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Chile discute los frutos del progreso

Gane quien gane, la distribución de fuerzas en el Congreso y en la opinión pública, así como el peso de los sectores económicos más poderosos, auguran reformas graduales

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Tomás Múgica 16 diciembre de 2021

El 19 de diciembre tendrá lugar la segunda vuelta electoral en Chile. Gabriel Boric (Apruebo Dignidad, cuyos miembros principales son el Frente Amplio y el Partido Comunista) competirá con José Antonio Kast (Frente Social Cristiano, encabezado por el Partido Republicano) por la presidencia

Kast fue el más votado en la primera vuelta (27,9% contra 25.8% de Boric). Están en disputa los votos de aquellos que no pasaron a segunda vuelta (Franco Parisi, Sebastian Sichel, Yasna Provoste y Marco Enriquez-Ominami), que suman casi 45%. 

Boric, un líder emergente de las luchas estudiantiles de 2011, críticas del modelo económico heredado de la dictadura, y uno de los impulsores de la reforma constitucional, ha logrado sumar el apoyo de Provoste y Enríquez-Ominami, quienes provienen del antiguo tronco de la Concertación. 

Kast, un declarado admirador de Pinochet que hizo su carrera política en la Unión Demócrata Independiente (UDI) -una de las fuerzas que integran el actual oficialismo-, cuenta con el apoyo de Sichel, el candidato de La Moneda. 

La incógnita es Parisi, candidato del Partido de la Gente, con sesgo anti-política y fuerte predicamento en el norte del país.  

Dos datos de la primera vuelta, destacados por Andrés Malamud, son claves de cara al futuro, inmediato y no tanto: la segmentación, con las dos fuerzas más votadas sumando sólo el 53% de los votos y la desafección, cuyo más potente indicador es la baja participación electoral (47,3% en primera vuelta, similar a la de 2017, que fue de 46,7%). Ambas tendencias contribuyen a la incertidumbre del resultado, que las encuestas, con diferencias muy escuetas, no logran predecir.

La fragmentación, además, ya dejó su huella en el próximo Congreso, en el cual el presidente estará en minoría (la formación de Boric obtuvo 36 bancas en Diputados y 5 en el Senado y la de Kast, 15 diputados y 1 senador) y deberá construir acuerdos. La desafección expresa un fenómeno regional y global, que en Chile se presenta de manera especialmente aguda: la insatisfacción con la democracia. 

Según el Latinobarómetro 2021, mientras el 60% de los chilenos cree que la democracia es la mejor forma de gobierno, apenas el 18% está satisfecho con el funcionamiento del régimen democrático.  

Modelo económico y distribución de la riqueza

En la recta final, los candidatos compiten por el voto de los moderados -en una sociedad con inclinaciones centristas- que definirá la elección. Más allá de los matices con los cuales Boric y Kast buscan suavizar sus posiciones, a un nivel más profundo la elección presenta una novedad: por primera vez desde el retorno de la democracia, Chile debate acerca de su modelo económico, y más específicamente acerca de la distribución de la renta (aunque es el país con el segundo ingreso per cápita más alto de la región, también es uno de los más desiguales: el Gini, de 0.47, está por encima del promedio regional). 

Hasta el momento, sólo se habían visto variaciones (como la reforma del sistema de pensiones y de la educación universitaria durante los gobiernos de Bachelet) en una melodía compartida por el conjunto del espectro político. 

En el nuevo contexto político creado por las protestas de 2019 y el por el proceso de reforma constitucional en curso -uno de los mayores desafíos para el próximo presidente- la discusión central gira en torno a cuál debe ser el rol del Estado en la sociedad chilena, especialmente en cuanto a la distribución del ingreso. Se trata de encontrar una fórmula que permita repartir equitativamente los frutos del progreso económico, sin detenerlo.

Boric busca fortalecer el rol del sector público, fundamentalmente como proveedor de pensiones, educación y salud. Entiende que llegó el momento de crear un Estado de Bienestar que socialice en mayor medida la riqueza generada en los últimos 30 años. Desde esa mirada, critica la “hegemonía del mercado por sobre lo público” que hoy existe en Chile. 

