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La fábrica de la desesperanza

La Nación es la construcción de un proyecto de vida en común y "la política" es tener ideas claras de cómo construir ese proyecto "desde el Estado". Hasta ahora ningún candidato ofrece un proyecto sugestivo con la garantía que en el camino la pobreza va a disminuir drásticamente.

La fábrica de la desesperanza
Carlos Leyba 08 septiembre de 2023

Falta mucho para las elecciones, aunque en días sean pocos. En política lo cronológico está lejos de ser todo "el tiempo". Hay otras dimensiones. Cuando alguna falta, el proceso está incompleto y si esos vacíos no se colman, el fracaso de la elección estará garantizado. 

Si no están todas las dimensiones expuestas, entonces, no estaríamos "eligiendo". Sólo votaríamos acerca de lo que imaginamos de una persona comparada con las otras. Veamos.

Milei se define como quien dinamitará al presente; Patricia como la que lo pondrá "en orden"; Massa como quien hará lo contrario de lo que está haciendo (p. ej. "gobierno de unidad nacional" y "modelo agroexportador"¿?). 

No hay nada que los candidatos hayan dicho como para poder "elegir". 

Elegir requiere tener enfrente oferta de determinados objetivos, destinos, caminos a tomar: elegir uno es marchar en una dirección para construir. 

Pero destruir es romper, sería optar por escombros; ordenar es poner "otro orden" con las mismas cosas; y hacer lo que "no hago", es simplemente la propuesta de una negación. 

En los candidatos no hay atisbos de objetivos, fines, destinos, caminos, en oferta. 

Lo dicho es un resumen estricto de lo que dicen los candidatos: no nos proponen todavía "algo" para elegir. No percibo, seguramente es sólo mi incapacidad de percepción, acciones, voluntad, sensibilidad para reparar esas fallas. 

Cincuenta días no es mucho ni poco para llenar de "contenido" las "no propuestas" de los candidatos. Propuesta es poner, delante de nuestros ojos, lo que habrá de ocurrir como consecuencia de las decisiones que cada uno anuncia. 

Las decisiones son una cosa y es necesario informarlas, ofrecerlas. Pero es fundamental explicitar las consecuencias esperadas de esas decisiones; así como las consecuencias no deseadas. Lo más relevante son las consecuencias, no "la decisión". 

Inexorablemente hay consecuencias no deseadas. Dicho de otra manera no hay tal cosa como el éxito, si por éxito entendemos, decido esto y "ya está". 

Eso no ocurre en política económica ni en ninguna otra política, sean estas social, de relación con el exterior o del dominio de la cultura. 

¿Cómo se toman las decisiones? Las urgencias debilitan la reflexión y en ese marco pesa mucho el "pensamiento de grupo" (I. Janis, 1972). Por ese proceso un comité puede tomar decisiones malas. Malas fueron para EE.UU., por ejemplo, las decisiones de la guerra de Vietnam o Bahía de Cochinos. Los integrantes del Comité de decisión confirmaron lo que creían que era el consenso de sus miembros. Pero investigaciones posteriores, demostraron que cada uno de los miembros, interrogados de a uno, no estaba de acuerdo con esa decisión colectiva. La "presión del grupo" generó malas decisiones: los resultados están a la vista. 

En los días que corren, ante la angustiosa situación que atravesamos (estanflación, pobreza, estrés externo, grieta ampliada) la urgencia de mandar un mensaje que cree confianza en que los candidatos pueden derrotar "mágicamente" la inflación ha provocado "la presión de grupo" para que algunos candidatos procedan a la "invención" de una moneda (dolarización, bimonetarismo, etc.). 

El discurso de los proponentes pone en evidencia esa presión: necesitan "hablar de otra cosa", "un arma sorpresa, exótica" para derrotar la inflación. 

Raúl Scalabrini Ortiz, hombre culto, dijo "si le hablan de economía y Ud. no entiende, pregunta y por segunda vez no entiende, entonces, le están mintiendo". 

El vocero económico de LLA, D. Epstein, cometió -en este contexto - un sincericidio: "no vamos a dolarizar si no hay dólares" (Clarín). 

Si hay algo de lo que estamos absolutamente seguros es que dólares no hay. Y nadie cree que lo que pugna por salir (por eso hay cepo y nadie dice "llegó y levantó el cepo") por razón de un cambio de elenco trataría de entrar. 

A pesar del sincericidio de Epstein (¿amigo de Massa?), ya suman cinco los proyectos de dolarización de LLA que "no van a ejecutar, porque no hay dólares". Carlos Rodríguez, jefe de asesores de Milei, sugiere un "blanqueo popular de mercado", pero primero (Perfil) un paso corto, de un sistema "bimonetario", con los dólares depositados en los Bancos argentinos (¿?). 

La otra propuesta de JXC es francamente el "bimonetarismo" que existió antes de la última reforma del Código Civil. Hoy el dólar es una unidad de cuenta para muchos bienes y modificando el CC volvería a ser, una vez pactado, un medio de cambio. Reserva de valor ya lo es. ¿Cuál sería el impacto de la "reforma"? 

