores foráneos.

Ganó la política.
Ganó la política. .
Milagros Faggiani y Leandro Graglia 26 julio de 2023

Las elecciones de la capital cordobesa dejaron muchos sorprendidos. Quienes venían mirando desde afuera, veían cómo Rodrigo De Loredo se imponía con comodidad en todas las encuestas. A diferencia del 2019, la oferta electoral de Juntos se presentaba unificada: el peronismo enfrentaba a un candidato de unidad, por primera vez desde 1999 -última elección sin Luis Juez en el mapa-.

Además, Juntos presentaba su mejor versión: De Loredo era un buen candidato y protagonizaba una campaña que, en términos comunicacionales, parecía arrolladora. Pero el partido no se termina hasta el silbato final. Y los votos no se ganan solo con estrategia digital y mediática, sino principalmente haciendo política.

El peronismo cordobés demostró, una vez más, la validez de ambas máximas. Con los resultados de la elección provincial sobre la mesa, Llaryora se puso la campaña de su vice al hombro. Cuando los carteles de la vía pública sumaron la cara de Passerini a la suya, la campaña de HUxC tomó otro color. Se volvió intensa, feroz, hambrienta. Y muy territorial. Marca registrada del gobernador electo, que puso en marcha a todos los jugadores del oficialismo y mandó a trabajar hasta la última célula del viejo aparato peronista de la ciudad.

Con un alto nivel de intensidad, el gobernador electo mostró a sus pares cómo se hace una campaña política local. Visitó todos los barrios de la ciudad y con más de tres actos por día, aseguró los votos de esos vecinos que estaban en duda. Insistió con un mensaje claro: los equipos que funcionan no se cambian, y Daniel Passerini es parte de mi equipo. Si la ciudad está "cada día mejor", ¿para qué cambiar?

En una jugada que para muchos (jóvenes) del justicialismo cordobés apareció como casi sin antecedentes, Llaryora bajó línea a funcionarios municipales y provinciales, con el mandato imperativo de llegar a los sectores de clase media/alta. Con una intensidad ascendente que culminó en un evento repleto de funcionarios, desde ministros provinciales hasta subdirectores municipales, se les recordó a los propios que ellos también tenían que hacer campaña. "Voto por voto", dijo Llaryora, completamente en modo campaña.

Del otro lado, De Loredo hizo una campaña que comunicacionalmente compilaba con éxito todos los ítems del manual. Fue innovadora, atractiva, adaptada al nuevo ecosistema digital. Evidentemente basada sobre una profunda investigación previa. No criticaba abiertamente a una gestión bien valorada en las encuestas. Reconocía aquellas cosas que estaban bien, como la renovación de plazas. Y sí atacaba duramente las deficiencias del gobierno municipal: transporte y seguridad.

Una campaña hiperpersonalizada, concentrada en el candidato y sus propuestas, que prescindió del sello, los colores (y hasta el candidato a gobernador) de Juntos por el Cambio. Que comenzó con mucha más anticipación, transcurrió en paralelo a la provincial, y permitió a De Loredo posicionarse, marcar agenda y mantener la delantera durante casi toda la carrera. Pero en política no se puede festejar antes de tiempo: hasta que las mesas no están cerradas y el reloj no marque las 18.00, todo puede cambiar.

Daniel Passerini es un gran ejemplo de eso. Una persona a la que, incluso semanas antes de la votación, muchos electores no conocían. Sin embargo, él sabía qué decirles: soy parte del equipo de Martín, y con él en la provincia, voy a asegurar que la ciudad de Córdoba siga yendo para adelante. Eso les dijo, y pisando fuerte sobre el territorio, pudo asegurar los votos que necesitaba para ganar.

Apoyándose en la valorada gestión municipal, apostó todo a la imagen del equipo, la marca de la alianza y sobre todo, la vinculación con Llaryora. ¿El resultado? Con menos participación en general, el domingo a la noche, Passerini obtenía 312.800 votos, muy cerca de los 333.480 que habían acompañado a Llaryora como gobernador en la capital.

"Las encuestas esta vez nos fallaron a nosotros", dijo De Loredo, sorprendido. Por eso vale volver a citar a Carlos Fara, que constantemente nos recuerda a quienes hacemos consultoría: "las encuestas son una foto, no toda la película". En la foto, la mayoría de los cordobeses apoyaban a Rodrigo De Loredo. Sin embargo, en la película, muchos de los electores no fueron a votar. Y la poderosa estrategia territorial del peronismo cordobés trabajaba a toda máquina por debajo, en esas locaciones que muchas veces no aparecen en el corte final.

De eso también se tratan las elecciones. De entender qué está en juego. De motivar, de movilizar. Se pueden tener las mejores propuestas y muchos pueden estar de acuerdo con ellas. Se pueden realizar infinitas acciones innovadoras, apelar a los eslóganes más creativos, inundar de publicidad de las redes sociales. Pero si los likes vienen principalmente de personas que no viven en el distrito, o si el día de la elección los nuestros no están lo suficientemente motivados para salir de sus casas a votar, no hay propuesta, slogan ni video que valga. Lo que política non da, comunicación non presta.

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