Tres propuestas van en esta dirección: a) eliminar el actual sistema de pensiones administrado por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y reemplazarlo por un sistema en que los fondos sean manejados por un órgano público y autónomo (aunque los actuales recursos serán heredables); b) condonar de manera progresiva la deuda estudiantil y ampliar la gratuidad en la educación superior, y c) crear un Fondo Universal de Salud (FUS), con recursos aportados por los trabajadores y el Estado. 

Ese nuevo Estado requiere más recursos. Por elloBoric propone un incremento progresivo de la carga tributaria, cercana a los ocho puntos del PIB durante la próxima década; un impuesto a las grandes fortunas y el cobro de un royalty a las mineras son parte del paquete. En una muestra de moderación, sin embargo, destaca su compromiso con la convergencia fiscal, asegurando que mantendrá la deuda debajo del 40% del PIB.

El Estado también tiene una faz coactiva y de creación de nuevos derechos: aunque ha endurecido su postura respecto a la primera vuelta, Boric se opone a la militarización de la Araucanía y llama a un proceso de diálogo con el pueblo mapuche. Sostiene, además, una agenda social progresista, que incluye el derecho al aborto, el matrimonio igualitario y la paridad de género. 

Si Boric expresa las demandas reformistas, la candidatura de Kast representa el orden frente a lo que es percibido como el caos generado por dos años de intensa movilización social y política. Ese orden incluye la ortodoxia económica. Una de sus principales medidas es reducir la carga tributaria: propone reducir los impuestos del 27% del PIB al 25% (en la primera vuelta proponía llevarlos al 17%). 

Kast levanta las banderas del esfuerzo individual, el mercado como principal asignador de recursos y un Estado austero, pequeño y eficiente: a) para afrontar las dificultades del sistema de pensiones, impulsa un aumento de la edad jubilatoria en las mujeres y un incremento del monto de las cotizaciones de los trabajadores (aunque también incluye una pensión básica universal); b) sobre la educación, prefiere priorizar el nivel inicial antes que avanzar hacia la gratuidad universitaria; c) respecto al sistema de salud, su programa se centra en la búsqueda de una mayor eficiencia en el uso de los recursos públicos. En resumen, mejorar lo que existe, sin cambiar las reglas básicas del juego. 

El mantenimiento del orden público es un tema central en su agenda: reclama ampliar las atribuciones del Poder Ejecutivo para imponer el estado de excepción, y ello concierne especialmente a la Araucanía. También aboga por la instalación de una zanja en la frontera norte del país para frenar la inmigración ilegal. En contraste con Boric, su agenda social se caracteriza por un posicionamiento conservador, aunque ha manifestado que no planea volver atrás con las leyes que permiten en aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. 

Las fuerzas de la continuidad

A pesar de las diferencias, sin embargo, ninguno de los candidatos plantea un cambio profundo en la matriz productiva y en la inserción económica internacional de Chile. El predominio de los sectores intensivos en recursos naturales en la primera y de la utilización de los tratados de libre comercio como principal instrumento de la segunda, no sufren cuestionamientos radicales.

Por supuesto, hay énfasis distintos: Kast defiende políticas productivas basadas en incentivos de mercado; Boric, con tintes más desarrollistas, esboza una apuesta por la ciencia y la tecnología y por un Estado más activo, mediante la creación de un banco de desarrollo. 

Kast llama a ampliar el esquema de apertura económica externa; Boric (previo a la primera vuelta) se atrevió a cuestionar los beneficios de algunos de los tratados de libre comercio y sugerir su revisión. Pero más allá de los matices, el panorama es de continuidad. 

Gane quien gane, la distribución de fuerzas en el Congreso y en la opinión pública, así como el peso de los sectores económicos más poderosos, auguran reformas graduales. El estallido de 2019, aunque masivo y espectacular, parece conducir a un camino de cambio progresivo. Y aunque se reclama orden, la desigualdad -ese gran mal de América Latina- sigue estando en el centro de la escena.

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