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Halcones y palomas

¿Y ahora? ¿Qué?

Es un momento en el que 2023 parece estar lejos, porque recién Fernández está en la mitad de su mandato, pero dentro de un año volverá a vivirse un clima electoral

Alberto Fernández.
Alberto Fernández. Archivo.
Lucas Sebastián Raffo 21 diciembre de 2021

Han jurado los nuevos senadores y diputados y ha quedado cristalizado el escenario político que dibujaron los resultados de las elecciones parlamentarias de noviembre. Comienza un segundo tiempo cargado de desafíos para el Gobierno de Alberto Fernández, en medio de tensiones internas e indefiniciones respecto del rumbo que se debe tomar para llegar a 2023 con chances de que el Frente de Todos mantenga el poder.

En Juntos por el Cambio los resultados electorales azuzaron a aquellos que creen que merecen una porción mayor de la torta, y culminó con la ruptura del bloque radical en la Cámara de Diputados. No obstante, estamos en el momento justo en donde 2023 queda lejos pero a la vez cerca: falta medio gobierno, pero a su vez, en un año volveremos a estar en clima electoral.

¿Qué podemos esperar del Gobierno en estos dos años de gestión que quedan? En definitiva, no lo sabemos: el Frente de Todos tiene sus halcones y sus palomas. En el acto del 10 de diciembre Cristina marcó la cancha: si bien en su carta poselectoral buscó desmarcarse y poner la responsabilidad de subirle o bajarle el pulgar del acuerdo con el FMI al Congreso, lo cierto es que con su discurso en el acto pareció decirle a Alberto: “Vos sos el que se sienta en la mesa y juega, pero las fichas son mías”. El capital político y simbólico que puede perder el kirchnerismo con un acuerdo desfavorable que implique ajuste es mucho. 

Lo cierto es que con tensiones y todo, desde el oficialismo afirman que el acuerdo está cerca: es algo muy probable, ya que los incentivos de ambos lados son acordar. El tema está en el tono del acuerdo y lo que prescriba. La aprobación del Presupuesto será un primer paso en la consolidación de un acuerdo. No obstante, pocos son optimistas respecto del futuro de la economía. Algunas encuestas muestran que casi 75% piensa que la economía en el 2022 estará peor que en 2021: por más que los indicadores puedan decir que estamos ante una recuperación económica, las percepciones son otras, y a los agentes económicos los mueven las expectativas.

Para pasar un 2022 complejo el Frente de Todos necesitará más que nunca volver a recostarse en su tradicional coalición sectorial: gobernadores + intendentes + sindicatos, sumando además a las organizaciones sociales, actor fundamental para conseguir la pax callejera.

Respecto a la viabilidad política de la coalición oficialista, volvemos a un análisis que realicé en 2021 acerca de las estrategias electorales. En Argentina conviven dos clivajes que estructuran la competencia política: peronismo-antiperonismo y kirchnerismo-antikirchnerismo. Actúan superpuestos, ambos interactúan, y los jugadores con sus decisiones estratégicas pueden intentar que uno quede por encima del otro. 

Cuando el Frente de Todos se modera y peroniza, gana en viabilidad política, mientras que Juntos por el Cambio pierde terreno cuando sus elementos más “gorilas” ganan lugar. 

El ejercicio de la moderación, no obstante, no es un recurso renovable: en la medida que sea solo maquillaje electoral para apelar a un tipo de votante, perderá efecto mediante la falta de credibilidad. Moderarse para el Frente de Todos implica hacer ciertas concesiones a actores con los que el kirchnerismo más duro (quien aporta la mayor cantidad de votos) tiene diferencias casi viscerales. 

Algo similar ocurre en Juntos por el Cambio. Luego del triunfo electoral las tensiones saltaron a través de su actor más propenso a las luchas intestinas. No obstante, en el PRO el armisticio no parece durar mucho: todo vestuario con muchos caciques es difícil de manejar, y en el 2023 todos quieren ser.

A ellos el acuerdo con el FMI los divide y su postura para con un gobierno que para resolver alguno de los problemas que tiene el país necesita de la oposición también. La oposición sabe que si el oficialismo hace el trabajo sucio y gasta capital político no solamente se puede encontrar con la presidencia en 2023, sino con una macro menos desordenada. Del acuerdo del FMI la oposición además mira el cronograma de vencimientos a proponer: de nada servirá todo si en 2024 el gobierno entrante debe hacer frente a vencimientos casi tan impagables como los que dejó Macri para una economía que no crece hace diez años.

El 2018 fue el annus horribilis de Cambiemos: la estabilidad cambiaria saltó por los aires y el establishment dejó de dar su apoyo a un proyecto político que se preocupó más por Cristina que por resolver los problemas que había venido a resolver. 2022 será lo mismo para el Frente de Todos si sigue mirando la realidad con el espejo retrovisor. 

El peronismo históricamente se destacó por una lectura contextualizada de la realidad nacional e internacional, el pragmatismo en los instrumentos y una coalición multisectorial que permita confeccionar una pax callejera atemperando los efectos impopulares de los planes de estabilización económica. El acuerdo con el Fondo puede funcionar como un bálsamo que permita efectivamente enderezar el rumbo de un gobierno cuya coalición parece todavía no tener definido que hacer con la economía.

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