Huntington, Watanuki y Crozier fueron los que instalaron en los '70, a través de un reporte para la Trilateral Comission, la discusión sobre la gobernabilidad. En realidad, sobre la ingobernabilidad, como conceptualizaron la crisis política que atravesaba el mundo en ese momento: un gobierno tiene como función la de gobernar una sociedad (tautológicamente, así como el sistema respiratorio tiene como función en los seres vivos que poseen uno la de respirar).
Cuando un gobierno no gobierna, entonces, aparece la tan temida ingobernabilidad (qué a todas luces, aparecía como una versión light del pretorianismo de masas, anticipada por el mismo Huntington en su famoso "El orden político en las sociedades en cambio".
Claro que el pretorianismo hacia a la inestabilidad del régimen político, y la ingobernabilidad hace solo a la estabilidad de un gobierno).
¿Pero como deberíamos calificar una situación donde un gobierno no gobierna pero sin embargo no están presentes los síntomas de ingobernabilidad típico? (bloqueo institucional, protestas, desobediencias colectivas, etc., etc.). O peor aún, que a pesar de que se dan estos fenómenos de bloqueo, la opinión pública no los registra genéricamente.
En nuestras democracias, se ha vuelto irrelevante la famosa ecuación de la estabilidad, dependiendo el apoyo social de la eficacia y efectividad acuñada por Linz/Lipset. Por lo menos, en situaciones no extremadamente críticas, el sector que apoya al gobierno le echará la culpa de su ineficacia a la oposición, y el que se opone cuestionará hasta su eficacia. Sin embargo, estamos lejos de padecer esa distancia ideológica extrema que hizo que Giovanni Sartori la considerara la antesala de la crisis de los regímenes democráticos.
Hoy todo es más light, aunque las situaciones de crisis social y deterioro de la situación económica sean mucho más profundas que en los '60 o en los' 70. Bienvenidos al mundo WhatsApp, donde todo queda relativizado e ironizado con el infaltable "ja ja" final. ("Qué onda? Ja ja", "Ponete las pilas, jaja", "que pedazo de h de p, ja ja"., y así para todo).
La política ya no es líquida, como repetía para toda actividad y comportamiento que se le cruzara en frente el gran Zygmunt Baumann. No, hoy la política es directamente gaseosa.
Néstor Kirchner y CFK I y CFK II (al menos hasta el 2015, exhibieron gobernabilidad, incluso durante la llamada "crisis del campo" (cosa que ni ellos mismos podían creerlo, y se dice que Kirchner bramaba que se tenían que ir a sus casas, y que ya estaba todo perdido. Pero al otro día del voto no positivo del Cleto Cobos, la sociedad había retomado su rutina de siempre, como si nada hubiera pasado).
A partir de allí, la cuestión de la a-gobernabilidad se hizo presente. Mauricio Macri, con todas sus ínfulas de cambio de lo supuestamente viejo por lo supuestamente nuevo, término el mismo admitiendo su blandura. Alberto Fernández, descartando el período de cuasi autoritarismo generado por el virus global, tuvo que sacar las manos de los controles para sobrevivir.
Por cierto, AF enfrentó la peor de las situaciones política, una sociedad entre tres, donde uno siempre tiene la sospecha (cierta) que los otros dos conspiraban en su contra, si Alberto tomaba una dirección concreta iba siempre a recibir la contra de una parte de su coalición, que termino siendo una con la que no podía contar para gobernar.
Sin embargo, él se convirtió en el "Prescindente" que a-gobernando el país pudo entregarle la banda a su sucesor (cosa que también pudo hacer Macri, a pesar de tampoco contar con demasiada gasolina en el tanque y también resignar su reelección).
Y así, llegamos al caso paradojal de un Presidente que no gobierna pero que recubre esa a- gobernabilidad con un Reality Show donde él y los suyos recrean una pantomima de gobierno. Escenifican el simulacro de un Presidente poderoso, que viene a cambiarlo y darlo vuelta como una media, pero que hasta ahora lo único que ha hecho ha sido un ajuste brutal al modo más argentino que se puede hacer: haciendo pegar un salto al dólar, disparando una fuerte inflación que se le sumaba a la alta inflación anterior y no compensar los salarios y las jubilaciones por ese crecimiento de los precios (y que, con el atraso del dólar, es perdida en plata fuerte).
Por el lado de la gobernabilidad política, Milei tiene poco y nada para mostrar. El hiper decreto, esta paralizado para ser debatido en los estrados judiciales. De su Ley Omnibus, quedó una Ley Furgoneta que tiene media sanción de diputados sigue esperando ser votada, con cambios, en el Senado para volver a Diputados (luego de ser retirada en Diputados cuando ya tenía media sanción en general por orden del mismo gobierno para empezar todo da capo y volverla a discutir -algo nunca visto-).
Ni siquiera todos los cargos jerárquicos de mayor importancia en el Estado Nacional han sido ocupados por funcionarios que respondan al Presidente, y así muchas dependencias han quedado actuando de oficio o directamente con su personal inactivo.
En el colmo, el Presidente defenestra a su amigo Nicolás Posse a quien le había confiado la gestión y va ahora a la caza de cada uno de los amigos de su amigo que habían sido colocados en puestos estratégicos del gobierno.
Sin embargo, el Presidente monta el simulacro del simulacro (en una exasperación baudrillariana).
