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¿Tiempo de metamorfosis?

Hay factores que podrían llevar a un relanzamiento del gobierno de Alberto, pero romper la inercia no es sencillo.

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Carlos Fara 16 diciembre de 2021

Como en todo proceso político, lo que cuenta es la matriz de origen. Son pocas las situaciones en donde el liderazgo es tan fuerte que dicho condicionamiento puede mutar según las conveniencias del líder. Eso implica cambiar la configuración electoral y de aliados, y en consecuencia la agenda prioritaria.

Perón decía que no se puede conducir de lo que no se participó de su armado. Este es el pecado original de Alberto Fernández: nunca fue líder, su candidatura no fue su idea, y quien lo ungió tiene más poder y capacidad de conducción que él. Por lo tanto, esperar una metamorfosis que lo convierta en lo que no ha sido desde el inicio es poco probable, aunque no imposible. 

A partir de eso, ante la pregunta sobre si podrá Alberto autonomizarse de Cristina y relanzar su gobierno, la respuesta tendría 70 -80% de negativa y 30 - 20% de positiva, dentro del marco de incertidumbre que caracterizará todo su mandato, aunque más no sea porque la pandemia no tiene final previsto aún y puede volver todo a fojas cero?

Los factores que inciden mayormente hacia una respuesta negativa están bastante claros: la matriz de origen que mencionamos, la alta capacidad de conducción de CFK, la falta de experiencia del presidente para desarrollar algo que nunca hizo, o las limitaciones del contexto, que lo dificulta todo a la enésima potencia.


¿Qué factores podrían indicar entonces una respuesta positiva? 

  1. Todo proceso toca un límite y tiene su etapa de agotamiento. Los resultados electorales de este año muestran que no cuajan las políticas públicas, la incidencia de la vicepresidenta, el método de procesamiento de decisiones del primer mandatario, ni la manera de resolución de conflictos dentro del Frente de Todos.
  2. La reacción de los otros actores del Frente. Está claro que todo el mundo ya tomó nota de qué va la cosa si no se pega un volantazo: se corre el riesgo de que todos pierdan, sin haber podido participar en la mesa de decisiones.
  3. El contexto. Llega un momento en que las decisiones no se toman porque se puede, ni porque gusten, sino sencillamente porque no queda otra, so pena de que todo se salga de control. De la Rúa ha sido el mejor ejemplo; no quiso hacer ningún gran cambio y la realidad se le impuso.
  4. El factor personal. No cabría descartar que Alberto -que tiene su ego como toda dirigente que llega a la cúspide del poder institucional- decida que es la hora de hacerse valer y que no puede pasar a la historia como el mandatario condicionado por un mandante.
  5. El cálculo político. En función del factor anterior, el presidente podría llegar a la conclusión que, perdido por perdido, solo le cabe hacer aquello de lo que está convencido y para lo que fue votado: la moderación. No vaya a ser cosa que pasa de estrellado a estrella cuando nadie se la espera.
  6. Cristina se va quedando sin opciones. Imponer como candidatos presidenciales a Kicillof o Máximo hoy suena a quimera. De modo que si no quiere apoyar nuevamente a Alberto, debería sacar otro conejo de la galera. Nada es imposible, pero suena a poco probable. ¿Quién se prestaría al juego de ser otro vicario? Si el tiempo pasa y la jugada magistral no aflora, el actual mandatario puede especular con la falta de alternativas de su mentora.

Dado que los seis factores mencionados tienen un peso considerable, ¿por qué entonces la respuesta a la pregunta del millón tiene más probabilidad de ser negativa? La inercia. Pegar un volantazo en política es mucho más difícil de lo imaginado. Cuánto más alto se llega en la escala del poder, más complicado resulta. Siempre lo comparo con tratar que un transatlántico gire 180 grados: lleva mucho tiempo y quizá no llegue a tiempo para evitar un maremoto.

En la película “Perros de paja” (Sam Peckinpah, 1971), Dustin Hoffman interpreta a un ingenuo y débil profesor de matemática quien, ante una situación de suma violencia, aflora como un ser agresivo en defensa de su vida. La moraleja del film es que no hay personas en el mundo que acepten pasivamente su destino sin reaccionar.


 

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