En estos temas, mi amigo Miguel Ángel Broda -con quien no comparto la solucionática- que es el mentor de los proponentes, Carlos Melconian y Javier Milei, los ha llamado a la sensatez siendo que son adalides del cambio monetario. Dijo: "Poner el foco en la futura organización monetaria (dolarización o bimonetariedad) constituye un error de diagnóstico y objetivos". 

Una advertencia mayúscula de su maestro Broda. Diagnostiquen prolijamente y propongan objetivos valiosos. 

El riesgo que atravesamos es que la desesperanza es campo fértil para las ideas drásticas, títulos catástrofe, soluciones tangentes, casi mágicas. 

Volvamos a las decisiones. Quien las ejecuta espera que tengan las consecuencias deseadas (si esas no ocurren está todo mal) y también debe ser consciente de la existencia inevitable de consecuencias no deseadas. Un pequeño ejemplo reciente es la devaluación de Massa, si bien no querida fue por él tomada. Sus consecuencias eran evidentes, pero no fueron consideradas por quien las tomó y lo llevó a decisiones compensatorias de política de ingresos y fiscal, que no hicieron otra cosa que erosionar la decisión original: la consecuencia deseada de la decisión no se verificará el tiempo previsto a causa que "las no deseadas", una vez compensadas fuera de programa, anularon parte de las deseadas.

Es que en política, cuando se resuelve un problema inevitablemente se genera otro. Por eso en "la política" es tan importante el clima de "esperanza" (la capacidad de espera de la sociedad). 

Las decisiones políticas necesitan esperanza: la capacidad de crear esperanzas es lo que lo construye a un líder. No es la capacidad de juntar votos, tampoco la de convocar a la venganza. 

El liderazgo es generar capacidad de espera, esperanza colectiva, la que es más necesaria cuanto más grave es el punto de partida. Y nosotros estamos en un punto de partida preñado de problemas graves.

Por ahora el "líder", aquí y ahora, no aparece. Y eso agrava las condiciones del presente y del futuro inmediato. 

Hay un porvenir venturoso. El escenario global, bien leído, dado los recursos de los que disponemos y aún no explotamos, se presenta favorable. 

Pero del presente a ese porvenir hay una distancia larga, un recorrido sinuoso para el que es inevitable construir un puente sólido para transitarlo. 

Y hay que construirlo en condiciones absolutamente adversas. 

Nunca han sido tan adversas, justamente por el dominio de la desesperanza en que transcurre la campaña. Que -como hemos dicho- es un terreno fértil para las "soluciones mágicas" (lo mágico sorprende, no se comprende y si se explica se desvanece) Volvamos.

Observo esa desesperanza no tanto en los jóvenes de alguna manera internacionalizados, con pasaporte extranjero - por ser de familias de reciente inmigración - o con calificaciones que les permitirán un futuro en países con más recursos. Su desesperanza es por su futuro aquí, pero acunan una esperanza personal en otro país. Siento la pérdida para el país de la fuga de "capital cerebro" el que costó mucho al país sobre todo si ellos, o sus padres, son hijos de la escuela o la universidad pública. Lamentablemente no tienen aquí una esperanza, sí lejos de nosotros. No es malo para ellos. Padres y amigos, se alegran por ellos. En la tristeza de la partida hay dos esperanzas de futuro. Melconian manifestó su pena. 

La desesperanza que me aterra y creo que a todos nos debería conmover, es la de muchísimos más niños y jóvenes (60%, millones) a los que les negamos el presente y les hemos negado el pasado -tiene secuelas- y que, por ahora, les niega el futuro que es no sólo el de ellos sino el de todos. 

A los que parten, en su inmensa mayoría, no les hemos negado su pasado y por eso han podido llevar a cabo su esperanza individual. 

El 60% que no acuna esperanzas individuales necesita, y este el problema, de una esperanza colectiva. 

Relativamente pocos jóvenes pueden construir sus proyectos individuales y una inmensa mayoría sólo puede emerger al amparo de un proyecto colectivo.

La Argentina extravió ese proyecto colectivo: pasamos de 800.000 personas bajo la línea de pobreza (1974) a 19 millones en 2023. Multiplicamos el número de pobres por 24. La población, en ese tiempo, se duplicó: fábrica de pobres es fábrica de desesperanza.

El Padre Pepe di Paola y el Obispo Gustavo Carrara y los curas villeros dando testimonio de sus vidas consagradas a la opción por los pobres, en la Misa por el Papa Francisco, hablaron del mandamiento del amor al prójimo, que deriva en la "compasión" y en la búsqueda del amor que se materializa en la búsqueda de la justicia. 

Negar la justicia, cualquiera sea la palabra que le sigue, por ejemplo "social", es negar Occidente. No importa cuantas veces hayamos violado los principios, importa la conciencia de haberlos violado y la búsqueda de la reparación. De eso se trata. La justicia social es la carne del Evangelio, pero además es la bandera inaugural de la democracia "Libertad, Igualdad, Fraternidad". 

La democracia es una construcción social que requiere de esos tres pilares: marchar hacia la igualdad, en libertad y motivados por la fraternidad. 

La Nación es la construcción de un proyecto sugestivo de vida en común y "la política" es tener ideas claras de cómo construir ese proyecto "desde el Estado". 

Hasta ahora ningún candidato ofrece un proyecto sugestivo con la garantía que en el camino la pobreza va a disminuir drásticamente. Esa es la fuente de la desesperanza.

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