Festeja en el Luna Park sus logros que ocurren solo en la virtualidad, y viaja por el mundo exponiéndolos (fanfarroneando con ellos). Y hasta tiene su tapa en Time (bien merecida obviamente, porque todo esto lo ha conseguido a pesar de todo, y a pesar de nada).
Se ha erigido en su papel de Superhéroe (el Presidente He Man como Pola Oloixarac lo bautizó en La Nación). Descripción perfecta a la que solo le agrego un pequeño detalle: ¿Alguien ha visto a Superman construir un hospital? ¿Alguien ha visto a Batman construir una escuela? (Batman digo, no Bruce Wayne o Bruno Diaz, en su castellanización tipo franquista: imagínense que en su España Gregory Peck fue conocido como Gregorio Pecas).
Los Superhéroes se dedican a la negación de la negación, como menos por menos es más. Luchan contra el Mal. Buscan destruir al que destruye. Son la anti-tesis de lo existente, que por definición es Malo, y por lo tanto, son promesa cierta de la Nueva Síntesis. Bueno, ponele -que no deja de ser una muletilla de estos tiempos de WhatsApp).
Si el PRO es (o era) un parripollo disfrazado de ONG -con el parripollo ahora transferido a Ritondo y Santiilli, y la ONG quedando en manos de Horacio Rodríguez Larreta, la Libertad Avanza, no es ni siquiera una ONG porque no se ocupa de cuestiones públicas.
Lo "público" ha pasado a ser lo "privado publicitado" -digamos, la publicidad de lo que hace el Presidente-. Es como una suerte de hipérbole de lo que se venía ya dando, pero llevada hasta sus últimas consecuencias. No es un "gobierno de espectáculo" a la Guy Debord, como la otra noche charlábamos en asado pantagruélico en casa de Luis Costa, con él (Magister Ludi Asador) y con el "acutissimus" Claudio Jaqueline: ya es el "espectáculo como gobierno".
Esa lógica esbozada ya en Menem, la Alianza y el macrismo, puesta en el acelerador neutrónico Milei, rinde el honor merecido al nuevo sujeto de la política, la G.E.N.T.E., que ha logrado desplazar a los típicos y en tensión Pueblo y Ciudanía, tornándolos vocablos PWA (PreWhatsApp). La gente es "audiencia". Ergo, sujeto pasivo. Y la legitimidad y hasta la soberanía es exhibida en términos de rating, likes y retuits y más si es Elon Musk el que retuitea.
De este modo, y gracias al Principio de Revelación, el Presidente Milei queda como un Dios Padre inefable, y no responsable de los errores de su gobierno (que no puede sino contaminarse de la maléfica "casta" en esta transición). Más bien todos los problemas y trabas justifican la llegada de Milei (un truco que engulle salirse de la lógica del nuevo presidente. Casi como cuando uno criticaba a los marxistas y ellos te calificaban de pequeño burgués).
Por momento, pareciera que él mismo Milei a-gobierna para, siguiendo las indicaciones del Santiago Caputo el Black Monk de este no-gobierno), presentarse como víctima de la "casta". Y esperar así las elecciones del año que viene, o sea, del sigo que viene en el febril calendario político argentino.
Finalmente, la paradoja Milei no es tan paradójica. ¿Por qué habría que esperarse de un libertario que por definición cree que el gobierno es el problema y el Estado un criminal tiene que gobernar? La paradoja es que un libertario haya sido elegido como Presidente.
Finalmente, muchos esperan que la sociedad argentina salte como un resorte comprimido por el peso de un Estado elefantiásico e ineficaz. Otros, escépticos, dirán que ese Estado era más bien producto de su impotencia frente a la sociedad y sus actores, y que la caída a plomo de la actividad económica se da en el retiro de un gasto publico -que obviamente, ya había llegado a su cenit y que abastecía la lucha distributiva civilizándola en reglones presupuestario e inflación.
Pero la a-gobernabilidad de espectáculo implica que lo virtual no se conecta con la realidad. Que finalmente, todo queda como era entonces. Como un Gatopardo más que un León.
Digámoslo todo. Néstor y Cristina disfrazaron su a-gobernabilidad en términos de cambio de apoyo político por apoyo económico. Para esto contaron con los dólares del "yuyo" soja. El empresario Macri no podía sino seguir esa conversión, apaciguando "la calle" y logrando el apoyo que no tenía del Congreso, expandiendo el déficit fiscal. Cosa que Alberto Fernández no hizo más que proseguir exasperando las tendencias. Macri consiguió los dólares a través del endeudamiento privado y luego por un Préstamo del FMI de casi US$ 50.000 millones. Alberto Fernández, contó con la emisión a full, la cuarentena en la que sobraban los dólares y un préstamo por igual cifra del FMI. Gobernaron a-gobernando, pero perdiendo su reelección. A Milei, hoy por hoy, le faltan unos millones de esa moneda para seguir a-gobernando, pese a todo su alineamiento pornográfico con los EEUU.
Pero dejemos todo abierto poéticamente: ¿Asistimos a un fin de ciclo o al episodio penúltimo de nuestra decadencia? O es que finalmente, todos nos hemos vuelto Paroxistas Indiferentes. Como esos exiliados en la abundancia, de Houllebecq, que contemplando el ocaso del sol en el dorado Mediterráneo sufren el ocaso eterno de sus vidas ya invivibles. La marcha por la educación pública nos da esperanzas de que esto no sea (tan) así.